Si Maluma tocó el cielo de las estrellas latinas, es probable que no baje más: las que llegaron son de larga vida. Algo vieron en él las principales, las más pragmáticas, que tan pronto se editó su segundo disco Pretty Boy, Dirty Boy en Estados Unidos (en 2015), lo contrataron para colaborar. Ricky Martin y Shakira, los primeros artistas pop de magnitud en incluir el reggaetón en su arcoiris musical, en 2005, cuando el género conquistó ese país y de ahí el resto del mundo. En aquel momento, de los dos, quizá Ricky se animó a más al incluir el feat con Daddy Yankee, el padre de la “Gasolina”, en su disco Life –la canción “Drop It On Me”, la que repite “muévete duro”–. Shakira fue más cautelosa por un lado –en la inolvidable “Hips Don’t Lie” usó una base de reggaetón pero cantó con el rapero Wyclef Jean–, y más explícita por otro, al oficializar como “shaketon” el remix del hit con Alejandro Sanz “La Tortura”. Cuando esto sucedía, Maluma era un niño (nació en 1994 como Juan Luis Londoñez). En adelante, bastante pronto realmente, el reggaetón vio cómo su otro padre se desligaba de él, admitiendo que lo había usado para entrar en el mainstream, donde había cosas más importantes qué decir y más ritmos para proponer. Residente de Calle 13, que en “Atrévete”, el par de la “Gasolina”, captó una esencia con esa línea “yo se que a ti te gusta el pop rock latino, pero este reggaetón se te mete por los intestinos”. Así, este género nacido en Panamá y popularizado por los puertorriqueños, que se insertó donde el rap en español métrico y sesudo no pudo, creció con mala fama, a la luz del mercado y la sombra del razonamiento: el que lo piensa, no baila. Sobre todo las que importan, las mujeres, esos seres insaciables, mandones pero complacientes, descontrolados pero controladores que pueden quebrar la cintura y sacudir hasta abajo.
Dijo Maluma en El Colombiano, con 21 años: “Siempre lo he dicho, no soy reguetonero. Lo que hago es pop urbano, lo que me permite gran versatilidad, porque quiero seguir explorando en la salsa y la electrónica. Es una línea o un género que quiero crear, desarrollar un movimiento que tenga mi marca”. Hace poco, tuvo que “defenderse” porque salió en una foto leyendo a Camus. Se burlaron de él. Y él saltó: “Ey, ¿por qué no puedo leer El extranjero?”. Y sí: por qué no. Hace unos días subió fotos desde el estudio del prestigioso Timbaland en Virginia Beach. Se sabe que está trabajando en el tercer disco –su crossover, como le llaman a la entrada definitiva en el mercado internacional–, que tendrá temas en inglés. Pero, por lo pronto, lo que se ve es una tendencia, que tal vez él lidera pero no inició, y que parece surgir especialmente en su país, Colombia. Son chicos carilindos, arreglados, de aspecto inofensivo, que cantan sobre bases de reggaetón suavizadas, más blandas, pero igual de bailables que las del original construido sobre un beat de dancehall (el tema “Dem Bow” del jamaiquino Shabba Ranks). También ellos les cantan a las mujeres, sin llegar a la melosidad cansadora de la bachata, pero con más sex appeal que los reguetoneros machotes. J Balvin, el siguiente en nivel de éxito, ya capturado por figuras pop internacionales (Pharrell, Justin, Ariana), entraría en la categoría; pero su música es superior en onda y calidad a la de colegas como Reykon, Andy Riviera, Kevin Roldán, y Maluma mismo, todavía. También, Balvin les lleva una década promedio a todos ellos, y es aceptado entre varones –su influencia llega al rap argentino de Marcianos Crew, Neo Pistea y otros– para quienes Maluma y los de su estilo más bebote pueden resultarles “muy gay”.
