Una represa prehispánica construida en los Andes por la cultura de los huaylas --anteriores al dominio inca--, fue recuperada y hoy abastece a las comunidades peruanas de Áncash. Fue reinaugurada esta semana. Se trata de Ricococha Alta, una represa ubicada en la Cordillera Negra del Perú, recuperada de la maleza y el desuso por un equipo liderado por Kevin Lane, investigador del Conicet con trabajos de recuperación arqueológica en el NOA y en los Andes Centrales. Por eso está en Perú y desde allí confirma: “Somos arqueólogos y quisimos restaurar la represa de manera que fuera lo más parecida a como se veía en el pasado. Y lo hemos hecho”, se alegra.
Ricococha Alta fue construida por los huaylas y recuperada por los incas entre 1400 y 1532, un período de cambio climático donde los Andes se volvieron más cálidos y secos. Faltó agua y esta represa fue decisiva. Como hoy, cuando vuelve a proveer agua a los habitantes de esa serranía, a 70 kilómetros de la costa peruana del Pacífico, describe Lane, quien ostenta una singular doble nacionalidad; argentino-británica. Y una fuerte vocación: trabajar en “tecnología hidráulica” relata a Página/12, desde Perú.
Además, se estima que en la Cordillera Negra de los Andes norcentrales podría haber restos arqueológicos de más de 200 estructuras de represas prehispánicas.
“Rehabilitar una represa prehispánica es mucho más económico que construir una represa moderna de cemento, son más resistentes a movimientos sísmicos y, además de satisfacer necesidades de agua de las comunidades, se logra preservar patrimonio arqueológico”, destacó Kevin Lane, líder del proyecto e investigador del CONICET en el Instituto de las Culturas (Idecu, Conicet-UBA).
“Hoy podemos intervenir y refaccionar estas represas, porque son cientos, y dada la falta de agua y el cambio climático que sube en intensidad y nos afecta enormemente, acá hay soluciones”, destaca. En la cultura huaylas “hubo explosión de represas entre el siglo VIII y el XII por el fuerte cambio climático" confirma sobre el evento llamado Anomalía climática medieval. "Subió la temperatura entre 4 y 6 grados y faltó agua. Por eso se hicieron más represas” explica. “Acá en la Cordillera Negra, donde no hay glaciares en las altas cumbres --por eso son “negros” sus cerros-- y donde el agua escasea, esto se construye para aguantar la poca agua de lluvia que llegaba” grafica.
Y agregó que encaró la rehabilitación de la represa con mano de obra y técnicas de construcción locales, con piedra y arcilla; además de geomembrana en el interior de núcleo para mejorar el represamiento de la estructura.
Así, los huaylas primero y luego los incas aplicaron sistemas de represas para obtener agua. De hecho “las ultimas represas --señala Lane--, son de principios del XVI, pero con la llegada de los españoles, y el gran declive de población que esto produce dejan de hacerse”. Se refiere a “los primeros 100 años de contacto” entre indígenas y europeos. “Entre 1532 y 1630, decae la población un 90 por ciento, en en Sudamérica”, puntualiza.
“Haremos un relevamiento detallado de todas estas construcciones. Por un tema de acceso y otros factores, estimamos que un tercio podrían ser rehabilitadas”, afirmó Lane quien realizó su doctorado en Arqueología en la Universidad de Cambridge en 2006 y se especializa en arqueología histórica, tecnologías hidráulicas antiguas y otros temas. La restauración de la represa requirió de 120 mil dólares donados por la Fundación alemana Gerda Henkel.
Para Lane, doctor en antropología y director del Proyecto de Rehabilitación de Represas Andinas de Alta Montaña --financiado por la fundación alemana Gerda Henkel--, "la tecnología hidráulica de las represas en el pasado era integral". Y se acompañaba de otras tecnologías: “Terrazas y canales de irrigación que ayudaban a esparcir el agua de las lagunas". Recuperar estas obras significa no solo agua, que en este caso llega de manantiales y lluvias, también una cultura ligada a la vida, la salud humana, la protección del medioambiente y un mayor desarrollo económico enfatiza Lane.
