Indiana Jones y el dial del destino - 7 puntos

Indiana Jones and the Dial of Destiny, Estados Unidos, 2023

Dirección: James Mangold

Guión: Jez Butterworth, John-Henry Butterworth, David Koepp y James Mangold

Duración: 154 minutos

Intérpretes: Harrison Ford, Phoebe Waller-Bridge, Mads Mikkelsen, Toby Jones, Antonio Banderas, Shaunette Renée Wilson, Boyd Hollbrook, Ethan Isidore.

Estreno: Disponible en salas.

El regreso de Indiana Jones al cine no es cualquier regreso, en primer lugar porque todo indica que se trata de una coda. Una despedida, posiblemente definitiva (no como ocurrió en 2008 con Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, donde la matemática aún jugaba a favor). Pero con Harrison Ford cumpliendo 81 años en dos semanas (el 13 de julio), los números ya no cierran. Aunque con este actor, que durante más de cuatro décadas fue dueño del cuerpo y el alma de varios personajes icónicos, nunca se sabe. Y si bien las despedidas siempre son un vehículo de tristeza, el estreno de Indiana Jones y el dial del destino también se siente como una fiesta. Una a la que todos están invitados.

El dial del destino suma además otros dos elementos que parecen confirmar que este quinto episodio marca el final de la saga. Se trata del primero en el que ni Steven Spielberg está a cargo de la dirección, ni George Lucas figura entre los guionistas. Claro que ambos integran la lista de productores, junto a los históricos Kathleen Kennedy y Frank Marshall, pero el peso simbólico detrás de la decisión de mantenerse al margen del rumbo artístico es de verdad enorme. No solo por haber sido los orfebres detrás de una de las series cinematográficas de aventuras más grandes de la historia, sino dos de los nombres que terminaron de articular con sus películas la era moderna del cine.

Aun así no puede decirse que su ausencia sea una sorpresa. La mencionada película anterior, pensada en un principio como cierre para la saga, no dejó conforme a nadie, ni en términos artísticos ni de negocios. Sin dudas se trata de la más floja de las cinco y la que peor funcionó en las boleterías (ajustando las recaudaciones por inflación). Habrá que esperar para ver si, a partir de la forma en que la pandemia modificó los hábitos del consumo cinematográfico, El dial del destino logra dar un golpe en las boleterías. Pero si hay algo seguro, es que la película le hace mucho más honor al popular personaje que su predecesora.

No solo porque, octogenario y todo, Ford sigue siendo tan encantador en pantalla como amargo suele mostrarse fuera de ella. Esta vez la historia combina con auténtica gracia los elementos que han sido característicos de cada entrega. E incluso, expandiendo sus propios límites en términos de fantasía, logra convertir en acierto la desmesura. Como es de esperar, El dial del destino encuentra al mítico arqueólogo ya retirado, dando clases en la universidad para alumnos que solo ven en él a un anciano aburrido. Pero debajo de esa cáscara, el Indy viejo sigue siendo el viejo Indy, el aventurero incansable, a la espera de que alguien le dé una excusa para volver a ser el héroe de siempre.

Aunque la trama transcurre en 1969 (el guión data la época con detalles históricos claros), la acción viaja por distintos momentos. Así, gracias a un uso virtuoso de las herramientas digitales, el primer acto de El dial del destino tiene lugar al final de la Segunda Guerra, permitiendo que un joven profesor Jones enfrente a sus enemigos favoritos: los nazis. A partir de ahí, una nueva reliquia se convertirá en el objeto que el héroe se disputará a través del tiempo con otro científico, el Dr. Voeller, malo, malísimo en el cuerpo y la cara de Mads Mikkelsen. Y será acompañado (pero también desafiado) por una ahijada cínica, a la que la encantadora Phoebe Waller-Bridge sabe dotar de la ternura y la picardía necesarias.

Si algo le aporta a la saga este episodio final es el peso (y el valor) del tiempo. Elemento que se traduce en una atmósfera crepuscular, el paisaje perfecto para decirle adiós a un héroe que creció frente y junto a su público. Y una doble declaración de principios que viene a recordar aquello de “viejos son los trapos”, pero también que hasta el mayor de los guerreros merece su reposo. Un logro que el director James Mangold ya había conseguido de forma maravillosa en Logan (2017).