Junio, en este lado del hemisferio, es el mes del orgullo LGBT. Por más que la derecha se queje y hable de un “mes tomado”, nosotres nos movilizamos de acá para allá, dependiendo de nuestras agendas y nuestros presupuestos, para participar de las marchas, los desfiles y las fiestas que celebran la diversidad sexual. Este fin de semana va a tocar Miranda! en uno de los escenarios de la marcha de Madrid, la semana siguiente será el turno de Londres y, así, vamos a ir cubriendo todo el verano con carteles, glitter y, por supuesto, reclamos. Porque de eso se trata: de bailar y protestar, las dos cosas al mismo tiempo, en una época que ve ascender cada vez con más fuerza a partidos de ultraderecha que vienen por nuestros derechos.
El Estado de Israel no es la excepción en esta tendencia global. En su 75° aniversario, el país está patas para arriba desde enero porque el gobierno de Benjamin Netanyahu, aliado a partidos ultranacionalistas, ultrarreligiosos, homófobos y colonos, busca minar la independencia del Poder Judicial. La comunidad queer está a la vanguardia de las manifestaciones que se hacen todos los sábados a la noche porque es consciente de que es mucho lo que está en riesgo y de todo lo que tuvo que luchar para conseguir lo poco o mucho, depende de la lente con que se mire, que tiene hoy. Y el lugar pionero de la comunidad queer en la defensa de la democracia es reconocido por el resto de la sociedad, al menos por lo que se denomina como campo líberal, con acento en la i; en otras palabras, los sectores progresistas.
Cada semana, la bandera del arcoiris flamea junto a la bandera nacional, que se convirtió en símbolo de los reclamos por la preservación del Estado de Derecho. Por eso no sorprendió que este año, más que otras veces, los cánticos políticos se combinaran con las reivindicaciones de la comunidad.
En Israel, no existe el matrimonio civil. La única forma de casarse dentro del territorio es por la ceremonia religiosa del judaísmo ortodoxo. Y tampoco hay matrimonio igualitario, aunque el Estado reconoce matrimonios celebrados fuera. Hay esquemas de coparenting establecidos por ley, aunque para tener niñes por vientres subrogados también hay que ir afuera. La comunidad trans tiene algunos derechos, como la cobertura de hormonas por parte de las obras sociales, aunque denuncian que están creciendo los crímenes de odio. Otro problema es que siguen siendo legales las terapias de conversión, hechas muchas veces bajo el auspicio de rabinos ortodoxos. Sin embargo, o quizás por todo eso, la comunidad queer tiene decenas de organizaciones de defensa de nuestros derechos, empuja una serie de reclamos y, al menos en Tel Aviv, reconoce que hay un grado elevado de visibilidad. Por supuesto que no es suficiente y, en parte por eso, seguimos marchando y seguimos cantando.
En esta nota, vamos a hacer un paneo por las tres marchas más grandes que se hacen en este país tan pequeño, del tamaño de la provincia de Tucumán. Y vamos a ir en orden.
Oh, Jerusalén…
Si Jerusalén es la ciudad más importante para la religión judía, se puede decir que la movilización que se hace acá es la que tiene mayor peso simbólico. El 1° de junio se organizó la 22° Marcha del Orgullo y la Tolerancia, que se llama así porque el foco está puesto en la coexistencia, en que los sectores ultra entiendan que no hay nada de profano en que podamos vivir y circular en esta ciudad sagrada. De hecho, más de una vez quisieron suspender la existencia misma de la marcha y se pudo mantener gracias a un fallo de la Corte Suprema.
Hace ocho años, en la marcha de 2015, un judío ultraortodoxo asesinó a una adolescente de 16 años, Shira Banki. Este hecho fue un parteaguas para toda la comunidad y, a partir de ese momento, empezó a ir cada vez más gente, con medidas de seguridad que también fueron creciendo. Este año, por ejemplo, había sólo dos puntos de acceso y se podía ver policías y militares por todas partes. Si bien el número de asistentes fue récord (30.000 almas), en la calle se respiraba un clima de tensión porque el encargado de velar por la seguridad del acto, el ministro Itamar Ben Gvir, es una de las figuras públicas más homófobas. En 2005, cuando era un joven provocador sin cargo, fue hasta la zona del desfile para organizar “la marcha del orgullo de las bestias”. Decía que, si nosotres podemos estar orgulloses de ser como somos, lo mismo podrían decir los animales. De hecho, llevó animales de granja y los soltó en la calle.
