El prólogo de Una femmina, el código de silencio, muestra el desconcierto de una niña que, por cuestiones lógicas propias de la edad, no logra comprender cabalmente aquello que está ocurriendo. Hay un llamado telefónico de la abuela paterna y un regreso apresurado de su madre, que por alguna razón había permanecido a resguardo, oculta en otro lugar. Muchos años después, Rosa recordará de manera muy difusa los eventos de aquella noche fatídica. La noche en que su madre murió, aparentemente por decisión propia. Pero, ¿acaso los miembros más cercanos de la familia le han estado mintiendo durante todo ese tiempo?
La intuición, transformada eventualmente en descubrimiento fehaciente, es lo que llevará a Rosa (notable debut de la actriz Lina Siciliano, cuyo rostro transmite una rabia incontenible ante propios y ajenos) a rebelarse contra su propia familia, miembros desde hace varias generaciones de la ‘Ndrangheta, la violenta mafia enquistada en la sociedad de Calabria. Habitante de un pequeño poblado rural en el interior de esa región del sur de Italia, Rosa ha vivido desde siempre bajo los mandatos patriarcales de su tío y su abuela, siguiendo asimismo un poderoso código de silencio.
Con el correr de los minutos, la ópera prima de Francesco Costabile –que posee más de un punto de contacto temático con la reciente A Chiara, de Jonas Carpignano– comienza a transformar el sometimiento puntual de esa joven en un grito de hastío general ante el estado de las cosas. En otras palabras: es el punto de partida de una traición a su propia familia y, al mismo tiempo, a la famiglia, a la organización criminal que ha dominado indirectamente su existencia desde el día de su nacimiento.
Estrenada en el Festival de Berlín, Una femmina, el código de silencio (ver crítica aparte) llega a los cines argentinos este jueves 22, la historia de una rebeldía surgida del dolor y bajo el más sepulcral de los silencios. “La película está basada muy libremente en el libro de investigación de Lirio Abbate, Fimmine ribelli, que reúne varias historias de mujeres que se rebelaron ante la 'Ndrangheta durante los últimos veinte años, por supuesto todas ellas basadas en hechos reales”, afirma Costabile en comunicación exclusiva con Página/12, en un italiano pausado y fácil de comprender. “Por supuesto, también puedo hablar en el dialecto de mi región”, dice entre risas el realizador, nacido hace 42 años en la región calabresa de Cosenza.
“Partimos del libro para construir un relato que se articula de forma cinematográfica, con los instrumentos de la ficción, a partir de un único personaje central. La película parte de un hecho real, la historia de Maria Concetta Cacciola. La secuencia que abre Una femmina, que transcurre en el pasado y reconstruye el fatal destino de la madre de la protagonista, está inspirado en su muerte. Incluso el llamado telefónico que puede oírse está basado en la realidad: es una interpretación ficcional de una llamada interceptada por la policía. A partir de todo eso, y a través del personaje de Rosa, intentamos lograr una síntesis de varias historias que le dan cuerpo a un relato de venganza, de amor y pasión, y también de rescate de un universo femenino: las víctimas de la 'Ndrangheta. En resumen, Rosa reúne muchos hechos y situaciones reales”.
-A diferencia de lo que ocurre con la 'Ndrangheta, el cine y la televisión le han dedicado muchos esfuerzos a describir la mafia siciliana, bajo una mirada muchas veces romantizada. Sin embargo, durante los últimos años han aparecido películas como Una femmina y A Chiara.
-En efecto, en estos últimos dos años se ha concentrado la atención no sólo en la 'Ndrangheta sino también en el universo femenino dentro de la organización. Es un punto de vista absolutamente nuevo en el cine italiano. Además de la película de Carpignano y la mía también se produjo la serie The Good Mothers, que aquí en Italia puede verse en Disney+ (N. de la R.: en Argentina está disponible en la plataforma Star+ bajo el título Las buenas madres). Es una suerte de coincidencia histórica que, sin embargo, señala la necesidad de examinar con más detalle lo que ocurre dentro de la 'Ndrangheta. En particular de echar luz sobre algo que históricamente era obviado: lo femenino, que es algo importantísimo, central, dentro del mecanismo estratégico del crimen organizado.
-¿Cómo fue la colaboración con la actriz Lina Siciliano, quien no tenía experiencia previa frente a las cámaras? Luego de ver Una femmina, resulta imposible imaginar el film sin su rostro, con esa rabia constante en su mirada.
