En 1964 aparece en escena de una artista de impronta rockera, compositora, que elogia la rebeldía, y de quien, al menos por el momento, no se han podido encontrar mayores datos sobre su vida.
Se trata de María Ramona Elvira Michel, su nombre artístico es Mery Mitchel, fue parte del elenco de cantantes del programa Aquí... la juventud, que emitía Canal 13, conducido por Julio Vivar, y su canción “Soy dinamita”, merece una especial atención. Allí vamos entonces: “Me voy a presentar, así como yo soy/ llevando pantalones y el pelo a la sans façon/ Ey, ey, ey, dinamita/ Yo no soy muy bonita, pero en los corazones/ dinamita les hago explotar/ Me gusta conducir, a gran velocidad/ como no tengo carro en motoneta me verán/ Ey, ey, ey, dinamita”
¿Qué significa una chica en pantalones y en moto en el año 1964? La relación de la mujer con el uso de pantalones tiene su historia, que Valeria Manzano detalla en el libro ya La era de la juventud en la Argentina: primero hubo intentos de evitar su uso, como el caso del intendente de Rosario, José R. Araya, que en 1957 los prohíbe para todas las mujeres en la vía pública, por considerarlo opuesto a la moral y a las costumbres. También los códigos de vestimenta para las escuelas de todo el país los rechazaban, tanto para las alumnas de secundario, como para las maestras de nivel primario. Mery Mitchel, que antes de dedicarse a la música fue justamente maestra, bien sabe que presentarse “llevando pantalones” es un gesto de rebeldía.
Con respecto a una mujer en moto conduciendo a gran velocidad: es una imagen vinculada al concepto de “la vida como vértigo”, un tópico del rock and roll, pero siempre asociado a la esfera de lo masculino; de modo que podemos señalar que es novedosa, para la época, su enunciación en boca de una mujer.
Antes de “Soy dinamita”, a mediados del año 1964, Mery ya había grabado un EP con seis canciones, en formato flexidisc, que fue titulado Para bailar con alegría, de Mery Mitchel y su Conjunto, y lanzado por Editorial Abril. Allí también hace alusión a los roles de género, en una canción llamada “Si yo fuera un muchacho” que era del repertorio de Rita Pavone, y que también grabó, muchos años después, la alemana Nina Hagen. Mery Mitchel canta allí que si fuera un muchacho, podría usar pantalones, andar en moto, ser jugador de fútbol, salir y al volver no escuchar los gritos de su mamá. Sin embargo, la letra luego vuelve sobre sus pasos, para concluir que mejor ser una chica linda, “así vos me abrazas, y me decís frases de amor”. La versión de Nina Hagen, unos veinte años después, omitirá esta complacencia con el patriarcado.
De todos modos, hay en Mery Mitchel un atisbo de actitud irreverente aquí, y en “Soy dinamita”, con respecto a la distribución de roles establecidos. Y esa irreverencia también se manifiesta en el plano musical. Mery canta “Soy dinamita”, tal como lo que es: un rocanrolazo. Al escucharla, es imposible no compararla con Wanda Jackson. Si Wanda era su referente, o es pura casualidad el parecido en la forma de interpretar, ya no podemos preguntárselo. Mery Mitchel murió en el año 2016, a los setenta y nueve años de edad.
A fines de 1964 entonces, sale este EP por el Sello DPS, en cuyo lado A encontramos “Soy dinamita”, y en su lado B, “Juana la buena”, una canción de autoría de Giulio Lug. Antes, como decíamos, a mediados del año 1964, Mery ya había grabado Para bailar con alegría, de Mery Mitchel y su Conjunto, donde podemos encontrar otras dos canciones compuestas por ella: “Rafaela Sánchez”, y “Me dices que sí, me dices que no”; ambas tienen un estilo que en la época se nombraba como “indoamericano”.
Los otros temas que completan este disco son: las versiones en castellano de “She Loves You”, y “I Saw Her Standing There”, de los Beatles, aunque para esta última, su versión no está hecha directamente de la original, sino del cover del grupo mexicano Los Locos del Ritmo. Luego tenemos la ya mencionada “Si yo fuera un muchacho”, y por último, una versión de “La Bamba”. Todos los temas del disco tienen la impronta personal, original, única, de Mery Mitchel. El diseño gráfico de este disco lo hizo el artista Rogelio Polesello, pintor y escultor que luego sería referente del arte óptico en toda América Latina.
Hay otra canción de Mery Mitchel registrada en SADAIC llamada “Mi amor para cualquiera”, pero probablemente nunca haya grabado, o de haberlo hecho, ese single no corrió la misma suerte, por ahora, que el de “Soy dinamita”, que fue desempolvado del olvido por el músico y coleccionista Zelmar Garín, cuando lo encontró entre las antigüedades que atesora el Emaús de Isidro Casanova.
Gatos vs. Mosquitas
La mamá de Stella Maris Conde hubiera querido ser cantante. La época y su familia se lo impidieron: eran los primeros años de la década del cuarenta, y la opinión generalizada indicaba que el lugar de una mujer no eran los escenarios, sino el hogar. Para muchas familias, una hija cantante era equivalente a una hija prostituta. “Si querés cantar, cantá mientras barrés la galería”, le repetía su familia cada vez que la mamá de Stella Maris hablaba de su vocación.
Muchos años después, cuando ya corrían los años sesenta, fue su hija la que quiso cantar; pero como si la historia volviera a repetirse, el padre de esta adolescente de quince años se negaba a que eligiera ese oficio. Su madre no lo dudó: no iba a permitir la frustración de la vocación, como le había pasado a ella. Entonces la acompañó a presentarse en la compañía RCA Víctor, para grabar su primera canción, una versión en castellano de “Che m’importa del mondo”, con la que Rita Pavone estaba endulzando al mundo en ese momento.
