“Incluso quienes parecen felices tienen problemas”, reflexiona Stan Lee, su voz en off, en el documental que lleva su nombre y recorre su derrotero artístico al frente de Marvel Comics. Stan Lee, dirigido por David Gelb, acaba de estrenar en Disney+ y sostiene su hora y pico de duración con el relato de su protagonista, acaso una de las figuras más mediáticas que supo construir la escena comiquera estadounidense, incluso por encima de gurúes del rubro como Neil Gaiman o Alan Moore, y bien lejos del bajo perfil que cultivaron otros grandes del medio, como Bill Watterson o hasta su compañero en incontables páginas, Steve Ditko.
El documental (“especial”, definen desde la plataforma de streaming) parte desde la infancia de Stan “The Man” Lee, sus deseos infantiles de emular a Errol Flynn y sus aspiraciones de juventud de escribir la siguiente “gran novela americana”. Un balance posible, tras ver el material, es que obviamente Lee no consiguió escribir esa gran novela, pero logró otra cosa, quizás mucho más grande, que fue marcar la cultura popular de su época.
Lo curioso de la declaración que abre este artículo es que Lee no se la dedicó a sí mismo –que siempre se presentaba sonriente y triunfante- sino a sus personajes. El documental hace caso omiso a los conflictos que tuvo Lee durante su carrera. Nada se dice, por ejemplo, de los tiempos de zozobra financiera que atravesó la editorial –y que la llevaron a adoptar un modelo basado en el merchandising, que eventualmente la revitalizó-, y de sus postreras desavenencias con Steve Ditko y Jack Kirby, los otros dos pilares indispensables para el nacimiento de la editorial. Apenas hay menciones pasajeras que, además, quedan reflejadas sólo desde el relato de Lee. No sólo es su versión de los hechos, sino su versión de la posición de los otros. De Kirby hay un interesante cruce al aire en una radio regional norteamericana, en la que un desesperado locutor intenta calmar una discusión que sube de tono.
El recorrido por su vida y obra demuestra, de cualquier modo, una gran capacidad de inventiva de Lee. Sea cuando a los 17 quedó a cargo de Timely Comics hasta cuando usó las historietas para formar empleados administrativos del ejército estadounidense. La única anécdota de su vida privada también va en este sentido: si enamoró a una mujer que estaba bastante más allá de sus aspiraciones fue de puro caradura. Y los gustos de la pareja se solventaban con el valor de los cómics que Lee, en su rol de editor, se compraba a sí mismo como guionista.
Quizás lo más valioso del documental pasa por entender qué significó la revolución marvelita para el ecosistema de los cómics de superhéroes. Cuando Lee –y probablemente el género entero- se sentía estancado, antes de largar todo al cuerno, probó hacer “los personajes que me gustaría leer”. Los puso a combatir el crimen en Nueva York, porque era la ciudad que conocía, les dio problemas reales, buscó que reflejaran otras voces y experiencias de vida –y ahí está Spider-man adolescente, cuando nadie creía que un jovencito podía ser el protagonista-. Entendió que los villanos eran tan importantes como los héroes. A su modo, muy american way of life, también supo reconocer el potencial educativo e inspiracional de los cómics y buscó transmitir valores. Así aparecieron superhéroes negros como Black Panther, o los mutantes de los X-Men-. Buscó no tratar como idiotas a sus lectores. Y claro, funcionó.
En el proceso, el documental también retrata cómo se fue convirtiendo lentamente en una figura pública, y aunque no destaca su aparición como un personaje más en los cómics (dos por tres había que dibujarlo cual presentador de feria), sí muestra sus raíds televisivos, hasta que salta a la etapa del universo cinematográfico y sus infinitos cameos. Esta parte del material de archivo rescata un poco la parte visual del especial que por momentos se vuelve chato con el recurso de usar unas maquetas 3D para representar el ambiente de las editoriales de la década del ’60 y ’70.
Aún con estas salvedades y un remate más digno de poster motivacional que de lectura profunda de un legado cultural, la perspectiva histórica y la comprensión de su impacto en una cultura pop global permiten entender los abrazos y miradas que le dedican en el material de archivo figuras como Robert Downey Jr. o Brie Larson.