En el día del futbolista, la Liga Profesional aprobó la quita de un descenso en plena competencia y volvió a darle un cachetazo a la credibilidad del torneo. No es la primera vez y tampoco sería la última. La Liga es la AFA o son los principales dirigentes de sus clubes. Responsables de bajarle el precio a campeonatos que hace décadas vienen derrapando. En octubre de 2022 se había votado que tres equipos perderían la categoría. Y en 2021 el cronograma que iría reduciendo de modo gradual la cantidad de veintiocho hasta 2026. Para ese año el torneo debía llegar a veintidós participantes. Pero no, el paradigma del fútbol argentino consiste en empeñarse siempre en cambiar las reglas por cuestiones espasmódicas. Al célebre Groucho Marx se le atribuye la frase: "Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros". Le queda a medida a los cerebros de nuestro castigado balompié, diría un periodista barroco.

En 1995, hace 28 años, el fútbol nacional adecuó sus calendarios a los de la UEFA cuando se estableció la ley Bosman. Gracias a una demanda del jugador belga contra su ex club RFC Lieja los futbolistas de todo el mundo adquirieron una libertad de trabajo irrestricta. La AFA, entonces gobernada por Julio Grondona, modificó su organización para seguir las imposiciones del mercado europeo. La zanahoria era que sería más sencillo vender profesionales con las temporadas ensambladas acá y allá. Es tan solo un ejemplo de cómo la asociación que hoy preside Claudio "Chiqui" Tapia siempre se movió como comparsa de los intereses más poderosos.

Lo que se votó por unanimidad en la asamblea extraordinaria de la AFA tiene más que ver con un miedo atávico al descenso. Se siente morir el que baja de categoría. Lo viven como una mancha indeleble en su trayectoria deportiva las instituciones –muchas centenarias– que sufrieron calamidades mucho más complejas de afrontar: quiebras, pérdidas patrimoniales, desarraigos, muertes violentas de sus hinchas a manos de barrabravas o de la Policía. La Puerta 12, la venta de los terrenos del Viejo Gasómetro y el decreto que dejó en situación de quebranto a Racing, por citar tres casos que afectaron a clubes grandes.

La dirigencia siempre apela a artilugios dialécticos para justificar lo injustificable. No repara en una palabra que carece de sentido cuando se modifica lo establecido una y otra vez. ¡Legitimidad! Sus representantes también pierden seriedad. Aducen que los torneos locales son más inclusivos, rentables, que estimulan la exportación de futbolistas, lo que puede refutarse. Señalan también que la corriente internacional apunta a ampliar el número de equipos en la Copa Mundial, el Mundial de Clubes y los campeonatos de las Confederaciones como la Copa América.

Argentina tiene 28 equipos en su Liga, solo por debajo de la MLS de EE.UU que llegó a treinta esta temporada, incluyendo a tres representantes de Canadá. Una competencia en continua metamorfosis y sin descensos con clubes SA. Si hay algo que funciona bien en Europa son sus torneos de veinte equipos en las principales ligas (Inglaterra, España, Italia y Francia), dieciocho en otras como la Bundesliga de Alemania e incluso menos, dieciséis, como en Rusia y Suecia. Tampoco hay que ir demasiado lejos. En el Brasileirao juegan veinte clubes, con descensos y ascensos inamovibles. Cruzeiro, Gremio, Vasco da Gama y Bahía subieron los cuatro en la última temporada. Todos fueron campeones en Primera. No hubo dramas por eso. Acá sí.

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