“Volveremos y seremos millones”, expresó Evo Morales en medio de la noche más oscura de la Bolivia contemporánea, cuando la derecha provocó un golpe de Estado en 2019, impuso la dictadura de Jeanine Añez, y tanto el presidente boliviano como el vicepresidente, Alvaro García Linera, debieron partir al exilio, bajo el riesgo que corrían de ser asesinados. La frase que el líder de la rebelión aymara Túpac Katari pronunció siglos atrás antes de que cuatro caballos lo descuartizaran, Evo la pluralizó y la resignificó en el siglo XXI. 

Y tenía razón: un año más tarde, Evo regresaba a su tierra, con el MAS nuevamente en el gobierno, luego de elecciones democráticas, y renacía el amor de su pueblo, como renace cada día un amanecer frente al mar. El notable documental Seremos millones: Bolivia, Evo y la fuerza de un pueblo, de Diego Briata y Santiago Vivacqua, narra no sólo “la caravana del regreso”, sino numerosos acontecimientos de la vida de Evo -y de Bolivia-, estableciendo el recorrido sindical, social y político que lo convirtió en el líder que llegó a ser.

Tras su paso por el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, y por distintas e importantes muestras extranjeras, Seremos millones tendrá su estreno este jueves a las 19.30 en el Espacio Incaa Gaumont (también se podrá ver diariamente en el Atlas Flores, a las 22.30 en CABA y en otros Espacios Incaa del interior). El film tiene otro lujo: cuenta con música original de León Gieco y Gustavo Santaolalla. Seremos millones es una producción del Grupo Octubre, junto a la brasileña Opera Mundi.

De algún modo, puede señalarse que la realización de la película empezó por el final con "la caravana del regreso". "En el momento en que nos enteramos que Evo iba a regresar a Bolivia, después del año de exilio, mediante una performance de esas características, que era la caravana que lo iba a acompañar desde Villazón hasta Chimoré, el lugar desde donde había salido al exilio, vimos que ese acontecimiento era un hecho histórico", recuerda Briata que pensó con Vivacqua. 

El codirector lo argumenta "por varios motivos". El primero, por haber podido ser testigos de la recuperación de la democracia en un lapso de tiempo tan corto como un año. "Decidimos filmar eso, pero no había una intención de hacer un documental, sino simplemente dejar testimonio de un hecho político como la caravana de regreso de Evo. Fue la génesis del proyecto al ver en esa caravana un montón de elementos narrativos y dramáticos que, nosotros como cineastas, los visualizamos perfectamente dentro del núcleo de un guión", sostiene Briata. Desde ese momento, decidieron hacer una película porque tenían "un final súper potente”.

-Al comienzo hay una leyenda en la pantalla que señala que lo que se ve en el documental es algo que sucedió entre 1492 y 2020. ¿Crees que la película trasciende el fenómeno de Evo en Bolivia -que ya de por sí es mucho- para expresar la lucha de un pueblo en América latina?

-Una de las discusiones en los momentos de compartir creativamente respecto de qué queríamos contar con la película, tenía que ver con el hecho de poder reproducir o representar la idea del líder popular que trascienda una coyuntura, un contexto y que se convierta en algo no solamente en términos históricos, sino también en términos universales geográficamente. Nosotros decimos siempre que sería interesante que a este documental lo puedan ver un paquistaní, un indio, o un canadiense y que puedan sentir la empatía y la identificación que transmite Evo con su pueblo. No importa la geolocalización y la historia del pueblo, sino que también importaba que esto se pueda globalizar, expandir y amplificar a otras historias de líderes en otros lugares de la Tierra. Esa leyenda que aparece al principio tiene que ver un poco con la idea de que la historia de Latinoamérica estuvo signada siempre: fuimos colonia, el objeto de los empréstitos mineros que se desarrollaron desde la colonización de los españoles hasta la intromisión de la soberanía por parte de los Estados Unidos en los años ‘90 y con todo lo que implicaba la disputa por los recursos naturales en la región. Hay un concepto que desarrollamos con el guionista Paulo Soria, que tomamos del mitólogo estadounidense Joseph Campbell, que habla del héroe de las mil caras. Nosostros invertimos eso y hablamos del enemigo de los mil rostros…

-¿Cómo es eso?

-A nosotros nos parecía que el enemigo podía tener rostro de conquistador, en la época de la Conquista, y también el de esta intromisión de la soberanía en los años ‘90 a partir del neoliberalismo. Como que el enemigo es siempre el mismo, pero el rostro va mutando, transformándose.

-¿Crees que Evo logró instalar en su pueblo que otra Bolivia era posible, o hay que estar en permanente alerta?

-En alerta hay que estar todo el tiempo porque las disputas y la correlación de fuerzas no se dan únicamente con ese enemigo que nosotros dejamos bien en claro, sino que también esas disputas y la correlación de fuerzas se dan también a la discusión interna de los movimientos que fueron forjando esta nueva Bolivia. Y hay que estar alertas todo el tiempo. Nosotros nos dimos cuenta de que hay un discurso y un sentido común que se logró instalar en Bolivia a partir de la nueva Constitución: a partir de ese momento en que se hizo la constituyente, la gente empezó a tener muy en claro y muy en cuenta qué fue lo que sucedió en Bolivia en los últimos cien años que no le permitió al pueblo boliviano ser partícipe de las decisiones y la soberanía para transformarlo. Se logró un cambio fuerte, en el sentido común de los ciudadanos y las ciudadanas bolivianas para poder, por lo menos, disputar el sentido a nivel macro.