Finalmente, Sergio Massa será el candidato a Presidente por Unión por la Patria, el nuevo sello oficialista que modificó su estrategia este viernes y confirmó al tigrense a la cabeza de la fórmula presidencial que completa el santafesino Agustín Rossi. 

“Creemos que el camino es la unidad, pero si hay PASO, anótennos también”, dijo semanas atrás el actual ministro de Economía y sacudió todo el tablero justicialista, que terminó de acomodarse a 24 horas del cierre de listas. Así, puso en juego fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas que tuvo su coronación con una candidatura construida a lo largo de muchos años. 

Como él mismo recordó en el discurso de cierre del plenario de la fuerza política que conduce, semanas atrás, fue diputado provincial, nacional, intendente y jefe de gabinete, todo muy joven. Ese recorrido le da un profundo conocimiento del estado y su funcionamiento, además de su evidente capacidad política. 

Un proyecto presidencial se construye a lo largo de al menos dos décadas, sabiendo que no existen garantías de coronar. Antonio Cafiero, José Manuel De la Sota, hasta Ricardo Balbín, son dirigentes que se prepararon toda la vida para una oportunidad que no llegó. Presidente es uno cada cuatro años y los demás quedan con la ñata contra el vidrio. En 2019 ocurrió por primera vez lo contrario. Se coronó quien menos lo esperaba. La experiencia reciente da cuenta de lo incoveniente que a veces resulta  llevar a Balcarce 50 a quien no haya forjado un proyecto presidencial a lo largo de los años. No se podía hace cuatro años ni se puede hoy, con una situación tanto o más compleja, porque no hay tiempo. No se improvisa un Presidente, parece ser la moraleja.

Nadie puede discutirle al líder renovador su ductilidad a la hora de tejer acuerdos y alianzas. El hombre construye. Su fuerza reúne peronistas, radicales, progresistas y más de un vecinalista. Pero el famoso “pragmatismo”, una virtud a la hora de la realpolitik, puede ser leído a la inversa por el electorado, como un disvalor, desde esa perspectiva que antepone lo moral a lo político o reduce lo político a los principios. "Que se rompa pero que no se doble", supieron decir durante años los radicales. 

“Juega para él”, lo acusaron más de una vez. “Ventajita”, lo apodó en su momento el ex presidente Mauricio Macri. Efectivamente, su álbum de fotos en Davos 2016 resulta de difícil digestión para el votante kirchnerista proveniente del progresismo. El votante con ADN peronista, en cambio, tiene más elementos para asimilarlo. El propio Massa ayuda, cuando cuenta la parábola completa: por qué se fue en 2013 y por qué volvió en 2019, a reencontrarse con la misma dirigente, cuya centralidad hace tiempo que dejó de discutir.

¿Se puede resignificar ese pasado? Claro. Ahora que volvió, Massa es “Sergio”, el hijo pródigo, el que recorrió el ancho mundo, conoció, vio y escuchó, para volver a la casita de los viejos de la calle Matheu. De la misma manera que se puede resignificar, no el 7 u 8 por ciento de inflación mensual, pero sí la decisión de ponerse el casco de bombero, tomar la manguera y apagar el incendio que, de prolongarse, amenazaba en culminar con un helicóptero, asamblea legislativa y al menos veinte años de peronismo en el llano, como le ocurrió a la UCR tras la debacle de Fernando De La Rúa. 

Massa puede presentarse, sin faltar a la verdad, como el Caruso Lombardi de la economía, el que hizo lo necesario para conjurar la tragedia. Más glamoroso, obviamente, es salir campeón del mundo como Scaloni, pero los futboleros valoran esa clase de gestas.

Hace muy poco, el ministro que hoy es candidato viajó a China a ampliar el swap y que usó reservas para defender el valor del peso en plena corrida, de alguien que entiende que el contexto internacional cambió, que el FMI es una institución residual, aunque aún poderosa, de un orden mundial que ha dejado de existir.

¿Alcanza? Es uno de los granaderos, que junto a Axel Kicillof, "Wado" De Pedro y Máximo Kirchner, rodeó a CFK en el escenario, el pasado 25 de mayo, cuando planteó los ejes de campaña y del próximo gobierno: articulación público privada para el desarrollo industrial, reforma judicial y refundación del pacto democrático.

Por último, desde una perspectiva histórica, el Frente Renovador fue la ambulancia más grande de la política argentina contemporánea. No hace falta imaginar esa capacidad de construcción y acumulación al servicio de un proyecto nacional y popular. Basta con mirar desde otra perspectiva. Al ser su recorrido circular y volver al punto de partida, termina prestando al peronismo un servicio inestimable en tiempos electorales de vacas flacas.

Y si esto, la solidez del acuerdo que lo une a la vicepresidenta, no fuera suficiente, el ex intendente de Tigre consiguió el clamor por el que se peleaban todos sus rivales internos que se quedaron en el camino en la pelea por la precandidatura de Unión por la Patria: el de un grupo de gobernadores, hombres de las provincias, del país profundo, que se movilizaron hasta la Casa Rosada y lo señalaron como el dirigente capaz que encabezar la unidad que el oficialismo pregona desde el aggiornado nombre de su frente electoral.