Emblemático de la escena rosarina, El Rayo Misterioso es un grupo teatral de características muy particulares. Características que cada año se hacen evidentes hacia el exterior de la compañía, cuando visitantes del país y del mundo llegan al Teatro del Rayo para sumarse a una semana de espectáculos experimentales, debates, proyecciones, seminarios y presentaciones de libros, entre otras actividades. Las jornadas son largas, intensas, apasionadas. Por eso alguien definió alguna vez a este encuentro como una “isla paradisíaca” para los amantes de la disciplina. Incluso antes de la cena, a eso de las 22, se generan debates sobre lo visto anteriormente. La 17º edición del festival Experimenta –que contó con la participación de invitados de Brasil, Canadá, Croacia, El Salvador, Eslovaquia, España e Italia y distintas ciudades del país– llega hoy a su fin.

   Una de las máximas que sostiene este grupo de más de dos décadas, dirigido por Aldo El-Jatib, es que no existe separación entre el teatro y la vida. Y esta idea se plasma en la forma que adquiere el evento. Son los mismos actores, con la indispensable cooperación de los alumnos de la escuela, los que están en cada detalle. Actores y alumnos hacen los trámites, cocinan, sirven la comida, trasladan a los visitantes. Bajan del escenario, se pegan una ducha, y a los quince minutos ya están arriba de un auto para mover a los invitados. Un dato que hace a la cuestión es que los integrantes de la compañía, en este momento diez, sólo viven para el Rayo: no trabajan de otra cosa. “Uno creería que no duermen”, dicen algunos, al verlos tan entregados al proyecto. La cálida sala del Rayo, donde sucede gran parte de las actividades –incluyendo almuerzos y cenas–, se siente como un hogar. Está en la calle Salta, a 20 cuadras del centro, en el barrio Pichincha, otrora zona de prostíbulos y conventillos, actualmente epicentro de la movida nocturna rosarina.

  Paredes rojas por dentro y por fuera. Adentro, fotografías y afiches que marcan un claro camino: Tadeusz Kantor, Antonin Artaud, Jerzy Grotowski, algunos referentes de la trayectoria del Rayo. En este barcito atiborrado de cosas –más fotos y afiches, por ejemplo los de todos los Experimenta–, las mesas están cubiertas de artículos periodísticos, y hay una biblioteca y una barra porque la sala también funciona como café. Quizás las palabras de Camila, una alumna, ayuden a entender este curioso fenómeno que es El Rayo Misterioso: “Los admiro profundamente. Los amo”, expresa la joven que ceba mate en la previa de una conferencia de un artista italiano. Camila es de Buenos Aires, ahora está instalada en Rosario, y asegura, con un gesto de disgusto, haber pasado por muchas otras escuelas. La conexión entre ideología y práctica que halló en Salta al 2900 la obnubiló. La coherencia que persiste con los años. “En otros lados te enseñan que actuar es mentir”, compara. 

  Y es que otra de las tantas ideas del Rayo es que el teatro es un espacio, el mejor tal vez, para ser uno mismo. Es en la vida, en cambio, donde se actúa. Las ideas del Rayo también atrajeron a la actriz peruana Maywa Vargas. Es su madre quien comparte la historia de la joven, durante una cena. Vargas descubrió que quería ser actriz en su último año del secundario y viajó a Buenos Aires para formarse. En territorio porteño no halló lo que buscaba, y alguien le pasó el dato de que en Rosario había una movida teatral importante. “Al principio me mandaba fotos cepillando el piso. Yo no lo entendía”, relata su madre. Le llegaban comentarios de que su hija no tenía tiempo para nada; ni para salir a tomar algo. “Yo creía que la tenían como prisionera”, se ríe. Al final, no sólo comprendió de qué trataba todo sino que se volvió una “fanática” del grupo. Parecen sobrar las historias emblemáticas: el hijo de dos de los actores, Sebastián Arriete y María de los Angeles Oliver, se llama Antonin, por ejemplo.

  Entonces, el Experimenta –organizado con apoyo del Instituto Nacional del Teatro, las Secretarías de Cultura de la provincia y de Rosario y el Centro Cultural Parque de España–, es un encuentro de grupos que se distingue por su carácter artesanal. Otro dato es que comidas y postres se obtienen por canje con comercios locales, ya que El Rayo también edita una revista. La programación de esta edición dio un espacio importante a trabajos rosarinos que comparten criterios del grupo anfitrión: Carne de juguete, de Gustavo Guirado; Máquina Schreber, del grupo La Estación; Cinco. Ficción Física, con dirección de Alejandra Anselmo y Marcelo Díaz; y Danza en pie, de la compañía de danza Arbol Azul. También participaron grupos de Mendoza (Cajamarca Teatro), Italia (Teatro Libero Palermo) y Villa Gesell (Teatro Acción). El festival propone además espacios de intercambio para críticos, editores de revistas culturales y organizadores de festivales de distintos puntos del país y del mundo. Un clásico son los desmontajes, con la coordinación del crítico y actor rosarino Julio Cejas: un apasionado espacio de preguntas, respuestas y opinión, al que también asistieron algunos espectadores curiosos. 

  Las actividades se desarrollaron en diferentes sedes. Una era la Escuela Municipal de Arte Urbano, enorme galpón que, como otros, pertenecía al puerto, permaneció mucho tiempo abandonado y fue recuperado. El Paraná y el particular color de la luna ofrecieron durante alguna de las noches un seductor paisaje nocturno, capturado en fotos por los extranjeros. Hasta ahora el festival se realizaba en diciembre. En esta edición transcurrió con la previa de la contienda electoral como telón de fondo, en una ciudad totalmente empapelada de afiches, aunque ajeno a ello salvo por las conversaciones informales en la sala de Salta.

  El grupo-laboratorio anfitrión presentó dos espectáculos, tan potentes en imágenes como en mensaje: el clásico Dionisos Aut, que postula, sintetizando muchísimo, “la problemática social de la anulación de la espontaneidad, de la pérdida de la sensibilidad”, ante el triunfo de la razón, de lo apolíneo, como lo explicó el director en el desmontaje. El otro espectáculo, más nuevo, de 2015, se llama El fabuloso mundo de la tía Betty, parte de un hecho real –la tía del director se suicidó, ahorcándose– y ha sido definido como “la escenificación del inconsciente colectivo de una sociedad que construye una dinámica de comportamiento con la mentira, la crueldad y la muerte”. 

 “Somos una proyección de nuestras propias familias. Como mis padres se separaron cuando era chiquito, eso me produjo un conflicto muy grande, entonces la quise reconstruir. Eso de teatro, grupo-laboratorio, se cae todo… todo el mundo hace las cosas por una cuestión más profunda, interna, personal, inconsciente. Y lo bueno es encausar eso para algo positivo”, expresó El-Jatib. Próximamente, El Rayo representará al país en su cuarta gira por España.