La fuga de capitales y el déficit de la cuenta corriente no terminarán pasado mañana, sea cual sea el resultado electoral. La dependencia de la deuda para financiar la restricción externa no bajará aunque el oficialismo se imponga en la provincia de Buenos Aires y alcance la primera minoría a nivel nacional. La interpretación de que el alza del dólar del último mes y medio obedece a las tensiones de campaña pretende ocultar que las razones principales de esa escalada, que obligan al Presidente a repetir a cada rato que el dólar no debe preocupar, son las deficiencias estructurales de la política económica del Gobierno. Un triunfo de la alianza del PRO y la UCR no resolverá esos problemas sino que por el contrario amenaza con profundizarlos, llevando más al límite los postulados neoliberales que al cabo de un año y medio los encuentra en actitud defensiva frente a una nueva corrida cambiaria. El aumento de la divisa, además, no empezó ahora, sino que viene encadenando sacudones desde noviembre del año pasado con el triunfo de Trump en Estados Unidos, en mayo con las denuncias contra Temer en Brasil y en junio con el rechazo de la evaluadora MSCI a elevar a la Argentina de mercado fronterizo a emergente. En cada uno de esos episodios el disparador no fue si Cristina Fernández de Kirchner se postulaba o no para las elecciones, sino la fragilidad de la economía bajo la dirección de Mauricio Macri.
En el terreno de la economía real, las medidas del oficialismo provocaron la mayor inflación en dos décadas, la suba de la desocupación a dos dígitos en la provincia de Buenos Aires, la caída por 20 meses consecutivos del consumo de alimentos y demás rubros de la demanda popular, la destrucción de miles de pymes y un ataque persistente al poder adquisitivo de los salarios, en un resumen acotado del desempeño de los CEOs en la función pública. Que en períodos electorales aumente la dolarización de carteras no es una novedad sino la regla. Lo llamativo son las idas y vueltas de la autoridad monetaria frente a un escenario previsible. Federico Sturzenegger tiró a la basura el relato de la independencia del Banco Central por las necesidades políticas de la Casa Rosada, pero antes que eso es responsable de haber generado un estado de incertidumbre que forzó la pérdida de 1900 millones de dólares de las reservas –más de diez años de Fútbol para Todos– en pocos días y a mantener bien altas las tasas de interés. El pago a los fondos buitre, la eliminación del “cepo cambiario”, la desregulación financiera, la apertura importadora y el resto de las numerosas medidas pro mercado que tomó el Gobierno desde diciembre de 2015 no impidieron esta situación, no bajaron la fiebre por el dólar ni atrajeron capitales para la producción –la inversión extranjera directa cayó 64 por ciento en 2016 contra 2015, según datos de la Cepal conocidos esta semana–. Lo único que generaron fue una bicicleta financiera que beneficia a los especuladores, de la cual Cambiemos depende para darle oxígeno a un esquema insostenible, más allá de quién gane y quién pierda mañana en las urnas.
El martes, dos días después de las elecciones, el Banco Central deberá afrontar un nuevo desafío por el vencimiento de 531 mil millones de pesos en Lebac. Esa bola de nieve la generó la actual conducción de la autoridad monetaria y, para que no se le venga encima, su única opción es mantener o incluso aumentar la tasa de interés. Es lo que viene sucediendo a lo largo del año, aun en momentos en que Cambiemos festejaba la división de la oposición y aseguraba que el kirchnerismo era cosa del pasado. El problema, como se indicó al comienzo, no son los comicios de medio término sino la necesidad del Gobierno de obtener dólares para responder a una fuga de divisas por distintas vías que no encuentra techo. Los canales que eligió para conseguir esos dólares son el endeudamiento y la llegada de capitales especulativos. Mientras no resuelva esa ecuación, la bola de las Lebac seguirá creciendo y, con ello, aumentarán los grados de dependencia de los prestamistas y la vulnerabilidad frente a shocks externos o tensiones internas.
“De sostenerse la dinámica actual de endeudamiento externo/fuga de capitales, aunque el oficialismo lograra un triunfo en las elecciones, no hay razones objetivas para esperar un desvanecimiento de las expectativas devaluatorias y de su contracara en términos de dolarización de carteras”, advierte el último informe de FIDE, bajo la dirección de Mercedes Marcó del Pont. “Es bueno recordar que la desregulación plena del mercado cambiario, entre otras decisiones market friendly que impulsó el Gobierno a pocos días de haber asumido, no interrumpió el proceso de fuga de capitales que viene caracterizando el funcionamiento de la economía con posterioridad a la crisis internacional de 2008”, remarca. El documento insiste con planteos que la ex presidenta del Banco Central viene haciendo desde hace más de un año. “De acuerdo con los datos del Banco Central, la formación de activos externos por parte de empresas y particulares (fuga) se aceleró en diciembre de 2016, después del triunfo de Trump, y desde entonces no ha hecho más que aumentar pari passu con la ampliación del desequilibrio externo”, explica. “En junio, la demanda bruta de dólares por atesoramiento alcanzó un máximo de casi 4000 millones de dólares, y en el semestre escaló a 20.500 millones”, puntualiza.
Además de esa evolución de la demanda de divisas para atesoramiento y fuga, el déficit comercial del primer semestre del año fue el más elevado desde 1994, con 2613 millones de dólares. “Sobre llovido, mojado: hacia septiembre termina el período del año donde por razones estacionales es mayor la oferta de dólares del complejo oleaginoso-cerealero. Esta circunstancia puede agregarle presión al mercado en el último trimestre del año”, anticipa el informe de FIDE. Otro factor relevante por el lado de la oferta es la disminución del traspaso de dólares a pesos para participar del carry trade (bicicleta con las tasas de las Lebac) por parte de inversores locales. Entre enero y junio de este año, ingresaron por esa operatoria casi 13 mil millones de dólares, “constituyéndose en la segunda fuente de oferta de divisas en el mercado de cambios después del financiamiento externo, cuyos ingresos sumaron aproximadamente 29 mil millones de dólares”. El achicamiento de ese caudal de divisas, mientras por otro lado aumenta la dolarización para atesoramiento, oscurece aún más el panorama.
En conclusión, sostiene el documento de FIDE, “el Banco Central se encuentra encerrado en una trampa autoinfligida que generó al impulsar una burbuja financiera que no sabe cómo desarmar sin provocar una presión insostenible sobre el mercado de cambios. El actual esquema diverge crecientemente del equilibrio, y las tensiones cambiarias llegaron para quedarse”. En ese marco, una devaluación todavía más intensa de la que ya ha ocurrido o soluciones compulsivas como el reemplazo del stock de Lebacs por un bono del Tesoro asoman como una amenaza a considerar. Y no por las elecciones, por la política económica.