Una lista para el título de la 53º Jornada de la Escuela de la Causa Freudiana. Esto es inusual. El maestro reconocido del arte de la lista fue Georges Perec, una inclinación que compartió con el grupo de escritores y poetas llamado Oulipo, Ouvroir de Littérature Potentielle. Esto les va como anillo al dedo a los psicoanalistas de orientación lacaniana que, desde lalengua hasta los discursos, pasando por los Escritos y los Seminarios, visitan el decir por el significante, la significación, la gramática, la sonoridad, el equívoco, la moterialidad... En definitiva, dispara todas las potencialidades que ofrece el lenguaje.

El decir, ese es el objetivo común de esta enumeración. Sí, pero ¿qué decir? Porque, como afirma Lacan, “no en todo discurso un decir viene a ex-sistir”. Se trata del decir que Freud, el primero, atrapó por la invención de la asociación libre y el diván. Orientarse en este decir implica captar lo que no se escucha decirse, o lo que sólo se dice para no ser escuchado: ya que de este decir, no quiero saber nada al respecto.

Así que vamos a dar a esta lista su alcance completo y visitarla.

En 1900 Die Traumdeutung, La interpretación de los sueños, fue publicada en Viena. Ya está presente ahí la transferencia por una dirección singular y un nombre: Fliess. Un primer sueño se despliega con precisión, el de la inyección hecha a Irma, que constituye el modelo de interpretación freudiana. Este último, de hecho, da la espalda a toda la hermenéutica anterior. Centrándose en un relato, separa, uno a uno y sucesivamente, cada elemento. Mediante la metáfora y la metonimia, se construye una cadena que lleva a Freud al final de su trabajo de interpretación a afirmar que el sueño es la realización de un deseo. El deseo inconsciente es un enigma cuyo sentido sexual sólo puede cruzar la barrera del decoro mediante un cifrado.

Interpretar es, por lo tanto, descifrar significantes. En la enseñanza de Lacan, este cifrado/desciframiento en el que consiste la interpretación, llevará al psicoanálisis hacia la cibernética. Lacan menciona la máquina de Turing, gran matemático al que tanto se debió la victoria contra el nazismo, precisamente gracias al descifrado. Por cierto, agreguemos que, debido a su homosexualidad, Inglaterra no celebrará a Turing, que murió en 1954, sino en 2013. Había salvado al mundo del fascismo, fue recompensado con una elección forzada: prisión o castración química. El goce no se mezcla bien con los semblantes.

La escansión nos conduce a otro universo, el del ritmo y el tiempo, el del sonido. Escandir implica la musicalidad que habita en toda lengua. Del silencio al grito, en esta serie que es la palabra, se trata de estar atentos a las modulaciones de la voz, a los tonos: asertivo, vacilante, quejumbroso, reivindicativo... Por el lado del analista, la escansión es una interpretación que pone a trabajar el silencio del analista.

La interpretación y la escansión pertenecen a lo que Lacan, en Posición del inconsciente, llama las dos operaciones fundamentales de causación del sujeto. La primera trata el deseo a través de la metáfora, cuando la separación -que Lacan recuerda que Freud había llamado Ichspaltung- organiza la escansión del discurso del analizante por la metonimia para alcanzar el deseo.

Pero entonces, ¿qué decir de puntuar y cortar? Las operaciones así designadas parecen competer más aún de la separación, ya que ellas atacan la cadena significante que surge de la asociación libre. Puntuar: ¿cómo no pensar en el punto, el punto y coma, los puntos suspensivos -que siempre van por tres-, el signo de exclamación, el signo de interrogación, la coma, los paréntesis, las comillas, los corchetes, la barra, el guión, los dos puntos, el asterisco y los que me olvido? Estos son los signos que separan y guían cualquier lectura. En la dimensión del tiempo se articula la del espacio, la dimensión de lo múltiple, la del Uno, la dimensión de los vocablos, la de la voz. En El Seminario, libro III, basado en una lectura precisa, siendo moterial, de la tragedia de Racine, Atalía, Lacan destaca en la escena del diálogo entre un cortesano, Abner, y el Sumo Sacerdote, Joad, lo que él llamará el punto de capitón, acentuando la fuerza del punto, este signo capital de puntuación. Verso tras verso, surge una acumulación de palabras del mismo campo de significación -desde la masacre hasta el temblor, el miedo, el exterminio- hasta que esa expresión última, el temor de Dios, sale de la boca del Sumo Sacerdote que, cancelándolas todas, puntúa la posición subjetiva del Sumo Sacerdote. El punto de capitón, todavía llamado significante-amo es por lo tanto el resorte de toda puntuación analítica. El analista debe identificarlo en cada sesión. Pero es necesario enfatizar que, al asociarlo con los significantes, la puntuación introducida por signos, en cualquier texto, no fue leída, la dimensión de la voz, este objeto a lacaniano.

¿Y cortar? Un hilo, una cuerda o un cordón (umbilical)... Vamos a la deriva a Alejandro Magno que, en el año 333 a.C., cortó con una espada lo imposible, entonces representado por el nudo gordiano. Cortar apela a la dimensión de lo real y, por lo tanto, el corte es un acto. Este es el resorte fundamental del psicoanálisis. La palabra y el discurso son sin límite en los parlêtres, ya que son las condiciones de todo lazo social, así como un modo esencial del goce, el goce del sentido. Pero el psicoanálisis, jugando con el anudamiento de los tres registros del decir, puede alcanzar por el corte, es decir, por el acto analítico, el deseo, tal como se afirma en lo real del síntoma.

Como en un rodaje de película, concluyo este pequeño texto con esta palabra: ¡Corte!

*Brousse M.-H., Interpréter, scander, ponctuer, couper - J53 (causefreudienne.org). En Psicoanálisis Lacaniano 19/06/2023.