¿Y el covid? ¿Existe? ¿Lo soñé? ¿Qué dice la T.V.?
Recuerdo la primera editorial de la revista Conjetural del año 1983. Esa primerísima vez en la cual la pluma de J. Jinkis comenzó a cortar. Con la claridad enceguecedora que lo caracteriza, invitó a leer el síntoma de aquella época. Porque eso hace un analista, interpreta poniendo en situación. La apuesta política es intentar ubicar un significante silenciado e imposible de desoír: obediencia.
Esa forma editorial de pensar, cada tanto me pregunta: ¿cuál es el significante que comanda de manera invisible nuestra época?
Del mismo lado de la casualidad, me tropecé con una conjetura. Fragmentos de información que desconocía me animaron a arriesgar: comodidad.
En conversación con algún colega, pude enterarme del descontento de muchos profesionales frente a la decisión de algunas empresas de medicina prepaga a la hora de pagar. Me anoticié de que habían redactado una solicitada para darle visibilidad al conflicto. La cosa es que estas empresas hacen una distinción entre el honorario virtual y el presencial. Diferencia que las prepagas argumentan y los profesionales responden.
¿Una posición? Me parece que no es el corazón del asunto. Pero lo cierto es que la discusión me llevó a preguntarme el porqué de la continuidad de la atención virtual. Siendo que el alcohol en gel volvió a su sitio y que la gente camina por la calle con el rostro desnudo, mi interrogación resultó un tanto incomoda.
Hasta donde entiendo, el dispositivo analítico no puede sacarse así nomas la presencia. Y, si bien hay modos diferentes de lo corporal, también es cierto que es muy difícil el amor a distancia.
No es lo mismo. Tampoco es algo que prefieran los consultantes. Creo que en una gran cantidad de casos, es una forma de paliar la injusticia económica que sufrimos los analistas. Atendemos muchas horas. La angustia siempre pierde ante las empanadas.
Digo, me parece que es importante honrar los honorarios, dignificar los ingresos, discutir las condiciones laborales. Quizás sea un poco más complejo que igualar lo diferente y entiendo que hay formas de protesta más arriesgadas que la virtual.
Obviamente no resulta cómodo hablar de esto, pero la necesidad de ser amado no comulga con el deseo de analizar.
Entonces esto es apenas una propuesta, un modo de invitar, una crítica en construcción. Yo no sé, pero temo que se nos esté escapando el elefante más evidente. Me pregunto si, arrinconados por el mercado, no estaremos haciendo síntoma, combatiendo en un terreno que no es el nuestro.
Si para Lacan la resistencia es del analista, la “zona de confort” no sería una excepción. No se enojen. Solo pregunto si no nos estaremos confortmando.
Jeremías Aisenberg es psicoanalista y escritor.