A comienzos de la década del 90, Alberto Goldenstein empezó a dar talleres de fotografía en el Centro Cultural Rojas. Al día de hoy, 30 años después, sigue dando clínicas y talleres de manera particular. Al principio, lo que intentó hacer como docente fue enseñar con un modelo basado en lo que él había aprendido en Estados Unidos, una formación que en ese entonces no existía en Buenos Aires.
A la docencia se sumó la curaduría. El Rojas iba a inaugurar una fotogalería y Jorge Gumier Maier, que en ese momento dirigía ese centro cultural, le propuso dirigir ese espacio. Al principio tuvo cierta reticencia: consideraba que había que dejar de separar a la fotografía de las artes visuales, que tener un espacio “diferente” para mostrar fotos era algo contraproducente. Sin embargo, decidió aceptar esa dirección. Sobre esto, Alberto dice: “Acepté la propuesta de Gumier porque había un montón de fotógrafos jóvenes que estaban haciendo cosas geniales y nadie les daba lugar para mostrar. Yo veía clarísimo que había otra cosa pasando y que había que hacerla ver.”
Entre esos jóvenes fotógrafos que deambulaban alrededor de Goldenstein estaba Guillermo Ueno. “Al principio no le gustó lo que yo hacía –cuenta Ueno en diálogo con Página/12–, pero la verdad es que tenía razón porque no era muy bueno lo que yo hacía. Sin embargo, enseguida me llamó y dijo que sea su asistente”. Él junto a Wo Portillo del Rayo, Paulo Fast y Nacho Iasparra crearon Falta algo. Imágenes sobre Alberto Goldenstein, una película que se mueve entre el registro documental y una pieza de videoarte. “El proyecto apareció como una excusa para juntarnos todos y para vernos con Alberto. La idea se me ocurrió hace muchos años, pero empezamos más en serio cuando se hizo la retrospectiva de él en el Museo de Arte Moderno”, cuenta Ueno. Este grupo de artistas ya había trabajado en una película anterior, Sinuosos y dorados Médanos, estrenada en 2015.
Falta algo fue mostrada recientemente en el ciclo Haz de luz, dedicado a la fotografía, en la Casa Nacional del Bicentenario. La película de estos artistas compila diferentes entrevistas a Goldenstein con tomas hechas por cada uno de los realizadores en distintos lugares. “Les pedí a todos que salieran a grabar cosas que les gustaran. Yo también hice tomas mías. Después, me senté a ver todo y a editar. No queríamos que fuera una película sobre Alberto en sí, sino con él, pensando siempre en sus imágenes y buscando todo el tiempo excusas para encontrarnos todos”.
La película está pensada como un gran work in progress. Ueno dice que “la explicación rebuscada de esto es que todo en sí es un proceso”, pero que también tiene que ver con una forma de editar que tienen algunos fotógrafos artistas, como el alemán Wolfgang Tillmans: “Él y muchos otros hacen algo que es poner la misma foto en distintos libros, es decir, mezclan fotos que ya publicaron en lugares. Entonces nunca sabés cuál es el libro original y la foto cambia un montón puesta en un lugar u otro. Me parece que con la película y esta manera de editar pasa algo igual”. Cada vez que Falta algo se exhibe tiene algunos pequeños cambios: se suman nuevas cosas, se cambian de lugar otras.
“Cuando doy talleres, que hablo de fotografía y muestro fotografías, se me cruza todo el tiempo Alberto. No se me cruza Nan Goldin aunque me encanta su obra –dice Ueno–. Y no se me aparece ella porque no conozco su experiencia. Esa es la diferencia, los chicos y yo resonamos con la experiencia de Alberto. Hay líneas de su trabajo y de su manera de pensar con las que nos rozamos”.
En diversos momentos de la película Goldenstein retoma las preguntas que atraviesan su trabajo. Aborda el problema de la fotografía. Se pregunta por el rol del artista fotógrafo en el mundo de hoy. Piensa el estado del lenguaje fotográfico. El registro de esto siempre tiene un tono de intimidad y algo del afecto que une a este grupo de artistas también queda captado en la película. Esa excusa de la que habla Ueno, la que hace que todos se junten, genera que Falta algo mantenga la complicidad que pueden tener personas que se conocen hace décadas.
Esta película es una aproximación al proceso creativo de Goldenstein. También es la lectura –o el recorte– que hacen Ueno, Portillo del Rayo, Iasparra y Fast de esa manera de crear. En el encuentro de estas dos cosas aparece una película que registra, todo el tiempo, los vínculos que los unen. Falta algo no tiene la frialdad del cine documental, sino la calidez de una foto tomada en una fiesta entre amigos.