Si algo huele mal en Dinamarca, y desde hace tanto tiempo, puede ser divertido que los motivos de ese hedor sean narrados por bufones. Y más si son Los Macocos, que cambian el punto de vista de la tragedia que vive Hamlet para contarla desde cuatro artistas que solo buscan trabajar para poder comer. Porque en Maten a Hamlet están los personajes y las intrigas que Shakespeare escribió hace casi cuatro siglos pero a través de la historia de estos bufones que quieren llegar al castillo de Elsinor para que Yorick, la famosa calavera que había sido bufón de la corte, les de trabajo. Claro, no sabían que había muerto años atrás. “Si lo pensás, la calavera era un bufón, y ese es un género puro de la comicidad”, explican a Página/12 el cuarteto macoco Daniel Casablanca, Gabriel Wolf, Marcelo Xicarts, Martín Salazar y el director Sebastián Irigo

“Ver cómo se cuenta la historia de esa calavera nos permitía meternos en la historia y ver las peripecias que suceden en ese castillo”, adelantan los actores sobre lo que puede verse los viernes a las 19.30 y los sábados a las 22.15 en el C.C. de la Cooperación (Av. Corrientes 1543).

Maten a Hamlet es una obra que rodea al texto original. Lo aprovecha para construir una nueva historia y mostrar cómo viven los dramas cortesanos aquellos que sueñan con poder cenar. Una especie de Biografía de Tadeo Isidoro Cruz teatral. “Lo que hicimos fue ir bordeándola y atravesarla donde se ve que estos personajes son responsables de algunos desenlaces que no están definidos en la historia, por ejemplo: ¿por qué muere último Hamlet? Esas cosas nos parecían muy graciosas”, afirma Xicarts. 

Salazar cuenta que “Daniel vino con la idea de presentar nuestro Hamlet en el San Martín pero no pudo ser porque ya había una versión más seria de Hamlet. Bueno, más seria no: seria directamente...”, bromea y asegura que lo que pudieron hacer a partir de Hamlet es “ponernos en un lugar donde el humor estaba contextualizado por lo histórico, por personajes conocidos, por una historia que más o menos sabemos el argumento”.

-Es una obra inspirada en un texto de 400 años, y sin embargo lo que plantea sigue teniendo actualidad. ¿Qué tiene un trabajo así para decir hoy?

Martín Salazar: -Con los clásicos podés tocar temas muy actuales con una perspectiva mucho más amplia, sin hacer una referencia directa a algo que esté pasando en ese momento. Hamlet tiene un montón de lugares desde dónde agarrarlo, y según cada época se hace desde distintos lugares. Hoy, la idea del patriarcado con el papá de Hamlet, don Hamlet (risas), que viene a decirle al hijo con un mandato patriarcal y lo obliga a hacer algo que el hijo no está dispuesto a hacer. O como tratan a Ofelia Hamlet, Polonio y Laertes. Es un reclamo súper actual pero está escrito cuatro siglos atrás.

Marcelo Xicarts: -Nosotros, al tomarlo desde el lado de los bufones, trabajamos la temática de los artistas de todas las épocas, que es conseguir laburo, casa y comida. ¡Que les paguen! Los bufones están muertos de hambre toda la obra, nunca llegan a comer, nunca llegan a cobrar, nunca llegan a actuar completo...

M.Z.: -Y al mismo tiempo siempre burlándose del poder. Siempre reírse del poder.

Daniel Casablanca: -Es típico del clown, como Los Tres Chiflados, Los cinco grandes del buen humor o Abott y Costello metiéndose en lo clásico. Y desde nuestro lenguaje la idea es desacralizar, hacerlo popular, en el mejor sentido reventarlo.

M.X.: -Yo no hablaría mucho más de Shakespeare porque él nunca habló de nosotros…

Esa adaptación convirtió la tragedia original en un vodevil en el que Los Macocos dialogan con el autor inglés, ofreciendo una comedia de enredos en la que se lucen dándole cuerpo a distintos personajes cada uno con actuaciones precisas, en las que ellos también se divierten sobre un escenario dispuesto con tres retablos, unas piedras y calaveras. Estos elementos le sirven al cuarteto para construir distintos espacios y una fluidez de movimientos entre adentro y afuera de escena. Eso le otorga dinámica al espectáculo. “Los Hamlet que veíamos eran muy solemnes, y es una obra con mucho humor”, apuesta Salazar, quien agrega que, mientras trabajaban en el texto, “la leíamos y nos reíamos, y eso que es difícil reírse leyendo. ¡Está llena de chistes! Lo que pasa es que son chistes ingleses, y de hace 500 años...”, y confiesa que “hay algunos que pusimos y no nos creen que son de la obra original, como el de los políticos que cambian de bando. ¡Ese es de Shakespeare! Está textual, pero creen que es un agregado nuestro”, suelta.