-Justamente, esa rabia que mencionás fue uno de los elementos que me convencieron de que ella era la actriz indicada para el rol. Es algo que está en su naturaleza, en su esencia. Digamos que lo más importante a la hora de buscar a la protagonista era que fuera una actriz que pudiera transmitir cierta verdad, una autenticidad ligada a la realidad, a la historia de estas mujeres. El casting tuvo como objetivo buscar a una joven que tuviera vínculos con la historia de violencia patriarcal que está presente en el guion. Ese casting, que fue extenso, me puso en contacto con Lina Siciliano, a quien conocimos en el seno de una casa de familia. El lugar donde ella había crecido junto a sus hermanos, desde que era pequeña. De inmediato Lina me llamó la atención por la expresividad de su mirada, por esa rabia que sus ojos parecen transmitir, ligada en parte a historias de violencia personales. Luego trabajamos con un acting coach para desarrollar el personaje, pero en ese proceso también adaptamos a Rosa para que se amoldara a Lina. La actriz influyó en el desarrollo del guion, transmitiendo a la historia de ficción algunas de las emociones internas provocadas por situaciones reales. Eso le aportó verdad, autenticidad, al personaje. No quiero espoilear la película, pero por ejemplo, la escena en la cual ella se enfrenta a su tío en el medio del campo, exploramos la emotividad ligada a la figura del padre, un “asesinato” metafórico del padre. En cambio, cuando debe plantarse frente a su abuela, apareció una elaboración de la figura materna, pero también la del hijo. Comenzamos a filmar la película poco tiempo después de que Lina Siciliano fue madre por primera vez.
-Una femmina comienza con un tono muy realista, pero de a poco comienza a sumar elementos de algunos géneros cinematográficos, como el melodrama o incluso los relatos de amores contrariados por la sociedad. Sin duda fue algo buscado desde el mismo proceso de escritura del guion.
-Sí, absolutamente, aunque siempre partimos de la realidad, a la cual le tengo mucho respeto. Pero sentí la necesidad de transfigurarla, utilizando un cambio de registro, porque deseaba contar una historia que fuera más allá del contexto geográfico y social de la 'Ndrangheta, al centrarme en los aspectos emocionales del trauma, la violencia de género, la violencia contra las mujeres. Quería que la película fuera extremadamente emotiva y universal. Los instrumentos propios de la ficción permiten lograr una cierta profundidad respecto de la realidad que se describe. El uso de los géneros cinematográficos y de los arquetipos permiten logran esa universalidad: el melodrama, el terror psicológico, el romance gótico. Todo eso me permitió, espero, tocar acordes emotivos universales.
-¿El rodaje fue por completo en locaciones reales? ¿Ocurrió en alguna zona influida por la presencia de la 'Ndrangheta?
-La película fue rodada por completo en Calabria, en un pequeño pueblo de provincia de Cosenza: Verbicaro. Todos los lugares y edificaciones son reales, excepto en la escena del incendio, ya que construimos especialmente ese galpón. Pero más allá de esa excepción, todo es auténtico, producto de una larga búsqueda de locaciones, de paisajes, ya que necesitábamos que los lugares transmitieran esa sensación obsesiva, claustrofóbica y también posesiva que forma parte de la historia y los personajes. En cuanto a la segunda parte de la pregunta, no. No filmamos en una región donde la 'Ndrangheta está presente, por una cuestión política: hacerlo hubiera implicado necesariamente comprometerse económicamente con alguna familia de la 'Ndrangheta, y no queríamos que el rodaje estuviera infiltrado por la mafia. Sin embargo, la búsqueda de locaciones estuvo muy inspirada en las regiones donde opera la 'Ndrangheta. Fue una operación de transfiguración, de reconstrucción, incluso en ese sentido.
-¿Podría detallar el trabajo de fotografía junto a Giuseppe Maio? Es notable el uso de los paisajes, pero Una femmina es también una película de interiores.
-Trabajamos mucho para desaturar los colores, manteniendo apenas algunos momentos de mucha luz, en particular cuando se desarrolla la historia de amor. Esa aproximación fotográfica estuvo pensada desde un primer momento como reflejo de las miserias humanas presentes en la historia, en ese mundo. Es una película que no quiere hacer de la mafia y el crimen un espectáculo, como suele hacerlo el cine, sino una denuncia política y humana. Y esas miserias tan humanas, porque en el fondo es la historia de una familia que se autodestruye.
Antes de la despedida, Francesco Costabile desea aclarar algo, teniendo en cuenta la respuesta del público internacional a su película. “En Italia se da por hecho que el espectador lo reconoce de inmediato, pero en otros países cuesta un poco comprender la figura del ‘testimonio de justicia’. Personas que forman parte de la mafia pero deciden colaborar con la policía, y por lo tanto reciben cierta protección. Esto es importantísimo, porque la madre de Rosa vuelve a casa en el comienzo del film para ver a su hija antes de testimoniar. Quería aclarar eso, porque los italianos lo damos por descontado”. Ante la respuesta del periodista –“en Argentina conocemos esa figura como la del “arrepentido”–, el realizador sonríe y confirma los lazos que unen a italianos y argentinos. “Seguramente hay muchos calabreses por allá”.
* Agradecimiento especial por la traducción durante
la entrevista a Paola Corvino, directora ejecutiva de Intramovies.