Está por verse qué rumbo tomará este fan de Héctor Lavoe que sueña con cantar con Justin Timberlake. El tipo masculino que presentó en Pretty Boy, Dirty Boy –y él asegura escribir “el 80 por ciento” de sus letras– es un poco más verosímil que el del reggaetón clásico, pero todavía es un hombre engreído y conservador. Es “El Perdedor” pero finalmente el héroe: “No sé en qué fallé, pero no hay otro como yo (...) La necesidad de sentirse mujer sé que la hará volver”. El verdadero objeto de deseo de ella, que por alguna razón –edad, compromiso amoroso, desconfianza, histeria– lo rechaza y se queda con las ganas: “No estás decidida a irte, pero te está matando el ego”. Es, en verdad, un chico muy clásico, que fantasea con ser el único–”por favor a mí nunca me olvides”, “conmigo le sobra y le basta, siempre la trato al cien”– y con tener a su única “relevante”, mientras se divierte con otras “Sin Contrato”, “que esta noche es pa’ pasarla bien”. No está mal eso. El disco es adecuadamente variado en términos mercantiles –y las variaciones son justamente sus momentos más flojos–, con una bachata en compañía femenina, una balada típica y un cierre festivo ídem. De este estilo y no reguetonera es “Vente Pa’ Ca”, la colaboración con Ricky Martin, que al momento de fijarse en él había participado de la creación de la boy band CNCO (Cinco), como productor del reality de talentos La Banda. Estos chicos que lucen como los Backstreet Boys a fines de los ‘90 son los del hit “Reggaetón Lento”, básicamente el concepto síntesis de la nueva moda. Ése y, desde ya, “Despacito”, que será el hit del año (desde “La Macarena” no llegaba una canción latina al tope de la Billboard 100), el logro conjunto de un cantante romántico y un reguetonero que en lo personal sigue apostando a la dureza y el “shaky”.
Lo que faltó en el disco de Maluma y también está en auge es trap, el subgénero de bases espaciosas, estribillos veneno, sensualidad oscura, que inventaron los raperos menos escrupulosos e imitan muy bien los reguetoneros de Puerto Rico como Arcángel, uno de los feats de Pretty Boy, Dirty Boy. “De tu cuerpo me hago dueño, así lo veo en mis sueños”, dice ahí un contenido Austin Santos. El trap de Maluma llegó como single el año pasado: “4 Babys”, la canción que indignó a una periodista del Huffington Post y motivó dos pedidos de censura en Change.org. Lo inteligente en este caso fue hacerle decir a los tres colaboradores las peores partes (Bryant Myers entre ellos: 19 años y una causa desde hace dos por tenencia de armas), mientras él solamente asume el estribillo. Y sí, dirá que las cuatro “chingan cuando yo les digo”, pero qué varón no miente intimidades y, de última, como canta, el enamorado es él y no ellas, que lo disfrutan con suerte y razón porque el chico es un caramelo.
Armó su apodo con las sílabas iniciales de los nombres de los padres y la hermana. Se crió en Medellín y pudo haber sido futbolista profesional; jugó como mediocampista en el Atlético Nacional hasta que a los 16 abandonó por la música: “Decidí que lo que más disfrutaba era estar metido en un estudio componiendo y cantando”, dijo en Caras. La canción “Farandulera” tuvo algo de rotación y convenció a Sony de firmarlo y editar su debut Magia en 2012. Sony, la compañía de los más taquilleros, y la misma, claro, de quienes lo apuntalaron y se botoxearon a la vez con sus colaboraciones. Thalia, Carlos Vives, Sin Bandera, y antes que todos, el merenguero Elvis Crespo. Shakira, que ha sabido moverse siempre muy bien, lo incluyó en tres canciones de su nuevo disco El Dorado. “Chantaje” está en el puesto 10 de los videos más vistos de You Tube. El cuarto, con 55 millones de reproducciones, es “Felices Los 4”, el single más reciente de Maluma. Otro reggaetón blando para una mujer bella y comprometida. Él, con su look más elegante y alto presupuesto hasta ahora, la deja ir porque sabe que va a volver. Y también, se entiende, porque tiene otra por su lado. Lo interesante, lo que por primera vez se sugiere en un ambiente reguetonero, es la posibilidad de un intercambio de parejas. Si no quiénes son “los cuatro”. Si no por qué el chico del momento está proponiendo agrandar el cuarto.