Stan Lee
(EE.UU., 2023)
Dirección: David Gelb.
Música: Michael Dean Parsons, Scott Michael Smith.
Fotografía: Ernesto Lomeli.
Montaje: Jamie Garland, James Long, Andrew McAllister.
Duración: 86 minutos.
Disponible en Disney+
4 (cuatro) puntos
Que Stan Lee (1922-2018) ha sido uno de los grandes nombres de la historieta norteamericana, no hay duda. No tiene sentido discutirlo. Se lo acuse, admire, cuestione o lo que sea, cualquiera de las aristas aumenta su brillo. Es así. Pocos lograron algo semejante. Lo dicho viene a cuento, inevitable, sobre el correveidile que se armó tras el estreno reciente de este más bien pobre –por correcto y poco más– documental sobre el guionista, editor, y factótum de Marvel.
El lío vino (en verdad, viene de hace tiempo) con las palabras del hijo del dibujante Jack Kirby (1917-1994) –Neil–, quien puso en duda la creación de varios de los personajes que el documental, de alguna manera, sitúa de forma preferencial en la pluma de Lee. Algo de esto hay y es cierto, pero la historia es más compleja, y el documental en cuestión, en todo caso, no hace más que dar continuidad al mito Stan Lee, cuyo lustre es el que aporta interés a una película que, de suyo propio, poco tiene para ofrecer.
En otras palabras, el trabajo del director David Gelb –cuyo oficio remite a cosas similares, como otro “documental” dedicado a una de las peores series Star Wars: Obi-Wan Kenobi– no pasa de ser un ejercicio escolar, un repaso biográfico que además de ser fácilmente consultable en otras fuentes, ofrece una cronología tan previsible como insoportable. De esta manera, la vida de Stan Lee es recorrida con capítulos fáciles y legibles. Por supuesto, hay datos curiosos que invitan a la indagación: la infancia de Lee, los años ’30 y la Gran Depresión, el padre siempre sin trabajo, la soledad y la lectura compulsiva –de todo lo que pasara por sus manos, además de los radioteatros–, son todos aspectos que delinean al personaje y su época, sintetizados en muñequitos y decorados que recrean lo ofrecido por las palabras del propio escritor.
Justamente, Stan Lee, el documental, encuentra su guía en las entrevistas y grabaciones del material de archivo, por medio de las cuales la voz de Lee (se) narra. En este relato de sí mismo, y de acuerdo con el mito norteamericano, reluce la construcción del típico self-made man. El contexto desfavorable, la preocupación por un empleo estable –que inevitablemente varía–, la conexión entre las ganas de escribir y los cómics, la atención a las modas del momento, hacen de Lee la persona que es: perspicaz y gracias a su empecinamiento tocado por una varita. Como la del amor a primera vista. Hasta eso. La más linda lo mira, él a ella, y así juntos para siempre. Todo esto, claro, no es más que cáscara. Y el documental la adhiere con más pegamento del que ya tiene.
Dicho esto, lo que en todo caso se espera tenga una atención mejor sea lo relativo a los cómics Marvel, el estallido de los nuevos superhéroes y los pleitos. El abordaje no es más que el correcto y esperable, con Lee señalándose –si bien nombrando dibujantes– como el factótum de toda una galería colorida de héroes y villanos. Acá es donde el hijo de Kirby se enfurece. Y tiene razón. Nada hubiese sido de Stan Lee sin el genio gráfico y narrador de Jack Kirby. El big bang supuesto por el número 1 de Fantastic Four en 1961 –obra de Lee y Kirby– desencadenó lo imprevisto. Los superhéroes volvían a la carga y generaban furor. A partir de aquí ya nada sería igual: adolescentes en conflicto (Spiderman, X-Men), familias de pleito constante (Los 4 Fantásticos), monstruos incomprendidos (Hulk), patriotas revividos y melancólicos (Captain America), empresarios de armas tomar (Ironman), dioses nórdicos (Thor), aparecieron como una nueva manera de pensar el concepto que había nacido con Superman en 1938. El boom fue total y provocó admiración: Federico Fellini quería conocer a Stan Lee y Alain Resnais casi filma un guion suyo (pero nada de esto figura en el documental).
La mirada es epidérmica, de línea de tiempo. Y la ira que por estos días circula en redes por parte de Neal Kirby obedece a algo más profundo, como lo es el maltrato que los artistas reciben por parte de la industria que, paradójicamente, ayudaron a crear. Allí están hoy las películas Marvel (o Disney, según se mire), esa máquina tragamonedas que salvó las finanzas de Hollywood, cuyas ideas visuales y conceptos le deben casi todo a Jack Kirby. Mientras Stan Lee apareció, cameo mediante, en todas y cada una de ellas, Kirby apenas es nombrado en los créditos obligados. No es el único caso, el otro es el de Steve Ditko, artífice gráfico insoslayable. Sin su gracia gráfica –espléndida, así como en Dr. Strange– Spiderman no hubiese sido el mito moderno (y económico) que es.
En alguno de sus libros, el estudioso Javier Coma señalaba el carácter “oportunista” de Stan Lee, al momento de referirse a la creación de personajes como Black Panther, el primer superhéroe negro, aparecido en las páginas de Fantastic Four en 1966. (Vale agregar que Fantastic Four era una cantera de creación inagotable; en este sentido, basta leer sus primeros años, son de un brío creativo sin igual. Todo podía suceder en esa revista, una sensación hoy difícil de replicar.) También es cierto que Lee estuvo siempre atento al contexto y lo que éste podría demandar. Como sea, el primer superhéroe negro lo creó él. Mejor dicho, lo crearon él y Kirby. Ahí el dilema. Sobre éste, al menos se rescata un audio de relieve, en donde Lee cimenta la razón de ser el creador de estos personajes por ser el responsable de la “idea”. En fin, no hay idea que valga si no se traduce, en este caso en la página.
Más allá de lo mucho que en el documental falta –no es más que un recorrido elemental, sin complejidades ni contradicciones–, interesa el momento donde nace el “método Marvel”, surgido de una cantidad de trabajo cada vez mayor y de la pericia con la que Lee y artistas resolvían lo suyo: el esbozo argumental (sin diálogos ni indicaciones) invitaba a los dibujantes a realizar las páginas, luego intervenidas con los textos. ¿Stan Lee un gran escritor? Sí. Y Jack Kirby el mejor dibujante posible. Uno para el otro, y ninguno como ellos.