Perteneciente a la comunidad mapuche-tehuelche Ñamkulawen pero nacida en un pequeño barrio cercano a Comodoro Rivadavia, Liliana Ancalao es una mujer que representa la síntesis histórica entre la búsqueda de una identidad originaria y su reconstrucción a voluntad artística y la escritura poética. 

Tejido con lana cruda y Mujeres a la intemperie (pu zomo wekuntu mew) son dos de sus más reconocidos poemarios escritos en la lengua castellana, y claro, traducidos por ella misma a la lengua madre: el Mapudungún. Fue convocada como figura en el festival ”Imaginación Política” del Proyecto Ballena que se realizó en Buenos Aires en el marco de los 40 años del regreso de la democracia.

“Yo siempre me defino como aprendiz”, dice Liliana para comenzar a charlar. Su discurso se vuelve ancestral, sabio: conjuga mágicamente el peso y el tiempo lento en cada palabra.

“Nos asignaron identidades, así como también territorios a los lonkos, esos líderes que pudieron hacer negociaciones y pactos con el Estado. Claro que hubo quienes no tuvieron tanta suerte y que deambularon como mendigos en el espacio, bueno, y se fueron acomodando como pudieron”, cuenta Liliana sobre cómo afectó el genocidio y el despojo territorial a su pueblo mapuche consumado en 1885.

Su abuela Roberta Napaiman nació en un territorio asignado. La generación de sus padres es la que se vio obligada a migrar a las ciudades para poder trabajar y brindar educación a sus hijos. En ese contexto, la poeta hizo la carrera de Letras en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. El mundo poético y el recuerdo de las vacaciones en las tierras de su abuela le permitieron volver poco a poco a saber quién era en realidad.

Liliana Anacalo tuvo que ir en la búsqueda de sus orígenes indígenas

La época de la desmemoria

Su padre trabajaba como obrero de una empresa petrolera y su madre como empleada doméstica. Ambos querían progresar, al modo capitalista de vivir en una ciudad y ya habían incorporado. En la intimidad familiar la cultura siguió circulando en la comida, los tejidos, los remedios caseros. “Yo nací en una etapa que en algún momento llamé "la época de la desmemoria", pero ahora en el proceso de mi búsqueda me doy cuenta de que no era una desmemoria en realidad, era una memoria censurada”, recuerda Ancalao sobre el camino de regreso. “Desde niñas en la ciudad sufrimos la estigmatización del color de nuestra piel sin saber de dónde provenía esa estigmatización. Sabíamos que éramos pobres. Iba más allá de una cuestión de clase, pero no terminábamos de entender”, relata la poeta sobre su infancia.

Ancalao transitó su adolescencia y su carrera en la época de la dictadura. Para ella la historia de nuestro país estuvo muy vinculada con la historia de los pueblos originarios, “los militares en su historia fueron probando métodos de tortura y desaparición con nuestros hermanos”, dice. Su camino de regreso comenzó después: “más o menos con el advenimiento de la democracia es que pude armar, así como encastrar piezas que andaban sueltas en mi historia”. Cuenta que un día fue con su hermana a ver el documental en el que un investigador mostraba imágenes de un Camaruco, se llamaba Mario Silva. “En ese documental encontré lo que yo había escuchado de mi mamá y de mi abuela en la infancia en Cushamen, cuando íbamos en las vacaciones escolares”, y agrega: “ahí me cayó la ficha: ¡yo era Mapuche!

yo a las palabras las pienso / y las rescato del moho que me enturbia / cada vez puedo salvar menos / y las protejo

son la leña prendida de atahualpa/ que quisiera entregar a esas mujeres/ las derramadas las que atajan sus pájaros

Recorrido espiritual

Docente de escuela secundaria y también directora, Liliana comienza su carrera como escritora e investigadora al mismo tiempo que emprende el viaje a la búsqueda de sus raíces, lo que ella llama “un recorrido espiritual”. Comenzó a investigar y a hacerse parte de movimientos de artistas que buscaban recomponer la música y la poesía patagónica. “Yo siempre hablo de mi memoria de la infancia como la memoria base. Lo que yo escuché, viví, cuando iba de vacaciones a la casa de mi abuela Roberta en Cushamen. Todo lo que vino después en mi juventud fue algo así como juntar piezas de eso que yo había escuchado, sumado a lo que empezaba a experimentar, a pasar por el cuerpo”.

hasta cuándo aguantaremos/ pará la lluvia dios es demasiada / no la bebe la tierra se atraganta

y somos casi nada/ trazos de tiza borrados por el agua

En su libro Mujeres a la intemperie, Liliana relata la experiencia del encuentro con ella misma. Esa primera vez que participó de una ceremonia mapuche en un Camaruco en 1995. “Me sumé a los rituales, recordé lo que me decía mi abuela en el cuerpo. Los cantos sagrados, los seres, las danzas, mi encuentro con el querido mapudungún, recuerda. El año anterior ya había conformado una comunidad Mapuche-Tehuelche con otros que también deseaban retomar contacto. “Fue un momento trascendental en mi vida”.

después de unos siglos el sol abrió las nubes/ la voz gastada de meridiana epulef/ levantó el taill del cauelo

“No sé cómo surge la poesía en cada persona”, sigue Liliana sentada en su humildad y reflexiona sobre su arte: “ante el asombro o el dolor uno encuentra en las palabras el instrumento, la herramienta que mejor le queda”, dice. Escribir sobre el trabajo cotidiano, hacerle frente a un jefe patrón, el dolor que expresa el llanto de ancianos que cuentan historias. La poesía de Liliana busca llegar a la apariencia de esos rostros amados, y que en sus poemas siempre aparecen la búsqueda de esa libertad, esa ternura, ese amor de su pueblo, por su tierra.

pensé que dios podía ser ese arco iris/ o los caballos en fila

moro zaino pangaré tostado bayo/ saludando al horizonte despejado/ huele tan bien la tierra después del aguacero

Liliana Ancalao visitó Buenos Aires invitada por el festival Proyecto Ballena, del Ministerio de Cultura de la Nación. En ese marco conversó con la investigadora Karina Bidaseca y luego ofreció un recital poético en el C.C.Borges. Foto: Guido Limardo.


