“¡Soy Wado, de H.I.J.O.S!”, gritó Eduardo de Pedro, cuando unos policías lo sujetaban por el cuello y trataban de meterlo de prepo en un patrullero. El sol del mediodía ya empezaba a sentirse ese 20 de diciembre de 2001, cuando el muchacho salió desde la sede de la Unión de Empleados Judiciales –donde trabajaba– con miras a reunirse con otros delegados sindicales en la Cámara Nacional Electoral. Mientras caminaba, le dijeron que la montada había reprimido a las Madres y trató de acercarse a la Plaza de Mayo. Unos cuantos agentes de la Federal se le tiraron encima. De repente, sintió un dolor punzante desde la espalda hasta la pierna. ¡Con picana, no! Ese alarido también le salió muy adentro: como hijo de dos víctimas del terrorismo de Estado y como uno de los niños que transitó los campos de concentración de la dictadura. De Pedro, vástago de la generación diezmada –como la llamó la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner– es precandidato de Unión por la Patria para disputar la presidencia.

Eduardo Enrique de Pedro nació el 11 de noviembre de 1976. Sus padres, Lucila Révora y Enrique de Pedro, eran militantes de Montoneros. “Quique” trabajaba en la justicia laboral de la Capital y fue asesinado el 21 de abril de 1977, cuando fue emboscado por una patota de la dictadura. Con el tiempo, Lucila formó pareja con otro compañero de la organización, Carlos Fassano.

El 11 de octubre de 1978, un grupo de tareas –organizado desde la Central de Reunión del Batallón de Inteligencia 601– llegó hasta la casa de Belén 335 en la que vivía la pareja con el chiquito que estaba por cumplir dos años. Los represores tiraron una granada y entraron. A Fassano lo acribillaron. Lucila llegó a meterse con su bebé en la bañera. A ella –que estaba embarazada de ocho meses– se la llevaron con los ojos cerrados y herida. Sus cuerpos fueron vistos en el centro clandestino conocido como El Olimpo.

A “Wado” lo dejaron con un vecino. A las horas, fueron unos hombres con un Ford Falcon y se lo llevaron. Estuvo en el Olimpo. Una sobreviviente recuerda haber visto un gatito de peluche con el que él solía jugar. Estuvo secuestrado hasta mediados de enero de 1979. Uno de sus tíos, a través de un conocido de la Curia de Mercedes, llegó a entrevistarse con Carlos Guillermo Suárez Mason, jefe del Primer Cuerpo de Ejército y, por ende, responsable de la mayoría de los centros clandestinos de la provincia de Buenos Aires. Después, un cura recibió un llamado. Le dijeron que fuera hasta la Ruta 5 y la calle 1 de Mercedes. Allí vio cómo una mujer de unos 30 años se bajaba de un Torino blanco y le entregaba al chico.

Se crió con su tía Estela Révora y con su marido, Javier Ustarroz, y los tres hijos de la pareja, Gerónimo, Dolores y Juani. Fue allá que empezaron a llamarlo “Wado” por su dificultad para decir Eduardo. Tiene disfluencia en el habla.

 En el colegio San Patricio de Mercedes, “Wado” solía ser molestado por ser hijo de “ponebombas”, como relató en una entrevista que, en 2002, le concedió a Memoria Abierta. Cuando cumplió catorce años, se sentó con sus nueve tíos para acordar la herencia. Él –en representación de su mamá desaparecida– se quedó con un tambo, que terminó fundiéndose durante el menemismo.

En 1995, se mudó a la Ciudad de Buenos Aires porque quería ser contador. La vocación le duró un cuatrimestre y regresó a Mercedes. El 24 de marzo de 1996 estaba allá cuando vio la marcha imponente que se organizó por los 20 años del golpe. Después, leyó en un aviso de Página/12 que había hijos e hijas de víctimas del terrorismo de Estado que se reunían. Su incorporación a H.I.J.O.S fue en 1997. Para entonces, estudiaba Psicología, como su mamá.

En la búsqueda de conocer su historia, volvió a Floresta. Tocó timbre en la casa contigua a la que vivían.

–Vos sos Pichu, el hijo de Mirta– lo recibió entre lágrimas Beatriz Tvarkovsky, “Quica”, la vecina y amiga de Lucila.

En H.I.J.O.S, “Wado” integró la comisión de escraches. Fue también uno de los que organizó el repudio al marino Alfredo Astiz en los tribunales de Comodoro Py, que conocía bien por ser empleado judicial. Para finales del milenio, ya estudiaba Derecho. Allí militó en Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), uno de los grupos que después confluirían en La Cámpora.

A Néstor Kirchner lo conoció en 2003 junto con otras víctimas de la represión de diciembre de 2001. Lo volvió a ver una semana antes del acto del 24 de marzo de 2004 en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). A Cristina la conoció el 25 de febrero de 2010, en el último cumpleaños de Néstor, como relata la periodista Sandra Russo en su libro Fuerza propia. “Maxi, Maxi, mirá Wado”, se emocionó la entonces presidenta de conocer al militante del que tanto le habían hablado.

A CFK la acompañó como Secretario General de la Presidencia durante su último año en la Rosada. Desde el año anterior había sido una de sus espadas en el Consejo de la Magistratura. Fue diputado entre 2011 y 2019, cuando asumió como ministro del Interior de Alberto Fernández. Antes, en 2018, había sido uno de los que consiguió el acercamiento con Sergio Massa, una alianza que se plasmó en el acuerdo con Graciela Camaño para compartir una banca en el organismo en el que se elige y sanciona a los jueces.

Después de las PASO de 2021, de Pedro fue el funcionario que encabezó una puesta a disposición masiva de renuncias como señal de las tensiones difíciles de conciliar en el Frente de Todos. Pese a eso no se fue, se fortaleció. Cultor de un perfil no dogmático, rayano en la Realpolitik, “Wado” supo surfear fotos con los ejecutivos de los principales medios opositores o con los empresarios que no sienten ninguna simpatía con el kirchnerismo sin perder la identificación con la Vicepresidenta, que lo eligió como su candidato para la Rosada, como el hijo de la generación diezmada que tiene su revancha histórica --justamente cuando Argentina está por celebrar sus primeros 40 años ininterrumpidos de democracia--.