En los campos de concentración de la dictadura hubo niños y niñas. Secuestrados con sus madres o padres, algunos de ellos llegaron a estar horas o días en los lugares donde la tortura y la muerte eran la única certeza. Este miércoles, la fiscalía pidió que cinco represores que están siendo juzgados por los crímenes cometidos en los centros clandestinos conocidos como Atlético, Banco y Olimpo respondan por lo que pasó con 200 víctimas que no habían sido contempladas inicialmente –20 de ellas eran niños o niñas al momento de la privación ilegal de la libertad–. Uno de los casos que el Tribunal Oral Federal 2 deberá decidir si incorpora al proceso es el del ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro.
Desde el Juicio a las Juntas, hubo testimonios que hablaron de los chicos en los campos de concentración –particularmente en ABO–. Sin embargo, sus casos no fueron juzgados. En las audiencias de ABO IV, las menciones a los niños volvieron a aparecer. Por eso, la fiscalía –que encabeza Alejandro Alagia e integran Berenice Timpanaro y Agustín Vanella– pidieron que se los incluya. Las defensas de los cinco genocidas deberán pronunciarse sobre el pedido y es probable que la definición del TOF2 quede para después de la feria de invierno.
Quienes están en juicio en esta oportunidad son Carlos Alberto Infantino --que integraba el Departamento de Asuntos Políticos de la Superintendencia de Seguridad Federal--, Hugo Luis Medina --que oficiana como jefe de la Plana Mayor de la Gendarmería en el Destacamento Movil con asiento en Campo de Mayo--, Miguel Víctor Pepe y Miguel Pablo Lugo --que también reportaban en el Destacamento Móvil--. El quinto represor en el banquillo es Sergio Raúl Nazario, la dirección de Inteligencia de Gendarmería.
La mayoría de los casos que mencionó la fiscalía sucedieron en el centro clandestino conocido como Olimpo, que estuvo operativo en Floresta entre 1978 y 1979. Sin embargo, también hay casos de chicos que fueron llevados a Club Atlético –que funcionó en Avenida San Juan y Paseo Colón– para después mudar sus instalaciones a lo que fue el Banco, en provincia de Buenos Aires.
Uno de los casos que la fiscalía pidió contemplar es el de “Wado” de Pedro, que estuvo presente el 11 de octubre de 1978 en la casa de la calle Belén cuando una patota irrumpió tirando una granada. El compañero de su mamá, Carlos Fassano, fue asesinado en el operativo. Una vecina alcanzó a ver que se llevaban a Lucila Révora herida y con los ojos cerrados. Lucila cursaba un embarazo avanzado. Los cuerpos de Lucila y de Carlos fueron vistos en el Olimpo.
Hasta este juicio –señaló Vanella– había una percepción de que “Wado” podría haber estado en el Olimpo porque una sobreviviente había visto el muñeco de apego con el que él solía jugar. Ella lo conocía porque lo había cuidado antes de ser secuestrada. Pero la confirmación llegó de la boca del exgendarme Omar Torres, que ya venía declarando sobre el operativo de la calle Belén y dijo que habían llevado al chiquito al centro clandestino. “Wado” estuvo apropiado hasta mediados de enero de 1979. La familia logró recuperarlo después de que uno de sus tíos consiguiera entrevistarse con Carlos Guillermo Suárez Mason, a través de un conocido de la Curia de Mercedes.
Otro de los casos que la fiscalía solicitó analizar es el de Claudia Victoria Poblete Hlaczik. Claudia Victoria es la hija de José Liborio Poblete y Gertrudis Hlaczik. José Liborio había tenido un accidente en el que perdió las dos piernas en Chile y se mudó a la Argentina para su rehabilitación. Acá conoció a “Trudi”. El 25 de marzo de 1978, nació Claudia Victoria. A los tres los secuestraron el 28 de noviembre de 1978. Primero, se llevaron a José Liborio. Después fueron hasta Guernica y secuestraron a “Trudi” y a Claudia Victoria. La beba estuvo en el Olimpo. Si bien a sus padres les dijeron que iban a llevarla con la familia, se la dieron a Ceferino Landa, que era parte de la estructura de inteligencia del Ejército.
Claudia Victoria restituyó su identidad en 2000. Su abuela, Buscarita Roa, es actualmente la vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Su caso es un hito para el proceso de justicia porque con éste se logró la inconstitucionalidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.
La fiscalía también pidió que se incorpore al debate el caso de Norberto Berner, que tenía once meses el 22 de julio de 1978, cuando lo secuestraron con su mamá, Isabel Cerruti. Los dos habían ido de visita a la casa de su abuela paterna, que había sido raptada por la patota que operaba en el Banco. Isabel y Norberto fueron llevados a ese centro clandestino. El bebé fue entregado a la familia materna mientras duró el cautiverio de la madre –que después fue trasladada al Olimpo–.
Otro de los casos que mencionó el Ministerio Público es el de las hermanitas Victoria Andrea Couto y Florencia Tajes. En diciembre de 1978, secuestraron a su mamá, Graciela Passalacqua. Después llegó una patota a buscarlas a ellas a la casa en la que se estaban quedando con unos amigos. Victoria tenía entonces siete años; su hermanita, once meses. Las cargaron en un auto lleno de armas y las condujeron al Olimpo, donde estuvieron varios días. A Florencia le permitieron estar más tiempo con su mamá. Victoria estuvo siempre al cuidado de otra secuestrada, Susana Caride, que, pese a que estaba por ser liberada, pidió quedarse hasta que los represores decidieran qué iban a hacer con las nenas. Victoria solo pudo despedirse de su mamá.
Adriana Lewi se enteró de grande que había estado secuestrada también en ese campo de concentración. Fue mientras esperaba en los tribunales y se le acercó una sobreviviente para decirle: “Vos sos Adriana, sos igual a tu mamá. Yo estuve con vos en Olimpo”. Adriana es la hija de Ana María Sonder y Jorge Lewi. Tenía un año y medio cuando la secuestraron junto con sus padres. Según la reconstrucción de la fiscalía, estuvo 48 horas en el campo de concentración de Floresta. Durante ese tiempo, su mamá jugaba con ella y hacía como si sus manos fueran títeres para mantenerla ajena al horror.
Según una reconstrucción hecha por el Observatorio de Crímenes de Estado (OCE) de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, en los tribunales se mencionaron los casos de 111 niños o niñas que pasaron por ABO o que estuvieron presentes en los secuestros de sus padres o madres. Un relevamiento hecho con los espacios de memoria que funcionan en Olimpo y Atlético habla de un universo de 300 víctimas infantiles, que incluye niños que presenciaron los operativos, pasaron por el circuito concentracionario, estuvieron en libertad vigilada con sus padres o incluso nacieron durante ese período en el que los represores seguían controlando los movimientos de toda la familia.
“Cuando éramos chiquites y nos violentaron no nos pudimos defender”, dice Adriana Lewi, que espera una respuesta del Poder Judicial por lo que sufrió mientras estuvo en el Olimpo. “Ahora que somos grandes estamos unides para finalmente poder defendernos y reclamar que nunca más se violente a un niñe como se nos violentó a nosotres”, concluye.