De vez en cuando, la paranoia conecta con la realidad. La textura del mundo cambia todos los días, todo el tiempo: cuestiones que hoy aceptamos como naturales -la inteligencia artificial, el recrudecimiento mundial de la extrema derecha, una pandemia brutal- eran difíciles de pensar a esta escala hace solo algunos años. De esta paranoia devenida en realismo se alimenta el arte de Manque La Banca, el músico y cineasta oriundo de Bariloche que presentó este año su segundo disco de estudio, Shitcoins, bajo su álter ego solista Manc Le Blanc. Y que además viene de reunirse en vivo con Nunca fui a un parque de diversiones, la banda que integra junto a su hermane Antu y su amigo Joshua Zenz.
"Fue bueno darle un marco a esto de sentir que estamos haciendo como títeres de un sistema que está volviéndose cada vez más violento y más desigual", dice Manque sobre el hilo que une los proyectos musicales de los que forma parte. Paranoia for Export (2022), el disco más reciente de Nunca fui a un parque de diversiones, articula muchas de esas preocupaciones con un registro contestatario, casi urgente, típico del punk.
Pero los trabajos solistas de Manque también lo hacen: el comentario político, la experimentación desprejuiciada y la facilidad para licuar los códigos del trip-hop, la electrónica, la balada romántica y el punk industrial están presentes en toda su discografía, que puede leerse como un intento de entender la realidad y deformar las grandes contradicciones argentinas.
De las obsesiones y las fantasías ideológicas de la clase media blanca hasta la intertextualidad con Charly García y la tradición del rock argentino, Manque La Banca disecciona el corazón punk de su obra, el soundtrack para el fin de una era.
- ¿Qué historias querés contar con Shitcoins?
- Shitcoins es una especie de sincericidio, como sacar el lado oscuro o al Manque dark, por así decirlo. A través de las letras y la poética del disco, quería plantear contradicciones que vivo constantemente y que capaz son ideas que tenemos todes, pero que las mantenemos en la privacidad de nuestras cabecitas porque muchas veces generan conflicto político al enunciarlas.
- ¿Cuáles son esas contradicciones?
- Hay un desfasaje muy grande en el progresismo argentino entre lo que sería el mundo de la acción y el de la idea. Entonces, vivimos en fantasías ideológicas que son muy buenas y profesan un mundo más justo y más igual, pero en lo cotidiano hay privilegios que tenemos como clase media blanca que son estructurales y que hacen que esa lucha por ese mundo más igual se vea afectada, al fin y al cabo.
- Una shitcoin es una nueva criptomoneda que aparece y quizás se desploma al toque, un activo de alto riesgo. ¿Por qué elegiste identificar así al disco?
- Entramos en un nuevo paradigma mundial, y estamos tratando de entenderlo. Y en ese tratar de entenderlo fueron apareciendo las peores estafas de la historia, como las shitcoins. Son parte de un circuito de estafas en relación a este nuevo paradigma digital que no entendemos, que todo el tiempo se nos presenta como solución aunque hay claras evidencias de que no lo es.
- Por otro lado, el álbum hace referencia a Charly García y el rock argentino. Mencionás "filosofía barata y zapatillas de marca" o ir "de la cocina al comedor"...
- La referencia a Charly está siempre, sobre todo en estos últimos discos que son más urbanos. Sus letras me parecen fantásticas porque logra reconstruir esos paisajes citadinos, porteños, esas contradicciones de cada momento histórico, de una manera muy sencilla. A su frase le pusimos "zapatillas de marca" porque se han vuelto un estandarte de clase, de que te está yendo bien. Recrear el rock nacional es una manera de estar disputándolo con otras formas, y también de dejar en claro que nos encanta y que no venimos a destronar situaciones. Eso está clarísimo: venimos a aportar un granito de arena a esta psicodelia que creo que está muy marginada.
- Paranoia for Export también tiene un tono político marcado. ¿Creés que el contenido de ambos discos es una respuesta al recrudecimiento de la derecha?
- Tengo la sensación de que el lugar que siempre ocupé fue poder hablar de lo que me rodea a través del arte. Y lo que me rodea es un panorama muy, muy hostil, donde la política se ha convertido en una herramienta simplemente para ejercer poder, pero no para dar soluciones, y la música empieza a ser un canal contestatario. No creo que, a diferencia de otras músicas contestatarias, la nuestra sea una poética tan obvia, no es tan gráfica. Tanto en Paranoia for Export como en Shitcoins está narrada en situaciones y escenas cotidianas, en ese mundo interno personal donde aparece la lucha. No son letras que están diciendo "Viva la lucha de los trabajadores", sino que están enunciando contradicciones.
- ¿Cómo fue reunirte en vivo con Antu y Joshua, el resto de la banda, teniendo en cuenta que viven todes en diferentes partes del mundo?
- Estuvo muy bueno, hemos logrado un poder de síntesis del cual estamos muy contentis. Estar distanciades generó que la reunión para preparar los recitales y la ejecución de los instrumentos sean más sintéticas, una forma de ir a lo más simple y estructural de cada canción. Y eso es alucinante porque sonoramente sigue siendo barroco lo que hacemos, está recargado de elementos, pero en la ejecución le podemos dedicar más tiempo a la performance y a construir personajes en escena.
► Eso que sientes se llama obsesión
Esa performance ocupa un lugar cada vez más grande en las presentaciones de Manque, costado que le debe a su otra faceta artística: la de cineasta. Por fuera de su obra musical, el barilochense dirigió Esquí (2021), un falso documental premiado en la Berlinale, y realizó cortometrajes documentales y de ficción.
Y la semana pasada participó del décimo aniversario de la Bienal de Arte Joven, festival organizado por la Ciudad de Buenos Aires que se celebra hasta agosto, con obras de teatro, perfos, recitales, lecturas, proyecciones y talleres gratuitos. Como parte de la serie de Conferencias Audiovisuales en el Centro Cultural Recoleta, presentó una performance que combina la intervención de proyecciones fílmicas propias con disciplinas del arte psicodélico de los '70 y música en vivo.
"Disfruto mucho hacerlo porque me permite agarrar mis propios materiales para explorar una parte mía que tiene que ver con lo contemplativo", dice el autor, cuya performance tuvo a T.R.A.P. (corto que filmó en 2018) como anclaje estético y narrativo. "Es una manera de reconstruirlo con tres pantallas, un tríptico que hago en vivo, y con el sonido, que se opera también en vivo; y es una posibilidad de dialogar con mis propias obras de otra manera."
- En tu costado cineasta primordialmente trabajás en Super 8 o 16mm, formatos artesanales y menos "inmediatos" que el digital. ¿Cómo influye todo eso en tu música?
- Creo que influye en la comunicación con las personas. Shitcoins se hizo de una manera grupal muy buena. El cine me permitió tratar una síntesis del lenguaje y la comunicación para tener procesos más enriquecedores, porque tuve etapas o proyectos en mi vida en los cuales me puse muy obsesivo y no estuvo bueno. Obsesionarse por obsesionarse, solo por el placer de tener la razón, es lo más estúpido que podemos hacer en este mundo y en esta vida que es tan cortita y tan efímera.