El recorrido del dólar en los últimos meses muestra el resultado de un Banco Central empecinado en copiar los modelos de política monetaria y cambiaria del mundo desarrollado y no prestarle atención a la realidad local. La cotización de la divisa mirada en números redondos se mantuvo en torno de 15 pesos entre enero y mayo. En junio anotó un nuevo piso de 16 pesos, en julio escaló a 17 pesos y en agosto se ubicó en 18. El dólar estuvo quieto casi medio año y en dos meses marcó una suba de casi 20 por ciento. Para las autoridades del Central esto no era problema pero otros funcionarios del Gobierno con más olfato político decidieron que el experimento de la entidad de dejar al mercado decidir el precio del dólar era inviable. A partir de agosto la autoridad monetaria fue obligada a vender reservas internacionales y mandar al archivo el discurso de la independencia y del dólar flotante.

El Banco Central no tiene grises a la hora de llevar adelante su política. La entidad estuvo 266 días sin hacer una intervención de venta, la última vez había sido el 30 de junio de 2016, y ahora en menos de 10 días sacrificó unos 1800 millones de dólares de las reservas para intentar ponerle un techo a la cotización. La cifra es un 30 por ciento más elevada respecto de la cantidad de dólares que ingresaron del exterior en lo que va de 2017 para invertir en actividades productivas. 

La próxima semana si las presiones continúan el organismo a cargo de Federico Sturzenegger seguirá rifando reservas. Uno de los problemas que enfrentará la entidad es que en la city el dólar a 18 pesos lo siguen evaluando como una oportunidad de comprar barato. Los operadores explican que sin intervenciones podría subir hasta su valor de equilibrio, que lo ubican en 22 pesos.

El precio del dólar no es la única preocupación del organismo de esta semana. La entidad tiene que renovar 534.000 millones de pesos de Lebac. En el mercado aseguran que le resultará muy difícil a Sturzenegger convencer a los inversores de quedarse en esas letras si no ofrece una suba de la tasa de interés. Esto sumaría nuevas tensiones al Central que ya paga unos 641 millones de pesos por día en intereses de Lebac.  

La incertidumbre por la escalada de la divisa y las presiones del déficit cuasi fiscal que enfrenta la autoridad monetaria no sólo tienen impacto en el valor de los activos financieros sino que ya empezaron a sentirse los efectos en la economía real. El rebote de los precios del mercado interno es una de  las principales consecuencias de la volatilidad cambiaria y la falta de certezas acerca de cómo se van a comportar las principales variables macroeconómicas en los próximos meses. En julio el promedio de las consultoras privadas estimó un aumento de la inflación del 2,1 por ciento y el Indec la marcó en 1,7 por ciento. En todos los casos se proyecta que la inflación ya tiene un piso del 2 por ciento para agosto y las remarcaciones se sentirán en mayor medida en productos sensibles como la leche, el aceite y la harina. El rubro de alimentos había acumulado en la primera mitad del año una suba de 12 por ciento y sólo para agosto los referentes de los supermercados adelantaron que habrá aumentos promedio del 5 por ciento.

El factor electoral es un disparador de la incertidumbre y la especulación con el dólar pero no el único por el que se aceleró el tipo de cambio en los últimos meses. La economía local sigue mostrando desequilibrios en varios frentes. El sector externo es uno de los que muestra las mayores tensiones con un déficit comercial que ya es de 700 millones de dólares al mes y no bajaría de 4000 millones de dólares en el año. La mayoría de los sectores productivos pierde divisas y las únicas actividades de la economía real que compensan parte del déficit son primarias (demandan menos empleo y generan menor valor agregado). Es una economía que no sólo se endeuda sino que se reprimariza y no genera motores de crecimiento genuino para los próximos años.