I.

Extrañeza e incomodidad son dos de los efectos más frecuentes entre los lectores que, por primera vez, se encuentran con un texto brevísimo, que apenas ocupa media página o incluso menos, y se pavonea, desde sus escasas palabras con autoridad y autonomía literarias. Ambos efectos (extrañeza e incomodidad) son buenas señales, porque, cuando el objeto artístico nos sienta demasiado cómodo, se queda en un efecto placebo, pero cuando, por el contrario, nos interpela, nos interroga, nos intima a reconocer otras perspectiva, se produce una experiencia transformadora en el lector.

Como hemos estado diciendo, las formas breves habitan el universo literario desde tiempo inmemorial. En este recorrido nos proponemos avizorar uno de los procedimientos narrativos más inquietante de la minificción: la capacidad de mostrar el revés de la trama al retomar temas universales cuyas representaciones pretenden ser inamovibles. El siguiente texto breve del gran escritor y guionista Héctor G. Oesterheld, es un faro que nos ilumina en este camino:

GÉNESIS

Y el hombre creo a Dios, a su imagen y semejanza.

Y hubo amor, y placer, y virtud en el mundo. Y los días fueron largos, demasiado largos.

Entonces el hombre creo al Demonio, a su imagen y semejanza. Y hubo así amor y odio en el mundo, placer y dolor, virtud y pecado.

Y los días fueron cortos, muy cortos.

Y fue bueno vivir.

Todo habitante originario de estas tierras sudamericanas, a quienes la cultura judeo-cristiana le entró por la espada y la palabra, por más ajeno que pretenda ser a los preceptos religiosos, tiene conocimiento de Dios y del Demonio, sabe que el mito cristiano sostiene que el Creador hizo al hombre “a su imagen y semejanza”. En el micro-texto de Oesterheld, asistimos una magistral operación de evocación apócrifa del gran relato bíblico.

II.

La minificción es una zona de contacto con la literatura que la precede, y por ello, una oportunidad para re-versionar los relatos cosmogónicos. Esto no sólo produce, en el lector, un impacto estético-cultural sino que le permite construir nuevos sentidos o bien, deconstruir los ya instalados, tal como ocurre en el siguiente texto de Patricia Gómez Abarzúa, oriunda de Concepción, Chile, y residente en San Nicolás, provincia de Buenos Aires:

MACABRO FESTÍN

Y aquel día, en el séptimo de la creación, en un acto fallido, el demiurgo creó la idea de la muerte a imagen y semejanza de la vida, pero con materia informe, lúgubre, oscura, llena de tinieblas, y la guió por túneles que sólo conducían a más oscuridad.

La muerte siempre se disfraza de múltiples maneras para llevar a cabo su nefasto fin. A veces usa antifaz y ríe, brinca de alegría cuando logra su cometido. Se cuela entre carnavalescas multitudes ataviada con atractivas vestimentas y realiza sensuales danzas que invitan a seguirla.

Con una mansedumbre que no le es propia, sonríe al demiurgo. Espera escondida tras la mirada de ensoñación de una primeriza con un nuevo ser en su vientre.

Es paciente, escurridiza, lógica en su espera, delicada y mortalmente decidida.

Cuando asoma la luna nueva en su novena rotación, certera, de un salto, arrebata la esperada vida.

III.

Puede decirse también que la minificción es un llamado de atención sobre la literatura y la lectura tradicionales. Podría agregarse, además, que la minificción es una zona de contaminación, un cuenco mágico donde las palabras, en pequeñas dosis, se potencian entre sí, se estimulan unas a otras, donde el mortero de la elipsis las machaca hasta pulverizar la cáscara, la apariencia, y hace brotar sus más profundos aromas, sus recónditos sabores, sus inesperadas significaciones. Veámoslo en este brevísimo y chispeante texto de Aranza Astorquia, minificcionista de la ciudad de Rosario:

LA CREACIÓN DEL FUEGO

En ese momento, no había dioses ni magia. Solo ellos dos reinventando el fuego.

IV.

Si este recorrido lleva por título “Minificciones al bies” es precisamente porque los textos presentados develan un proceso de escritura (un proceso de pensamiento) que corta al sesgo los grandes relatos precedentes. La aventura imaginativa de la minificción deviene desafío, resulta rebelión, destrona las antiguas narrativas e instaura una nueva estructura de poder al instituir una forma literaria y abrir el camino para la construcción de otros sentidos. En el último texto breve de esta presentación leemos a Blanca Lía Ciffo de San Nicolás, que trastoca tanto el dogma del origen como el mandato del género. Así, el inagotable tópico de la creación se re-crea una vez más:

GÉNESIS

Al principio estaba la sombra con su enigmática presencia. Agotada por la constante vigilia, hizo ruido y aparecieron las olas. Más tarde, llegaron los árboles para darle descanso, pero estos no tenían hojas. Luego vino el trueno abrazado a la lluvia y las hojas despertaron, giraban en torno. Las mañanas se tiñeron de un gris azulado. La sombra hizo más ruido que el trueno, vistió la aurora con guirnaldas de oro. Cantó el ruiseñor y la noche tuvo acordes. Así fue como la niebla y la noche, impulsadas por un viento virgen, esparcieron sus semillas. El verano maduró los negros racimos, las rubias espigas tintinearon y también florecieron los almendros. Una celebración de polinizadoras y una exquisita corriente, trajeron obreros. La sombra hizo ruido y los surcos se propagaron. Entonces, vibró un desenfrenado fogón de ovarios y despertó la mujer. Despertó el universo.

 

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