El recorrido electoral de Javier Milei en las provincias que ya han convocado a la población a las urnas ha sido decepcionante para sus aspiraciones. Las elecciones PASO serán un test revelador si los encuestadores han fallado en los relevamientos realizados o si se verificará que el líder de la ultraderecha argentina no es sólo un fenómeno mediático y de redes sociales.
El saldo de la aventura política-electoral de Milei a nivel nacional es una incógnita pero, de acuerdo a cómo fueron integradas la mayoría de las fórmulas presidenciales que competirán en las PASO, queda claro que ha tenido éxito en correr aún más a la derecha el debate económico, además del político y social.
No es una particularidad de la realidad argentina, sino que es una tendencia regional y europea. Es cierto que en Latinoamérica existen varios presidentes identificados con lo que se denomina progresismo o centroizquierda. Pero ya sea por alianzas políticas para llegar al poder (el caso de Lula da Silva en Brasil) o por la elevada polarización de sus sociedades (Chile y Colombia), la agenda de gestión se ha corrido hacia el centro y la centroderecha en comparación al ciclo político anterior desarrollado en la región en los primeros quince años de este siglo.
¿Por qué avanzan y se consolidan las ideas de derecha?
El corrimiento hacia la derecha de las propuestas políticas puede ser interpretado como resultado de la mayor desigualdad económica, agudizada en estos años de pandemia, provocando una insatisfacción generalizada respecto a la gestión de gobierno de las fuerzas políticas tradicionales.
También es un fenómeno alimentado por la expansión de las redes sociales que fomenta el individualismo y la búsqueda de respuestas inmediatas a demandas económicas, que el actual sistema no está en condiciones de entregar.
El nuevo escenario se traduce en una mayoría de la sociedad corrida hacia posiciones conservadoras, en el mejor de los casos, o radicalizadas en las ideas de tratamiento del inmigrante, de las minorías y, en general, respecto a las políticas de género y de seguridad. En la cuestión económica, manifiestan un creciente malestar en relación a la provisión de bienes y servicios del cada vez más debilitado Estado del Bienestar, apostando a la ilusión del salvataje individual meritocrático.
En el caso argentino, la irrupción de la ultraderecha en el debate público tuvo a grupos económicos como responsables del impulso y financiamiento de la campaña de Milei, desde 2018 en televisión y radios y en los últimos dos años además en el escenario político-electoral.
Ahora, con el objetivo casi cumplido de orientar la forma de interpretar los próximos desafíos económicos y sociales, algunos han empezado a prescindir de él, más aún cuando ha exhibido cierto desorden emocional acumulando una serie de disparates que escandalizan a las almas bellas del establishment.
La frivolidad de la mayoría de los integrantes del poder económico
Como servilleta de papel, Milei fue descartado en la preferencia de muchos empresarios, de acuerdo a lo que dejan trascender voceros e incluso ellos mismos. El lugar de favorito está siendo ocupado por Patricia Bullrich, cuya característica principal de su discurso económico es el vacío conceptual, el cual completa con eslóganes que encantan en el mundo empresarial y mediático.
La superficialidad de esta adhesión no es responsabilidad de una persona con escasos recursos intelectuales quien se presenta como una dirigente política con ambiciones de poder, sino de la vulgaridad que manifiesta gran parte de los hombres de negocios para pensar la cuestión económica y sociolaboral.
Ella y otros se aprovechan de la frivolidad, alimentada por un ejército de consultores y economistas, de quienes financian campañas electorales con el inocultable propósito de obtener beneficios. Además de ratificar con estas figuras políticas prejuicios e ideas que sólo se sostienen por el poder del dinero y en no pocos casos con la soberbia de la ignorancia.
Puede parecer desconcertante este abordaje acerca de máximos ejecutivos y dueños de grandes empresas, pero una cosa es saber ganar muchísimo dinero, lograr estatus social y éxito empresarial, y otra muy diferente tener capacidades analíticas y reflexivas acerca de cómo funciona la macroeconomía y cuáles son las tendencias económicas mundiales.
Formación débil, habilidad en los negocios y rehenes de las consultoras
Esta debilidad consideran que la salvan contratando consultores y economistas que les entregan respuestas sencillas para entender una realidad compleja. Una forma de aproximarse a esta dinámica tóxica la ofrece el libro La gran estafa. Cómo la industria de la consultoría debilita las empresas, infantiliza a los gobiernos y distorsiona las economías, de las economistas Mariana Mazzucato y Rosie Collington.
