Nació en Necochea, fue a un colegio danés de doble turno y cuenta que desde que era muy chica saltaba, corría y lanzaba bala. A los 9 años le dijo a su entrenador que su sueño era llegar a los Juegos Olímpicos: “Siempre fui fuerte, rápida y veloz. La secundaria la hice en otro colegio y en Mar del Plata empecé a entrenarme profesionalmente. Participé de Nacionales, Sudamericanos y empecé a estudiar educación física”, relata Comaschi a Líbero.
Su disciplina era el heptatlón, que desde Moscú 1980 es la prueba combinada dentro del programa olímpico de atletismo para la rama femenina. Consiste en siete pruebas que se desarrollan en dos días: en el primero se compite en 100 metros con vallas, salto en alto, lanzamiento de bala y 200 metros, mientras que en el segundo es el turno del salto en largo, el lanzamiento de jabalina y los 800 metros.
¿Por qué no pudo competir en Barcelona?
Pasó el tiempo y en julio de 1992, en el torneo Iberoamericano de atletismo, apenas una semana antes del comienzo de los Juegos Olímpicos de Barcelona, Comaschi logró el subcampeonato y la marca mínima para ser parte de la máxima cita multideportiva y así junto a otros tres atletas llegó con todas las ilusiones a la ciudad española.
La necochense contó el gran dolor y la desilusión que sufrió en aquel momento. Llegó a la Villa Olímpica con Andrés Charadía, lanzador de martillo, quien pudo acreditarse, y ella no porque no figuraba en el sistema y nadie sabía cuál era el error. Al día siguiente llegó toda la delegación argentina, Comaschi hizo el reclamo pero desde el Comité Olímpico Español decían que nunca había llegado el fax de inscripción en tiempo y forma desde el Comité Olímpico Argentino.
“Ahí empezó el calvario. Tuve que estar en la pieza de manera clandestina porque no tenía acreditación. No podía salir ni ir al comedor, no pude estar en el desfile inaugural y muchas veces me traían comida a la pieza. Pedí muchas veces lo solucionen y no tuve respuestas”, comentó la ex atleta.
“Fue complicado y doloroso, cualquiera que ama el deporte quiere estar ahí. Llegué por mérito propio pero no pude competir por los dirigentes, por un error administrativo, el dolor fue muy grande. Estuve esperando respuestas pero lo único que me ofrecieron fue quedarme a ser espectadora de los Juegos, pero no quería traer malestar al grupo por lo que dije que no y me volví”, confesó Comaschi.
¿Cómo siguió su situación?
Comaschi encontró la manera de atravesar el dolor y sentar precedente para que esto no volviera a ocurrir. El juicio que duró aproximadamente 7, 8 años salió a su favor con el dictamen de daño moral y pérdida de chance deportiva. Con ese dinero pudo comprar la casa donde vive ahora en Mar del Plata. El final del juicio llegó en un momento muy especial, en enero de 2000 cuando estaba embarazada de Mauro, quien nació en marzo de ese año.
Nunca se imaginó que justamente su hijo, Mauro Zelayeta, 26 años después tendría la revancha de lo que le ocurrió en Barcelona.
Comaschi contó que tuvo una infancia dura: su mamá falleció a sus 3 años, la separaron de sus hermanos y la crió una tía que, según cuenta, la hizo ser quien es. “Mis dos metas eran hacer deporte y tener hijos”.
Líbero también se comunicó con Zelayeta quien consiguió junto a Bautista Amieva la medalla de bronce en beach volley en los Juegos Olímpicos de la Juventud en Buenos Aires 2018, y actualmente es parte de la Selección Argentina de vóley que está jugando la VNL (Liga de Naciones).
El punta receptor salió campeón con Ciudad vóley y en la próxima temporada jugará en España. Mientras llegaba a Canadá para competir en la VNL, Zelayeta recordó cómo fue Buenos Aires 2018: “Ufff, la medalla me trae muchos recuerdos, principalmente el estadio y la cantidad de gente que habia, el cariño que nos dio la gente, mi familia que me acompañó. Todo el proceso que tuvimos que pasar para llegar a los Juegos que fue largo, lindo pero largo. El punto final fue un momento hermoso”.
El marplatense también habló de lo que significó para él lo que le pasó a su mamá. “No recuerdo cuándo me enteré pero era chico. Siempre tuve muy presente ese tema sobre todo en el proceso de los Juegos. Quería jugar y hacerlo por mi vieja para que ella esté y lo viva a través de mí. Por suerte se pudo dar y la medalla fue para ella”.
Comaschi contó sobre los inicios deportivos de Mauro. “Jugó al fútbol desde los 4 años y a los 14 lo ficharon en Aldosivi, pero a la vez había empezado a jugar al vóley en Once Unidos. El abuelo de Mauro jugaba al vóley y de chico lo acompañaba a la playa al balneario San Sebastián donde se entrena la Selección. El de los Juegos Olímpicos fue un proceso súper largo. Bautista (Amieva) estuvo un año viviendo en mi casa para que pudieran entrenarse juntos. Para mí esos Juegos fueron únicos por la emoción de que ganara una medalla. Igualmente nunca le quise meter presión, ellos no sabían tanto de mi historia pero para Mauro fue una forma que tuvo de devolverme algo”.
El ganador de la medalla olímpica, quien vive actualmente en el CeNARD, habló de sus próximos objetivos en el deporte. “Quiero seguir creciendo día a día, siento que todavía tengo mucho para aprender. Poder vestir la camiseta de la Selección es lo más lindo. En el CeNARD tenés todo para poder dedicarte solamente al alto rendimiento".
Si algo queda claro de esta historia es la unión de madre e hijo y cómo el deporte la hizo aún más fuerte: “El apoyo de mi familia es incondicional, van a todos lados. En la final de la Liga viajaron a San Juan 24 horas en un colectivo, mi papá con el bombo. Mi hermana también hasta falta a la facultad para venir a verme”, afirmó Zelayeta.
Su mamá reforzó esta idea: “El amor al deporte se lo transmití mis dos hijos y a toda la familia. El deporte es nuestra prioridad, tener una buena alimentación, cuidarnos, mi marido juega al fútbol, mi hija hace gimnasia artística y yo trabajo como instructora de educación física de la policía".
Comaschi se refirió a cómo pudo sobreponerse: “Lo superé a través de la vida, a través de mis hijos. Sé que no fue la muerte de nadie, ni algo trágico pero para mí fue ese sueño que no pudo ser, que fui olímpica porque me gané el derecho, estuve allá, me pagaron el viaje, me dieron la ropa oficial pero por un error administrativo me lo quitaron. Por suerte ahora la situación es totalmente distinta y el Comité Olímpico Argentino funciona de otra manera, eso fue en aquel momento, ya pasó.”