San Lorenzo tuvo su noche perfecta. Tenía que ganarle a Estudiantes de Mérida por cuatro goles y en paralelo, necesitaba que Palestino perdiera en Chile ante Fortaleza de Brasil. Y se le dieron todos los resultados. 

El Ciclón goleó 4 a 1 luego de haber empezado perdiendo 1 a 0, los chilenos cayeron por 2 a 1 con los brasileños y entonces, por un mínimo gol de diferencia, el equipo que dirige Rubén Insúa jugará uno de los repechajes de la Copa Sudamericana ante uno de los terceros de los grupos de la Copa Libertadores que serán sorteados el miércoles de la próxima semana en la sede de la Conmebol en Asunción del Paraguay.

La noche recorrió todos los matices de la emoción copera. Porque a los tres minutos del primer tiempo, San Lorenzo perdia 1 a 0 con un gol del venezolano Luis Arenas tras un grave error de Giay en un cierre. Después, maniatado por los nervios, la ansiedad y la clasificación que se le escapaba, el Ciclón pasó casi toda la etapa en medio del desorden, el apuro, la confusión y la carencia de ideas. Recién sobre el final encontró una veta de esperanza: el peruano Devison Martínez le cometió un penal a Giay y el paraguayo Bareiro anotó el empate

Fue curioso lo que pasó: iba a ejecutar Gattoni, quien jugó su último partido en el club (continuará su carrera en el Sevilla de España). Pero cuando todo estaba listo para el remate, Insúa llamó al capitán Batalla y dio la orden de que cambie el ejecutor y se haga cargo Bareiro. Batalla lo corrió a Gattoni, lo trajo a Bareiro y el paraguayo no defraudó la confianza.

El propio Bareiro adelantó a San Lorenzo en la carrera con un gol de cabeza a los 9 minutos del complemento tras un córner de Martegani desde la izquierda. Las noticias que llegaban desde Chile eran auspiciosas. Pero el equipo no localizaba el camino para anotar los dos goles que le faltaban. 

Hasta que en un minuto, entre los 25 los 26, se aclaró lo que estaba oscuro. Un derechazo desde 30 metros de Malcolm Braida que se metió junto al parante derecho y un arranque electrizante de Nahuel Barrios que aceleró y cruzó su tiro al segundo palo, desataron la locura de la hinchada azulgrana ante el milagro que se concretaba cuando pocos creían.

En los minutos finales, todo San Lorenzo, en la cancha y en las tribunas, estuvo más pendiente del cierre del partido en Chile que de lo que pasaba en el campo de juego. Insúa canjeó a un defensor (Luján) por un delantero (Leguizamón) para armar línea de cinco en el fondo. 

La gente explotó cuando desde Chile quedó concretada la derrota necesaria de Palestino. Y se volvió loca cuando el árbitro boliviano Gery Vargas pitó el final. San Lorenzo dependía de si mismo pero también de los chilenos. Y se le dió todo a su antojo. Hizo cuatro goles y desató una fiesta azulgrana en el mismo lugar donde una rato antes mandaban el desencanto y el pesimismo. Milagros de las copas y del fútbol.