La periodista y conductora Cynthia García analizó este lunes lo que dejó el cierre de listas de Unión por la Patria planteó los desafíos del espacio nacional y popular de cara a las próximas elecciones en un editorial escrito junto a Pablo Di Pierri y titulado Por la ancha avenida doblando a la derecha.

El editorial de Cynthia García

La candidatura de Sergio Massa con el auspicio de la vicepresidenta Cristina Kirchner era una de las posibilidades. Desprolijo y lesivo para una militancia que pasó 4 años avanzando a tientas por el déficit de conducción política en el oficialismo, el anuncio terminó desconcertando a una base de sustentación que todavía digería la fórmula sin confirmaciones o con respaldos mínimos y tibios de Wado De Pedro y Juan Manzur.

Y la incomodidad no era, al menos no completamente y como pretenden imputar los cultores del cinismo, por un mero infantilismo de activistas que no pueden tragarse un sapo y solo comulgan con el purismo. Sucede que hubo una dirigencia política que apostó al operativo clamor y, antes que eso, una ambivalencia discursiva sin mediaciones explicativas ni contenciones pedagógicas que vendía ilusión a un kirchnerismo que se identifica casi sin fisuras con el liderazgo de la expresidenta.

Es fácil caerle a ese sector, que reivindica con fervor la narrativa de los 12 años gloriosos y cree irreductiblemente en ella. Lo difícil era hacer lo que no se hizo: cambiar el modelo de construcción de la adoración a su figura por la expansión de la politización para fomentar la expansión de su representación con capilaridad territorial, formación de cuadros y acumulación de mayores apoyos sociales.

Me enteré de la fórmula en Lujan de Cuyo, Mendoza. Fui a dar una charla y la noticia me agarró entre compañeros de “La Patria es el Otro” una agrupación en ciernes, de militancia social, sin lazos orgánicos con la agrupación del mismo nombre que dirige el Cuervo Larroque pero con una afinidad militante que la incluye en ese campo popular sabio y rico de nuestra argentina.

Era la noche del viernes y estaba entre gente sencilla, laburadora, que hizo rifas para pagar el salón y el sonido de la charla. Entre vinos y angustias y empanadas caseras en cocinas a gas de garrafa nadie dudó de que van a seguir militando por una patria más justa y menos desigual. Ahora hay que militar para que Massa sepa qué queremos y quiénes somos, decían.

Cristina siempre leyó la partitura de una época en pleno cambio o viraje. Ya en 2015, postuló a Daniel Scioli, secundado por Carlos Zannini, y en 2019 ella misma secundó a Alberto Fernández. Visto desde esa perspectiva, la dupla Massa-Agustín Rossi demuestra una coherencia en la búsqueda de tres fórmulas donde el tope de la boleta no lleva precisamente el nombre de un revolucionario.

Sin embargo, la dislocación institucional instrumentada en el Frente de Todos con una reedición metamorfoseada de la ecuación Cámpora al Gobierno y Perón al poder, distorsionó, incluso, el panorama de la Vicepresidenta.

Desde 2021, empezó a operar el trasvsamiento generacional, pero lo recortó, centralmente, sobre La Cámpora. Así, aunque no lo quisiera, redujo paulatinamente lo que su figura expresa al liderazgo de un sector potente pero más chico que el conjunto del peronismo.

Eso, y no otra cosa, significó también el lanzamiento de la candidatura de Wado y Manzur, sosteniéndola como globo de ensayo durante 24 horas. Pero se desató la rebelión en la granja y Massa desplegó sus dotes extorsivas amenazando con devaluación, inflación, FMI y otras plagas, si no lo dejaban ser candidato único a la Presidencia.

Estos elementos están a la vista de toda la sociedad. Desconocer o criticar a quienes lamentan el resultado del cierre de listas es subestimar la inteligencia de quienes defienden sus ideas con pasión y no cambian de proyecto político como otros cambian de camiseta en cada turno electoral.

Parece una perogrullada, pero es importante recalcar que una experiencia política no se extingue porque una fórmula presidencial no cuaje con su legado. Justamente, porque su legado vive en el corazón de los sectores que batallan por las demandas que esa experiencia, se supone, debe encarar.

En síntesis, el kirchnerismo no se termina porque alguien diga que va a terminar con él o no lo represente desde el primer tramo de la boleta. El kirchnerismo no se termina porque Eduardo van der Kooy haya titulado en su panorama dominical, en Clarín, que el viernes fue "El día que Cristina se puso de rodillas”, con toda la saña y la perversión de la que es capaz esa usina de desinformación. El kirchnerismo va a seguir vibrando en la calle y, si es necesario, habrá que volver a empezar.

La apuesta a una senaduría para De Pedro, la continuidad de Máximo Kirchner en Diputados, la eventual revalidación de Axel Kicillof en la Provincia de Buenos Aires también son indicativas de que se abre una etapa de reconfiguración pero no de rendición.

Contra los anhelos de la clase dominante que pretende eliminar al kirchnerismo, la fuerza popular organizada encontrará el camino para desmentir a los verdugos que preanuncian su acta de defunción.

Se puede perder contra un adversario interno en el armado de las listas y se puede perder también contra el enemigo en las generales, pero no se puede perder la identidad por miedo a perder. Los tiempos que vienen serán aleccionadores para reagrupar a una militancia que no renunciará a su derecho pelear por una Argentina más justa.