Un feminismo dual

“Yo nací en los 60 y creo que siempre fui feminista” asegura Ancalao mientras cuenta que jamás dejó de trabajar y núnca aceptó llevar el apellido de su marido “ser la señora de”. Lo mismo hacen sus hijas, afirma. Pero hay algo que la marca dentro de un colectivo más amplio, ni varón. ni mujer “no pasa por ahí”.

Confesó que entre las principales cosas que hizo que amara su lengua materna, el Mapuzungún, es su posibilidad de conjugar un pronombre dual. “En este idioma hay una profundidad con la cual se nombra al mundo concebido como lo que es: dual”, afirma. Además de los pronombres personales singulares: yo, tu, él, ella; y en plural: nosotros, vosotros, ellos, este idioma encuentra una configuración para referirse al par, los pronombres duales: nosotros dos, ustedes dos, ellos dos. De forma más amplia, inclusiva, expandiendo las posibilidades del lenguaje. También recuerda su primer embarazo, que fue definido con una de las primeras palabras que aprendió de su lengua: Iñchiu (nosotras dos). Para Liliana el Mapuzungun es su Lawen (medicina).

aprendices de machi las mujeres/nacemos así al rocío

listas para mirar los barcos que se pierden/ descalzas a la neblina antes de que amanezca/ nervaduras de lluvia nuestras manos/ levantadas al cielo

Liliana se cree y asume que es parte de una minoría: “cuando una se autoasume con una identidad distinta, está diciendo, bueno, yo pertenezco a una minoría, y desde acá me paro, y desde acá hablo, y desde acá hago arte”. Ser mapuche es estar en lucha, en recuperación y ser parte de una minoría que se abraza con otras tantas que componen nuestro río social. Liliana se cruzó por primera vez con Camila Sosa Villada en una lectura, “muy picuda”, la define. “Nosotras estamos en la misma”, recibió con determinación de Camila en esa oportunidad. “Lo que surge enseguida es una empatía entre minorías, una compasión en el sentido etimológico de esa palabra, de comprender enseguida al otro. Quien ha sufrido la discriminación sabe de qué se trata. Y también hay cierto enojo cuando eso no sucede”, reconoce la escritora.

Cosmovisión natural

Ya nadie duda de que el mundo entró en una fase de autodestrucción. Aunque la partida ganada es del capitalismo feroz que nos come día a día, cada vez más los humanos van en búsqueda de lo primitivo: el cielo, la tierra, retomar raíces y ver naturaleza para sentir calidad de vida. “Los pueblos originarios del mundo ya han dejado manifiesto esta construcción del mundo en la que somos parte de los elementos de la naturaleza, donde el hombre no es el centro”, repasa Liliana y agrega: “tenemos que respetar a todos los seres visibles e invisibles del territorio. Esa la única manera de convivir”. La metáfora de la red y del tejido, el cultivo de la propia tierra, rituales a la luna o al sol, cosas que quienes no son parte de esa minoría originaria hoy también incorporan, buscan creer ante el desasosiego del mundo: ver en la naturaleza la deidad.

“Lo más difícil es llegar a los lugares donde está el poder económico porque el poder político parece estar derrotado” dice la poeta mapuche y agrega “no sólo los pueblos originarios, sino todos tenemos que ver cómo llegamos al poder económico para que realmente haga acciones que puedan cambiar esta realidad tan preocupante que estamos viviendo”. La paradoja antes de finalizar. “La sociedad se escandaliza porque ve por televisión a una comunidad que recupera quince hectáreas, pero no se escandaliza cuando un empresario se hace dueño del Lago Escondido”, concluye. Día a día las y los mapuche intentan recuperar territorios, los lagos, los recursos naturales, nuestra naturaleza. Sólo son sistemáticamente condenados.

“Casos de Pewma”

No me tocan los Pewma

venidos de la tierra

es que no soy correspondida

porque vivo en la ciudad

ni corazones que palpitan

tirados en la arena

ni choiques de plumas azules

sólo merezco laberintos

mapas

calles sin nombre

y miedo de no llegar a tiempo

como esa vez que iba a viajar

y el Pewma me encerró

en una esquina sin salida

fue su modo de avisar

que no me aleje

le hice caso

y me quede

rondando el mundo

que latía en el vientre de mi hija

y entonces pude estar presente

cuando se abrió la puerta del asombro

y fui testigo

plena

de ese niño de los minutos nuevos

de los recién nacidos padres

Desiderio

alojado en mi casa de pueblera

se sueña

en el campo

anda sereno a caballo

aparta unos novillos

muy cerca del río

pero también me cuenta de este sueño:

−un gato me atacó

se me prendió con las uñas al estómago

y lo agarré con fuerza

lo desprendí

y lo tiré

bien lejos−

pienso que el Pewma le avisa de peleas

y le digo señalando

el tejido circular que colgué del cielo raso

−papá

¿ ves? este es un atrapasueños

de la gente cherokee

una red que no deja pasar los malos sueños−

−pero a éste no lo atrapó!

siguió de largo!−me dice

mientras señala el piso

−igual

crucé las alpargatas

para que no se cumpla.

Poema de su libro Rokiñ, provisiones para el viaje