Hombres con kipá, personas con carteles contra la ocupación en Cisjordania, gente religiosa, laica y atea, banderas en hebreo, árabe e inglés: sin dudas, la de Jerusalén es la marcha más política. A la hora de los discursos, se destacaron el de un rabino de la sinagoga queer de Nueva York, que recordó que cada ser humano es sagrado, y que la esencia del judaísmo está vinculada a la defensa de las minorías y disidencias; y el de una docente que lucha por los derechos de su hijo, un niño trans de ocho años que fue discriminado por los otrxs madres y padres de su colegio.
Tel Aviv, habibi, Tel Aviv
Pride Tel Aviv se dividió este año en dos: el jueves 8 por la noche se hizo la marcha por la costanera y el viernes 10 una serie de recitales en el Parque Hayarkon, durante todo el día. Los organizadores estiman que concurrieron alrededor de 200.000 personas y el tono fue distinto al de Jerusalén. Si bien se pudieron ver algunas remeras rosas contra el pinkwashing y la ocupación de Cisjordania, el clima fue más festivo.
En el evento que se organizó para la prensa ese jueves por la mañana, hablaron autoridades de la municipalidad de Tel Aviv y figuras públicas que vinieron especialmente para esto. Desde Los Ángeles, llegó la actriz y escritora israelí-estadounidense Noa Tishby, autora de un libro a favor de Israel y ex Enviada Especial para el Combate del Antisemitismo y la Deslegitimización del país. Era un cargo diplomático que le había dado el ex primer ministro Yair Lapid y que le revocó Netanyahu cuando se pronunció a favor de las protestas. Desde Miami, vino el actor y modelo israelí Eliad Cohen, muy conocido en la escena gay internacional por las fiestas que organiza en distintas ciudades del mundo. En diálogo con SOY, dijo que aprovechó para visitar a su familia pero que, sobre todo, vino porque no hay ningún Pride que se le parezca. También hubo influencers de distintos países europeos, como la española Oto Vans.
Entre cóctel y cóctel, este cronista se encontró con Aviv Agami y Khader Abu-Seif, una pareja formada por un judío israelí y un palestino de origen musulmán. Salen hace seis años y están filmando un documental sobre el proceso de subrogación de vientre que empezaron hace unos meses. “Estamos embarazados”, cuentan mientras repasan su historia de amor. Como argentino, no puedo evitar preguntarles por nuestras telenovelas que fueron furor acá hace unos años. El más entusiasta al responder es Khader, que dice: “Tenía quince años cuando vinieron los Erreway a Tel Aviv y los fui a ver dos veces. Aprendí algunas palabras en español, sí, pero para mí lo más importante que me enseñaron las novelas es que ser un poco dramático es algo valioso”. Amén, Khader, amén.
Antes y después de la marcha, hubo fiestas, fiestas y más fiestas, para todos los gustos. Una de las más importantes fue la que se hizo el sábado 10 con Offer Nissim, el DJ al que todos los israelíes rebautizaron como Offra, y que convoca a miles de personas en sus tres fiestas (¿o peregrinaciones?) anuales.
Avenida Moria, Haifa
“Nos encontramos en la esquina de la avenida Moria y la calle Tsafririm, a la vuelta del supermercado Mega”. Puede parecer un chiste, pero no: el punto de encuentro de la marcha del orgullo de Haifa fue en la avenida Moria. Resulta que Moria es el nombre de un monte de Jerusalén, y no un monte cualquiera: es el lugar al que subió Abraham para sacrificar a su hijo Isaac ante Dios. Y es el lugar en el que el rey Salomón construyó el segundo Templo, cuyas ruinas hoy son conocidas como Kotel o Muro de los Lamentos.
La avenida Moria, entonces, fue el lugar donde empezó la movilización en Haifa el pasado jueves 15 de junio. Política como la de Jerusalén, festiva como la de Tel Aviv, fue un punto medio entre los dos tonos, en la ciudad más mixta (judía y árabe) de todo Israel. Muchas personas circulaban con carteles contra la ocupación, equipos de natación queer repartían sus volantes, ex religioses promocionaban su organización y repartían arak, el licor de anís típico de este lugar y se podía escuchar a más personas hablando en español que en las otras marchas. Una lesbiana argentina a la que este cronista no llegó a interceptar corría de un lado a otro sacándose fotos con distintas banderas.
Sobre el final del acto, en el Parque de la Independencia, se presentó la Moria de ellos, Dana International. Dana fue la primera mujer trans en ganar el concurso de Eurovisión, en 1998, y es figura clave en la historia queer de Israel. Impecable a sus 57 años, bailó y cantó para un público que se sabe sus canciones de memoria y que, ante todo, la reverencia con una mezcla de admiración y agradecimiento.
A esa misma hora y en otra ciudad, terminaba la marcha del orgullo de Ramat Gan, en el conurbano de Tel Aviv. Y todavía quedan las marchas de Beer Sheva, Afula, Netania y otras ciudades más chicas de este país pequeño que tiene mucho para seguir cantando.