El mismo día en que la discográfica les entregó la grabación, la madre de Stella Maris llegó a su casa, y mientras su marido leía en el living, puso el simple en el tocadiscos sin decirle de quién era esa voz que empezó a invadir de belleza todo el ambiente. Su marido levantó la vista del diario, interesado en conocer el nombre de esa extraordinaria cantante. “Es tu hija”, contestó. A partir de allí, comenzó la carrera de Stella Maris Conde.
Aquella grabación no llegó a difundirse, porque cuando la escuchó una de las artistas más importantes de la compañía, pidió adueñarse de la versión, para interpretarla e incluirla en su repertorio. Pero al poco tiempo fue convocada para formar parte de uno de los primeros girl group locales, que estaba armando Ricardo Romero, el director musical y trompetista de Los Cinco Latinos, además de pareja de Estela Raval, quien sería la madrina de este cuarteto vocal integrado sólo por mujeres. Stella Maris Conde entonces pasará a ser Pupé, para unirse a Nita (María Cristina Medina), Nené (Ana María Millan) más Tina (Beatriz Cabrera), y conformar así Las Mosquitas.
En 1965, y con varios meses de ensayos, Las Mosquitas grabaron en Music Hall dieciséis canciones, que luego la compañía editaría en diferentes discos. Entre estas podemos encontrar covers de los Beatles, como “Ayer” y “Socorro”. Canciones compuestas por su padrino artístico Ricardo Romero, como “Cuatro Mosquitas”, “La culpa fue solo mía” y “Hacelo conmigo”. Una del yé-yé italiano, “Tembleque” (versión de “La tremarella”, de Edoardo Vianello), que fue el gran éxito de Las Mosquitas, junto a “Simplemente no”, (de los españoles del Dúo Dinámico, Manuel de la Calva y Ramón Arcusa), un beat bien sesentoso, que formó parte de un EP compartido con los futuros “fundadores” del rock nacional, Los Gatos Salvajes, que así se llaman entonces, y luego, cambios mediante de algunos integrantes, serán Los Gatos.
En efecto, en marzo de 1966, Music Hall lanzó el álbum Gatos vs. Mosquitas, que contenía dos canciones de Los Gatos Salvajes, “¿Quién vendrá por mí?” y “Ruta a go-go”; y dos de Las Mosquitas: “Simplemente no” y “Ayer”.
La participación en igual porcentaje de artistas varones y artistas mujeres no se presentaba, sin embargo, como un hecho de equidad: la elección del título Gatos vs. Mosquitas, y su arte de tapa, (una ilustración donde puede verse que las mosquitas molestan a los gatos, y ellos tratan de cazarlas) aludían a una lucha, una competencia entre ellos y ellas, una batalla en la que alguien tiene que perder, y alguien tiene que ganar. Faltaban todavía más de cincuenta años para que se comenzara a hablar sobre cupo femenino en festivales de música, e hiciera a la industria del rock tomar en serio la igualdad de género.
Unos años más tarde, Stella Maris dejaría la “música joven” para convertirse en cantante de tango, con el nombre artístico de Cristina Conde, y una carrera artística que continúa hasta la actualidad.
Una balsa antes de “La balsa”
En el mismo año 1965 que Carlos Bayón, dueño y creador de La Escala Musical contrata para su circuito a Los Gatos Salvajes, una cantante cuyo nombre artístico era Claudia, que también participaba en en el programa, saca su simple por el sello Odeon Pops con una canción titulada “La balsa”. Se trata de una versión en español de la canción Ferry Cross The Mersey del conjunto de Liverpool Gerry and the Pacemakers.
Antes de grabar su balsa, había participado en el disco Ritmo en rombo, editado por el sello Odeon Pops para la campaña publicitaria de un nuevo modelo de auto “para jóvenes” que había lanzado Renault. El disco tiene catorce canciones, interpretadas casi en pie de igualdad por cantantes mujeres y varones. Dos de ellas las interpretan el dúo Zulma y Tere: “Si me bochan el examen” y “En mi mente”, un cover en español del tema de Chuck Berry, con la misma letra que la versión de Sandro. Dos canciones de Vicky Rey: el twist “Dime amor” y “El espejito”, de Chico Novarro; y las dos de Claudia: el twist “Aquellos secretos” y “Anímate”, de estilo indoamericano.
Claudia participó de la película Escala Musical de Leo Fleider, estrenada en 1966, con un cuadro musical en donde interpreta “Al salir el sol”. También participaron Los Gatos Salvajes, Los Shakers y Kim Caram, una fabulosa cantante que interpreta la mayoría de las canciones de la película, y que hoy, ya retirada de la música, es conductora de un programa en la televisión tucumana.
Para Claudia éste no había sido su primer film: el año anterior, en Viaje de una noche de verano, una película que consiste en la suma de segmentos musicales dirigidoa por diferentes directores, protagoniza uno donde interpreta la canción “Antón pirulero twist”, compuesta por Chico Novarro: “Yo quiero al twist y al tango orillero/ me cuesta elegir, no te sé decir, a cuál prefiero”, cantaba Claudia, y luego se decidió. Eligió al tango, y se convirtió para siempre en Claudia Mores. Falta poco para que otra balsa, “La balsa” creada por músicos de nuestro país, inaugure un nuevo camino del rock argentino, una nueva cultura juvenil contestataria.