"La concepción de la tecnología hidráulica y de las represas en el pasado era mucho más integral; las represas estaban arriba de lo que sería todo el sistema, pero había otras tecnologías como terrazas, amunas y canales de irrigación que ayudaban a esparcir el agua que salía de las lagunas", señaló Lane a Télam.
La planificación para hacerlo demandó dos años, pero la obra solo "cinco meses". Se terminó en junio de 2022. Pero debía pasar un año de monitoreo para ser inaugurada formalmente. Para eso, se rehabilitó la estructura hidráulica recuperando técnicas de construcción ancestrales, aunque se agregó una geomembrana. "Y durante la obra aprendimos técnicas prehispánicas de construcción” detalla.
Las comunidades
Las comunidades indígenas “tenían una relación con el agua mucho más estrecha que la que tienen en la actualidad" sostiene Lane. Esta relación con el agua produjo también estructuras más acordes a esos usos y costumbres y a esa geografía: Áncash es una de las regiones más sísmicas de los Andes. "Pero la técnica prehispánica --advierte-- es de construcciones flexibles. Muchas represas que no fueron rehabilitadas ni recibieron mantención durante siglos continúan almacenando agua de lluvia hasta hoy".
“Obviamente pasaron 500 años y no siempre se puede represar el agua y mantener la obra, pero en este caso lo hicimos. Algunos trabajos tecnológico se hicieron además de sacar la maleza, sacamos el núcleo para poner la geomembrana y lo repusimos con arcilla y grava. Y donde colapsó el muro repusimos las mismas piedras que estaban caídas en la zona. Entonces funciona, y se ve como antes”, se enorgullece.
En la zona “hay 18 represas de agua”, indica. Y añade: “Algunas intervenidas con cemento, pero 14 todavía prehispánicas que al ser de piedra y arcilla, se mueven con el sismo pero luego se asientan, son más flexibles que el concreto”, explica. De ahí la decisión de recuperar la ingeniería de las obras originales.
Aunque un ciclón pasó por la región, Ricococha Alta funciona. Y lleva 30.000 metros cúbicos de agua sana para 1.200 personas, y las tareas agrícolas de las comunidades de Cajabamba Alta y Putaca. En Cajabamba se utiliza para los campos de alfalfa que alimentan al ganado, ya que la comunidad tiene una fábrica artesanal de quesos. "Es lo que venden y les da ingresos que distribuyen entre todos, es una comunidad unida y reparten los recursos como comunidad" se admira Lane, y lo comparte.
La obra hídrica
La construcción de una represa de cemento para las comunidades del lugar requería un presupuesto de un millón de dólares. Rehabilitar Ricococha costó 120 mil dólares, aportados por la Fundación Henkel. El resultado superó las expectativas y puede significar "la rehabilitación de más represas prehispánicas como parte de la solución al cambio climático por el que los pueblos de los Andes sufren de un alto estrés hídrico". Se estima, de hecho, que cientos de represas huaylas podrían recuperar su utilidad.
"Dirigir la rehabilitación de una represa siempre fue mi sueño, porque siempre quise dar algo de vuelta a las comunidades y qué mejor que agua", indicó Lane, quien se especializa en arqueología histórica y en arqueología del paisaje, ecología política, hidráulica y comunidades ancestrales, la identidad y las fronteras, en el impacto del contacto indígena-europeo y en el período de la colonización. Toda una formación destinada a tender puentes, entre el pasado y el futuro, desde la actualidad.
En este contexto, Lane, investigador por el Conicet en el Instituto de las Culturas (Idecu, Conicet-UBA), sostuvo que “este tipo de sistema hídrico también existe en Argentina y en un futuro podríamos refaccionar las represas hídricas del noroeste argentino”.
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