Ni siquiera la presencia de un rosarino, Agustín Rossi, le quita a la definición final de la fórmula presidencial el peso de la provincia de Buenos Aires. Se sentirá en la propia campaña, en la que previsiblemente tres figuras de la Provincia se complementarán en el intento de ampliación del voto en teoría “propio” (el que votó FdT en 2019 y no lo hizo en 2021) y en la búsqueda del voto no peronista.
La responsabilidad cae sobre un tridente que hasta ahora no mostró, al menos en público, contradicciones internas: el candidato a Presidente Sergio Massa, el candidato a la reelección Axel Kicillof y el primer candidato a senador por Buenos Aires Wado de Pedro.
Cuando Massa asumió en el Ministerio de Economía, hace un año, los ortodoxos vaticinaron chispas entre él y el gobernador. Nada de eso ocurrió. En parte porque la amenaza mayor era la híper y en parte porque la principal negociación es con el Fondo Monetario Internacional. Kicillof no dejó de decir nunca que después de esta etapa hay que distribuir el ingreso pero ninguna crítica a Massa salió ni de él ni de su equipo de economistas. Más aún: el diálogo es fluido y también la colaboración técnica de staff con staff.
Hay, claro, otra explicación: Massa llegó a Economía por impulso de Cristina, a quien Kicillof reconoce como referente máxima de su espacio político.
Y algo adicional, que puede haber pesado en la decisión final de remover la fórmula Wado-Manzur incluso en estado embrionario. Más allá de las opiniones sobre la negociación con el FMI, este diario pudo recoger ayer en un paneo de opiniones de dirigentes peronistas algo que se resume así: "Discutamos con el Fondo, aunque haya sido Mauricio Macri el que nos reconectó, pero para esa discusión hay que ganar espaldas. Y no se iban a fortalecer las espaldas sacando al negociador, Massa, mientras estaba en plena tratativa con los técnicos del FMI". O sea que una fórmula no encabezada por el actual ministro de Economía implicaba un Plan B que no existe. Nadie de los consultados dijo que no debe existir. Constató, simplemente, que hoy no existe.
Con Wado de Pedro la relación estrecha de Massa es más antigua que con Kicillof, e incluye a Máximo Kirchner.
Wado, Massa y Máximo Kirchner, con la presencia siempre constante de Raúl Pérez, el negociador político del tigrense, fueron los negociadores del proceso de unidad entre el Partido Justicialista y el Frente Renovador. Ese proceso dio origen al núcleo del Frente de Todos en 2019. Con el desprestigio de Mauricio Macri desde la devaluación de mayo de 2018, la clave del triunfo sería que ningún sector peronista quedara afuera del nuevo armado. Así fue, porque además la polarización llevaba a que el FR tuviera una sola salida. O se unía al PJ o sus votantes votaban a la fórmula Fernández-Fernández más allá de la palabra de sus dirigentes.
Macri se interesó a tal punto por esas negociaciones que la Agencia Federal de Inteligencia llegó a lanzar un dron para filmarlos en el departamento de San Telmo que funcionaba como roscódromo.
Ahora, Massa, Kicillof y Wado de Pedro se repartirán tareas electorales. Cada uno conoce el territorio desde donde parte.
El candidato presidencial tiene una impronta bonaerense desde sus comienzos. Aprendió política con Graciela Camaño. Se incorporó luego al duhaldismo, y trabajó en la campaña de Eduardo Duhalde versus Fernando de la Rúa en 1999. Con Duhalde presidente por decisión de la asamblea legislativa, en 2002,fue designado director del Anses. Néstor Kirchner lo dejó, igual que a otros funcionarios como Roberto Lavagna y Ginés González García. Y después de la ruptura con el kirchnerismo, logró ganar en su territorio, Tigre, para ser intendente. Una parte de la Primera Sección Electoral a la que aportó votos cuando, en 2019, el Frente Renovador que había creado para desafiar a CFK en 2013 se unió al Partido Justicialista y juntos fueron el núcleo del Frente de Todos.
Massa, claro, no es solo el Conurbano, como tampoco es sólo la provincia de Buenos Aires. Su tejido se fue internacionalizando. Primero con los republicanos, a través de Rudolph Giuliani, el ex alcalde de Nueva York que terminó como abogado de Donald Trump. Después con los demócratas como el consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan. Pero ningún político pierde jamás el sello que alguna vez le marcó el territorio donde negoció y gobernó. Esa experiencia cara a cara con los factores reales de poder, los físicos, sigue vigente y tiñe la forma de relacionarse, de tratar, de mirar pragmáticamente la política, de llegar a los mejores resultados posibles en el toma y daca.
El primer candidato a senador, Wado de Pedro, en cambio, quizás por razones de edad no llegó a desplegar un trabajo territorial en Mercedes, donde es productor y donde elabora hasta miel y salame. Pero su primera vez como diputado nacional también fue en representación de la provincia de Buenos Aires.
No es el caso de Axel Kicillof, que irá por la reelección como gobernador en disputa con Néstor Grindetti o Diego Santilli, quienes deben dirimir la interna de Juntos por el Cambio, y con Carolina Píparo por La Libertad Avanza de Javier Milei.
Como otros antes (Carlos Ruckauf, Felipe Solá, Daniel Scioli), Kicillof emprendió la aventura de conquistar la Provincia desde la ciudad de Buenos Aires. Inclusive habría que poner en esa lista a Duhalde. No logró ser gobernador desde la intendencia de Lomas de Zamora. Antes fue vicepresidente de Menem, y recién después, desde arriba, o desde el gobierno nacional con sede en CABA, se presentó como candidato a gobernador y ganó.
Con Máximo Kirchner también en la lista de candidatos a legisladores y Kicillof confirmado en el proyecto de buscar la reelección, deberían darse por suspendidas las internas o los recelos.
Tanto ellos como los intendentes del Gran Buenos Aires saben que el objetivo es acercarse a los números de 2019 y no repetir los de 2021. Esto significa, bajado a tierra, que el peronismo no solo debe ganar en los grandes distritos sino hacerlo por una diferencia que asegure la gobernación de Buenos Aires y, por peso de sufragios, la Presidencia. En otras palabras, que no es lo mismo para el peronismo ganar en La Matanza por 40 puntos de diferencia que hacerlo por 20. No es igual ganar en Lomas de Zamora por 15 o 20 de diferencia, y lo mismo en Merlo, que hacerlo por 10 puntos respecto del supuesto segundo, Juntos por el Cambio.