La “puja distributiva” es señalada por economistas heterodoxos como clave para entender los procesos inflacionarios. Aumentos salariales pasados a precios por empresarios que desatan nuevos reclamos salariales. Subas de tarifas de servicios públicos que desatan aumentos de precios y de salarios que provocan el deterioro del valor real de las tarifas presionando por nuevas subas. Devaluaciones que aceleran la inflación provocando al poco tiempo nuevos retrasos cambiarios y reclamos de nuevos saltos devaluatorios. De esa manera, las pujas distributivas generan dinámicas secuenciales de variaciones de precios relativos mediante el alza parcial de alguno de ellos que se retroalimentan por sí mismas, dando por resultado una inflación que permanece en el tiempo.

Cuando esas pujas derivan en inflaciones de dos dígitos por un período de años, es la propia dinámica inflacionaria la que termina promoviendo una economía en permanente puja distributiva. Ello se debe que el alza nominal de los diversos precios e ingresos propia del propio proceso inflacionario no es homogénea sino escalonada a lo largo del tiempo. De ello resulta que en cada momento del tiempo hay sectores que se sienten ganadores y perdedores en la puja, siendo los sectores perdedores los que están dispuestos a impulsar nuevas subas nominales que le permitan recomponer sus ingresos. Ello genera una dificultad sobre los programas de estabilidad de precios que deben, entre otras cosas, cristalizar una distribución del ingreso que perdure en el tiempo.

Una forma habitual en que los planes de estabilización intentan cristalizar una determinada distribución del ingreso es imponer unilateralmente un congelamiento de precios e ingresos (a veces, tras cierta corrección de algún precio clave como el dólar, las tarifas o los salarios). Pero esa foto distributiva no suele ser estable ya que, como dijimos, en los procesos de media y alta inflación, siempre hay sectores temporalmente perdedores que van a buscar romper el congelamiento para recomponer sus ingresos. Por ello, los planes de estabilización deben incorporar ciertos mecanismos institucionales que permitan reacomodos de precios relativos hasta lograr una estela estable.

Un esquema original al respecto fue el de Brasil antes de implementar el Plan Real a mediados de los noventa del siglo pasado. Las autoridades, siguiendo las ideas de los economistas Persio Arida y André Lara-Resende, referenciaron el salario en una moneda indexada (similar al UVA o CER) tomando como valor inicial el salario real promedio de los seis últimos meses. Luego los alquileres, impuestos y créditos fueron referenciándose en la moneda indexada y finalmente los demás precios de la economía. De esa manera, los precios relativos y, por ende, la distribución del ingreso se estabilizó en un contexto inflacionario al estar referenciados en una moneda indexada. Ya cristalizada la distribución del ingreso, se sustituyó la moneda de circulación por la moneda indexada en la que estaban referenciados todos los precios e ingresos, lográndose de esa manera poner fin al proceso inflacionario.

@AndresAsiain