El 15 de junio de 2010, Wado declaró como querellante en el juicio por los asesinatos de su madre, Lucila Révora, y Carlos Fassano. Y por su propio secuestro, que duró tres meses. Gran parte del impulso de ser abogado había sido depositado en ese momento.

Toda su vida había estado tensada por lo que se decía y no se decía. No tiene recuerdos del operativo de la calle Belén, en el que el cuerpo de su madre lo salvó. Su memoria empieza ya viviendo en Mercedes, en el seno de una familia amorosa que lo llenó de cuidados. Pero no le hablaban de la situación política en la que sus padres habían sido asesinados.

“Contexto, me faltaba contexto. En Mercedes, como en todas las ciudades chicas, de eso no se hablaba. No es que volvió la democracia y se habló. Hasta el 96 no se habló. Trece años de silencio. El Juicio a las Juntas, nada más. Yo lo que quería saber era en qué creían mis padres, contra qué luchaban. Crecí intrigado. Crecí con esa molestia de no poder hablarlo”.

Volviendo al 15 de junio de 2010, los asesinos estaban en la sala. Wado dice que ese día fue un antes y un después. Porque iba a decirlo por fin, y a decirlo públicamente, en un juicio impensable cuando había empezado a militar en HIJOS. “Yo había empezado a militar pensando en ese día”. Se sacó una mochila de encima. Decir frente a los asesinos toda la historia de la tragedia que lo golpeó cuando tenía tres meses. Todo lo que había reconstruido, que era mucho.

La primera mochila que se sacó ese día fue la de tartamudez. Empezó diciendo:

-Antes quería aclarar algo, tiene que ver con las formas. Voy a relatar los hechos. Me trabo. No es que tenga dudas con los hechos, sino que tengo una disfluencia en el habla- dijo, y luego comenzó a relatar las circunstancias de los asesinatos, con detalles precisos.

“Mi madre tuvo la posibilidad de irse, a fines del ´77, y respondió con una carta en la que expresó que no se iba porque todavía seguía la dictadura. Expresó que se quedaba –y ahí se quebró -… por los otros”.

Luego relató la historia de cómo llegó en su adolescencia a la casa de la calle Belén, en Floresta, donde la vecina, Quica, lo recibió a los gritos llamándolo Pichu. A ella, Lucila Révora le había dejado un papel firmado diciendo que “si pasaba algo” ella podía disponer de todo lo que había en la casa. Después del operativo de tres fuerzas conjuntas en 1978, Quica había guardado objetos de su madre y también su ropa de bebé durante veinte años. Con ella, él, a los dos años, se había quedado la primera noche después de los asesinatos, hasta que llegó un auto con gente que decía ser la familia de Pichu y se lo llevaron. Así lo secuestraron. Ese día Quica lo hizo pasar al baño donde lo habían encontrado en la bañera. Estaban todavía las marcas de los tiros en las paredes.

También le dio nombres que tenía anotados. A través de una de esas personas que pudo localizar, bastante después, dio con Cristina, la hija de Nelly , que había sido secretaria de Carlos Mujica. Las dos habían vivido en esa casa, Cristina tenía 18 años y un hijo de dos meses cuando ocurrió el operativo. Le contó que el 11 de octubre del 78 a Nelly la secuestraron en la calle, y a ella y a su bebé cuando volvían de comprarle a Nelly un regalo por el Día de la Madre. Que las llevaron al Olimpo. Que a la madre la pusieron en una mesa de tortura para que diga la dirección de la casa. Que como Nelly callaba, le mostraron una rata y amenazaron con metérsela en sus partes íntimas. Y como seguía callando, le llevaron a su nieto, el bebé de Cristina, y le hicieron un submarino. Entonces, Nelly dio la dirección y confirmó que en la casa había 150.000 dólares de un inmueble que ella había vendido. Después, ese dato había desatado la ferocidad del operativo, porque las distintas fuerzas lo que buscaban era el dinero y competían entre sí.

“En lo personal, ¿Por qué tengo que bancarme que unos tipos que matan a mi padre, ocho contra uno, que los tipos que matan a mi madre…¿Por qué tengo que soportar que ese tipos estés libres?”

Apenas tres meses más tarde, se escucharon las sentencias. Hacía dos meses que había muerto Néstor Kirchner. Era 20 de diciembre de 2010, fecha curiosa: se cumplían nueve años desde el día de 2001 en el que Wado fue secuestrado por la policía de la Alianza en Plaza de Mayo y molido a palos dentro de un patrullero.

Ese día el Tribunal Oral N°2 ordenó las cadenas perpetuas de Samuel Miara, el Turco Julián, Oscar Isidro Rolón y Raúl Guglielminetti, entre otros. En Comodoro Py, después de las sentencias, con Wado sintiéndose liviano porque podía dar por cerrado un capítulo para el que se había preparado más de diez años, en la puerta de Comodoro Py los HIJOS organizaron un evento para las tres mil personas que había ido. Tocaron Actitud María Marta, la Chilinga y Danced Mood.

“Por acá está Néstor, entre nosotros”, dijo Wado. Uno de los tres mil que lo acompañaban era Máximo.