El nuevo texto es desarrollado a partir de artistas que recorren los caminos tratando de hacer lo suyo para poder comer. Y si bien a veces el destino les pone obstáculos o les abre posibilidades que los alejan de su deseo artístico, ellos insisten jugándose su suerte en la profesión que eligieron. “Yo solo puedo hacer reír, y aunque me parezca inútil eso me hace feliz”, dice uno de los bufones sobre el escenario. “Creo que cualquier artista lo hace fundamentalmente porque le gusta”, reflexiona Irigo. “Esa es la mayor libertad que se puede tener. Después, si eso impacta más o menos en la billetera es una circunstancia”, resalta, y Salazar afirma que se identifican con esos personajes, “porque después de tantos años de grupo, después de las tragedias que hemos vivido como Macocos, los tipos siguen en el camino. Termina la obra y no se quedan en el castillo lamentando la tragedia, como hace Horacio por la muerte de su amigo. Otra vez al camino, y a actuar a otra parte. Hay algo que nos representa a nosotros como banda de teatro”, se entusiasma.

-Cuentan el drama de Elsinor desde el punto de vista de cuatro bufones hambrientos, lo que también es una tragedia, pero con comicidad. ¿Por qué decidieron ese cambio? ¿Qué es el humor para ustedes?

D.C. -Es el lenguaje que nosotros tenemos para contar lo que sea. Hamlet es una excusa para pensar. Utilizamos el humor no para el chiste, sino que usamos el humor para proponer una manera de plantear esa realidad y que el espectador se sienta cómodo con eso y pueda reflexionar con nosotros. El humor es una herramienta.

Sebastián Irigo: -Se cambia el punto de vista, y la tragedia no es tal porque no los atraviesa a ellos. Su tragedia es que están muertos de hambre, pero la de la obra es que mataron al padre de Hamlet y desde el Más Allá le exige venganza. La de nuestra obra es lo que le pasa a los bufones. ¡Que se haya muerto el padre de Hamlet no les importa! Ellos quieren comer.

Gabriel Wolf: -Pero si un artista callejero, después de laburar, va a levantar el sombrero y se le cae toda la guita por la alcantarilla, ¿qué es? Una tragedia, pero lo primero que te pasa es que te cagás de risa. Ese es el punto de vista: pensás que lo que está pasando es una tragedia, pero al mismo tiempo te reís.

Un poco de historia

 

Los Macocos se conformaron en 1985, cuando Casablanca, Wolf, Xircats y Zalazar se conocieron en Escuela Nacional de Arte Dramático. Toda su trayectoria corrió en paralelo con la recuperación democrática, iniciada en el marco de la explosión artística y cultural de aquellos años ´80. Wolf ve cambios de arranque: “Empiezo por lo básico: el público creció de dos maneras: en edad y en volumen. Al principio venían solo familiares y amigos”, señala, y Salazar recuerda “cuando pasábamos la gorra y actuábamos en la calle o plazas a las 2 o 3 de la mañana, y años después elegimos horario o podemos estar en un teatro de la calle Corrientes”. Por su parte, Xicarts destaca que “cuando arranca la democracia fue un renacer. Con Los Macocos y tantos grupos más en esa época ocupamos un lugar que tenía que ver con el clown, con la comedia, con el teatro físico, en contraposición con el teatro más político y contestatario, que hizo mucha falta y fue tan necesario durante el Proceso”, analiza. “Nosotros fuimos bien recibidos por el público, no así por muchos contemporáneos que hacían teatro serio, de protesta”, compara, y Casablanca concluye: “Hace 40 años éramos jóvenes, pero hacemos siempre lo mismo. Seguramente, en estos años hemos sintetizado y profundizado un estilo, un código y una ideología.”