La hipótesis que desarrollan estas investigadoras es que la consultoría es un truco de confianza. “El trabajo de un consultor es convencer a los clientes ansiosos de que tienen las respuestas, sean ciertas o no”, indican.
Con diversas evidencias demuestran que las consultorías han debilitado a las empresas y vaciado la capacidad del Estado: “Cuanto más subcontratan los gobiernos y las empresas, menos saben cómo hacer”, señalan. Para interpelar porqué los consultores pueden saber más que los propios trabajadores acerca de que necesita una gran empresa. Destacan la siguiente afirmación del consultor de gestión Bruce Henderson: "¿Puede pensarse en algo más ridículo que las empresas más exitosas del mundo contraten personas que acaban de salir de la universidad que dicen cómo se debe administrar los negocios, y además pagarles millones por esos consejos?".
Un ejemplo ilustrativo de la repetición de eslóganes del mundo empresarial, convalidados por la secta de economistas con amplificación en medios de comunicación, es la recomendación de reducir la plantilla o flexibilizar la jornada laboral como receta para mejorar la productividad.
Sin embargo, investigaciones académicas han demostrado lo opuesto. Por caso, la OCDE ha estudiado las economías desarrolladas durante un período de 20 años revelando que el crecimiento de la productividad laboral fue mucho mayor en los países donde es más difícil despedir trabajadores.
Clase dominante local subordinada al poder económico transnacional
Otra forma de interpretar la debilidad de este mundo empresarial para comprender e intervenir en un proceso de desarrollo nacional con ciertos márgenes de autonomía consiste en saber que sus miembros se perciben subalternos de las economías centrales. En otros términos, el economista Claudio Scaletta lo explicó de este modo: "Las clases dominantes de los países de la periferia capitalista, como la argentina, son auxiliares de las hegemónicas de los países centrales".
Se conoce que el poder económico local no es monolítico, que existen diferencias que derivan en disputas internas, pero en conjunto conforman lo que se denomina un bloque histórico. Este implica un conjunto de relaciones que, en determinado momento, se establecen entre las estructuras socioeconómicas y políticas.
Este bloque histórico por lo tanto rechaza cualquier propuesta política-electoral que proponga el desarrollo nacional, al que denomina "populismo". Por ese motivo ahora tiene preferencia por Patricia Bullrich, como antes lo tuvieron por Mauricio Macri, pese a que, con la experiencia reciente de 2015-2019, el industricidio y el conflicto social serán el resultado de una política económica inviable de sostener en el tiempo.
La represión de la protesta social, como desean y promueven varios de los protagonistas del bloque de poder, con el ensayo de estos días en el Jujuy del gobierno autoritario de Gerardo Morales, tiene límites de aplicación, lo que impide el triunfo hegemónico aunque en este intento genera elevados costos humanos y económicos.
Cuál es el desafío de un proyecto nacional y popular
Como se mencionó, la ultraderecha se consolidó este año con triunfos en Europa e Israel y tiene un importante auge en Latinoamérica, una tendencia explicada en la profundización de la crisis de la democracia liberal y al aumento de las desigualdades socioeconómicas y la incertidumbre en un mundo cambiante.
En este contexto, las fuerzas políticas de la izquierda están concentradas en la imprescindible agenda ambiental y de derechos de las minorías, pero hoy esta línea es insuficiente para interpelar la demanda de mayorías, en especial la de los jóvenes, que encuentran la rebeldía en las propuestas de la derecha. Esto revela cómo se ha naturalizado en el espacio público un discurso de exclusión socioeconómico y de tono agresivo contra quienes piensan diferente.
El inmenso desafío de quienes quieren representar el progresismo o el amplio campo denominado nacional y popular es quebrar las lógicas de resignación fomentada desde las usinas de la derecha. No es una misión sencilla porque el inmenso dispositivo del poder económico está alertado de la necesidad de neutralizarlos luego de la experiencia distributiva del ciclo político de inicios de este siglo.
Revisada a los nuevos tiempos de un mundo multipolar con los cambios generacionales y de intereses de la sociedad, el punto inicial de una agenda política y económica que pueda disputar la hegemonía a la derecha consiste en diseñar como prioridad una política global de mejora de la distribución del ingreso con recuperación sostenida del salario real y de las condiciones materiales de la mayoría de la población.