La escasamente honrosa decisión de los dirigentes de Vélez Sarsfield de contratar a Sebastián Méndez como nuevo técnico no obstante su relación vigente con Unión de Santa Fe no solo pone en evidencia la desesperación que la pésima campaña y el riesgo cierto de descenso provocan por estas horas en el club de Liniers. También revela hasta qué punto el actual presidente Sergio Rapisarda y su vice Diego González, máximos responsables de la conducción del fútbol junto con el mánager Cristian Bassedas, se han apartado del rumbo ético que durante años caracterizó a la institución. En nombre de Vélez, su máximo dirigente de la historia, don José "Pepe" Amalfitani, jamás se hubiera atrevido a hacer lo que se hizo este fin de semana. Tenía otros códigos.
En vida de Amalfitani y durante los 25 años posteriores a su muerte en 1968, la dirigencia de Vélez pensó y obró a imagen y semejanza de "don Pepe". Y le dio forma a un club social e institucionalmente grande y ejemplar, forjado en la cultura del trabajo. Orgulloso, pero también austero y humilde. "Cada ladrillo que ponemos y cada chico que entra al club es un campeonato ganado", fue el lema que impulsó cada realización de Amalfitani y que se hizo escuela entre quienes lo sucedieron.
Pero cuando a partir de 1993, empezaron a llegar las glorias deportivas bajo la dirección técnica de Carlos Bianchi, Vélez se sintió con derecho a dar el gran salto. Creyó que había llegado la hora de hacerse valer entre los grandes. Mucho más cuando en una hábil negociación, el presidente Raúl Gámez consiguió poner al club en la misma línea que Racing, Independiente y San Lorenzo y sólo por detrás de Boca y River a la hora del reparto del dinero de la televisión. Desde esos años y también en los primeros del tercer milenio, cuando peleó y ganó títulos conducido por Ricardo Gareca, empezaron a aparecer rasgos de soberbia y agrande en algunos dirigentes e hinchas venidos a más. De hecho, Vélez fue de los primeros clubes que restringió y luego directamente eliminó el acceso de los hinchas visitantes a su estadio.
En los últimos años, la gestión de Rapisarda remarcó estos rasgos de descortesía y desprecio que confunden rivalidad con enemistad. Como había que "hacerles sentir la localía" creció la hostilidad hacia los equipos visitantes como sucedió el año pasado con Talleres de Córdoba en ocasión del partido de ida por los cuartos de final de la Copa Libertadores. Y la semifinal copera con Flamengo se jugó con el campo de juego casi sin césped para complicarles supuestamente el manejo de la pelota (Vélez perdió 4 a 0).
O sea, Vélez fue endureciendo su trato dentro y fuera de las canchas en la misma medida que iban empeorando sus resultados deportivos. Ahora, en medio de una de sus peores rachas históricas (ganó un partido de los últimos 14) y el imparable descontento de los hinchas, pasa por encima de todos los códigos y contrata a un técnico que estaba trabajando en otra institución. Acaso porque sus dirigentes se han olvidado de aquellas enseñanzas rectoras de Amalfitani y tienen otras ideas mucho mas concretas. Creen que vale todo.