Urge, ante la vertiginosidad ultrainformativa propia del mundo actual, que ciertos seres bajen un cambio, observen alrededor y puedan plasmar en palabras lo que el sufrimiento, a cada segundo, en cada latitud, muestra en hechos. Que esos rostros rotos, lastimados, caídos del sistema, tengan un origen. Una causa. Pues por ahí va uno de esos seres con casa cerca de donde se fabrica la pobreza en el mundo: el complejo militar industrial. Se llama Jorge Majfud. Es uruguayo, ensayista, docente, y escritor ducho en política internacional, que se tomó en serio la afrenta de intentar rastrear donde está el origen del mal. El verdadero. “Le estamos haciendo un favor al pueblo al decirle que despierte”, fue una de las tantas cosas que Majfud dijo durante la charla-presentación de su último libro El otoño de la plutocracia estadounidense, que ofreció en el Teatro Caras y Caretas con Víctor Hugo Morales como moderador.
“Hoy es difícil encontrar voces críticas en los grandes medios de comunicación. Si bien es cierto que a algunos nos dejan decir cosas para aparentar que son democráticos y para decir que no encarcelan ni matan, también es cierto que demonizan y desacreditan a quienes lo hacemos”, destacó.
Majfud habló concretamente de su experiencia en Estados Unidos, pero sus palabras pueden aplicar tranquilamente en cualquier lugar de América Latina. No hay país, por caso, en que no se estigmatice a través de los grandes medios de comunicación, o donde palabras como libertad, patria y democracia, pierdan su esencia, y su contenido. “La excusa de la libertad y la democracia es una falacia que muchos estamos dispuestos a discutir: a muchos que somos radicalmente democráticos nos parece que la democracia en Estados Unidos es de cartón”, expresó el oriental, en el marco de la conversación presentada bajo un nombre sugerente: “Los desafíos pasados y presentes de Estados Unidos, América Latina y el nuevo orden mundial”. “Otra falacia es eso que llaman despotismo o dictadura… recordemos que Franklin Delano Roosevelt fue cuatro veces presidente de Estados Unidos, y nadie dijo que era un déspota o un dictador por eso. Lo mismo pasó con Angela Merkel, que fue canciller alemana durante 16 años, muchos más de los que gobernó Evo Morales en Bolivia”.
De paso por Buenos Aires y con rumbo hacia el Uruguay, donde el próximo 27 de junio se cumplirán 50 años del último golpe cívico-militar, el pensador oriental –tras pararse en su experiencia en los Estados Unidos-- apeló concretamente a la conexión de realidades geopolíticas que emparentaron y vinculan –asimétricamente-- al país del norte con el continente americano. E insistió con la resignificación de palabras y conceptos que el imperio ha usado a su antojo, para solapar su dominio sobre otras naciones. “Siempre se han apropiado también de la palabra libertad, y esto se puede apreciar en muchas situaciones, como por ejemplo la `Revolución Libertadora`, en la Argentina, donde para legitimar un golpe de Estado y una masacre, como fue el bombardeo de junio del 55` a la Plaza de Mayo, apelaron a esa palabra”, dijo Majfud. “La palabra libertad ha sido hace mucho tiempo secuestrada y, si es que no se puede recuperar su verdadero sentido, por lo menos hay que cuestionar el significado que se le da. No es un mero detalle que aún estemos pagando esa colonización del lenguaje, que también alcanza la palabra patria, cuyo significado es muy fácil de secuestrar… hay que tener mucho cuidado”.
Nacido hace 53 años en Tacuarembó, el también doctor en filosofía ha escrito veinticinco libros además del flamante, y actualmente oficia como docente en la Universidad de Jacksonville, además de escribir artículos en diversos medios internacionales. “La mayoría de los grandes criminales que actuaron en América Latina casi nunca fueron juzgados… parece que la Justicia hace descuentos a los mayoristas”, expresó, en otra instancia de la conversación. “El que mata a cien personas o a mil, probablemente tenga más chances de ser perdonado, que el que mata a una”.
Impulsado por la curiosidad de Víctor Hugo, el escritor abordó asimismo casos históricos y emblemáticos de la injerencia de Estados Unidos en América Latina, como el golpe de Estado contra Jacobo Arbenz, en la Guatemala de 1954. “El problema allí fue que Arbenz era un militar de clase alta, pero no trabajaba para ella. Todo lo contrario, ya que denunció que el gran problema del hambre en ese país, era que los campesinos no tenían tierras y tenían que trabajar como esclavos para United Fruit Company… de ahí que haya impulsado una reforma agraria legal. El asunto fue que lo empezaron a identificar como comunista, algo que Arbenz no era, claro. Incluso los mismos agentes de la CIA que participaron del golpe en su contra, dijeron que era todo falso. Pero la guerra psicológica a través de la prensa fue tan brutal, que Arbenz no solo terminó derrocado, sino también humillado”, recordó Majfud, quien también se refirió a la fascistización de Chile tras el golpe de Pinochet; a la brava Nicaragua en la que luchó Sandino y a aspectos vinculados a la revolución cubana.
Hacia el final de la jornada, tras contestar alguna inquietud de uno de los asistentes acerca de la guerra en Ucrania, Majfud y Morales dejaron el escenario a disposición de la poeta y cantora argentina Débora Infante, que empuñó una guitarra, y coronó la jornada con canciones propias y ajenas, todas por supuesto emparentadas con la tónica del encuentro.