Alguien sube el volumen de la música en una discoteca. Los cuerpos bailan apretados unos con otros. La música sigue subiendo y subiendo. Escala más y más. El lugar se desintegra de a poco. La pista de baile es el epicentro de una catarsis colectiva: el encierro que se extendió por todo el mundo durante meses llegó a su fin. El planeta igual se viene abajo, pero no importa: la pista estalla. Y la persona que genera todo esto es el músico chileno Alex Anwandter, que acaba de llegar con un nuevo disco debajo del brazo: El diablo en el cuerpo.

Con este álbum, el Anwandter armó un compendio de música bailable que refiere a la identidad gay, los problemas vinculares, la violencia del mundo y la sensación de que todo está llegando a su fin. Todo esto resuena en las canciones que componen el cuarto disco solista del artista chileno –quinto, en verdad, si consideramos el que editó bajo el seudónimo Odisea–.

Este es su primer material nuevo después de cinco años. Sin embargo, en este tiempo el músico no se quedó mirando el techo, ni fumando en la ventana. Mientras preparaba El diablo en el cuerpo, produjo el último disco de Julieta Venegas Tu historia, lanzado el año pasado– y uno de Juliana Gattas, integrante Miranda! –este aún no se publicó–. Entre la pista de baile y la nostalgia por un sonido de una época que ya no existe, Anwandter vuelve con un álbum para musicalizar este apocalipsis lento y aletargado en el que todxs vivimos.

En una entrevista con el podcast Peligroso Pop, dijiste que este disco iba a ser “más para adentro” que el anterior, Latinoamericana. Que este álbum iba a ser más sobre el mundo íntimo.

-Eso finalmente ocurrió. En Latinoamericana quise alejarme, casi a propósito, de lo intimista o semi autobiográfico porque me tenía un poco aburrido. Ya había hecho dos discos así, Rebeldes y Amiga, que eran extremadamente personales y necesitaba separar un poco mis afectos de mi trabajo. Los discos eran una especie de diario de vida que después tenía que estar cantando durante cinco años. Es un montón.

¿Por qué quisiste retomar el tono intimista ahora?

-No es que lo quise retomar, sino que sucedió. Este es un disco al que no quise asignarle ninguna temática, ni ningún concepto más grande para explorar. Se fue armando solo. Parecía escrito desde mi inconsciente. De todos modos, en el disco si entran ideas y se entrecruzan ciertos hilos conductores, pero no me propuse hablar sobre algo, ni tampoco sobre alguien en particular. Al final igual sale algo coherente, pero no fue como lo anterior: “Ay terminé una relación y ahora voy a escribir un disco entero sobre esto”.

El álbum tiene dos momentos más claros: uno muy arriba al comienzo y otro más para abajo, a partir “Tienes una idea muy antigua del amor”. En otros discos tuyos, como Amiga, sucede esto mismo de separar partes. ¿Por qué trabajás con estas estructuras?

-Yo pensé El diablo en el cuerpo como un disco doble. El primer disco va de “Maricoteca”, hasta “Toda la noche”. El segundo empieza con “Tienes una idea muy antigua del amor” y hasta el final. Esa fue una decisión más estilística. Había un disco que era claramente de música bailable. Y después estaban estas otras canciones que eran un poco más diversas estilísticamente. De hecho llegué a pensar en hacer dos discos diferentes y publicarlos diferidos en el tiempo. Pero después me di cuenta de que las canciones de este segundo disco hablaban de las mismas cosas que el primero. Entonces, pensé que se trataba de un gran álbum y la división, finalmente, fue estilística porque todas las canciones quieren comunicar lo mismo.

Anwandter logra con El diablo en el cuerpo juntar una melodía bailable con letras que refieren a situaciones poco felices (el desamor, la violencia del mundo, la sensación de apocalipsis). Pero él no encuentra en eso una contradicción: considera que “el estado en el que uno entra cuando escucha música bailable es un muy buen vehículo para la vulnerabilidad emocional”. Con estas 16 canciones, el chileno apuesta, una vez más, a la catarsis del baile y el display de roces.

A lo largo de toda su carrera Anwandter abordó diferentes temáticas sobre la vida queer. Incluso esto aparece en su obra como cineasta: su primer largometraje, Nunca vas a estar solo (2016) fue una ficción inspirada en el caso de Daniel Zamudio, un chico que fue golpeado y torturado durante horas por ser gay. Culpa de esas heridas falleció algunas semanas más tarde.

En su disco anterior, Latinoamericana, el músico chileno fue más esquivo con las temáticas queer –aunque había canciones donde sí aparecían, como “Axis Mundi”–. Pero en El diablo en el cuerpo aparecen en el primer plano, de hecho ya resuenan desde el tema con el que abre el álbum.

¿Cómo trabajaste la idea de la identidad marica en este disco, después de venir de un álbum donde eso casi no aparece?

-Cuando empecé a hacer El diablo en el cuerpo estaba pensando más en eso, en esas ideas. La pandemia, sobre todo, me gatilló un enfoque hacia el cuerpo y lo sensual. Supongo que esto también se vincula con vivir en Nueva York porque esta es una ciudad que tiene que ver con estar mucho con otra gente, léase en el sentido más amplio de la expresión.

¿De qué manera influyó la ciudad en el disco?

-Bueno, Nueva York es una ciudad muy horny también. Entonces se produjo una conjunción de esas dos cosas: el anhelo de querer estar con gente mientras estábamos encerrados, culpa de la pandemia, y también algo social e interpersonal de mi propia vida.

Recientemente, se estrenó el video de “Ahora somos dos”. Esta canción de El diablo en el cuerpo podría funcionar como la historia de un coming of age, de ese instante en el que una persona se encuentra a sí misma e intenta armar la vida que quiere tener. Se trata de una canción que agarra a la identidad en el momento justo en el que empieza a forjarse.

La idea de lo queer atraviesa el disco, pero no como un ancla, es decir, no como una categoría que cierra de sentido al álbum, sino como algo que le da una apertura y múltiples lecturas posibles. Esa ambigüedad ya aparece desde el título. Como explicó Anwandter en diálogo con Página/12, “‘el diablo en el cuerpo’ es una expresión folklórica que hay en Chile y tiene un significado un poco ambiguo porque tiene que ver con tener ganas de fiesta y también con alguien que quiere portarse mal”.

En este sentido, lo queer no aparece únicamente porque haya canciones que hablen, en términos temáticos, de algo gay sino que están cargadas de una ambigüedad que genera que sea difícil etiquetarlas. Canciones para bailar con letras tristes. Canciones lentas con historias felices. Nada está claro en En el diablo en el cuerpo. Es una sucesión de misterios cifrados en un pentagrama.

Hay una idea de trabajo colectivo flotando a lo largo del álbum. Es como si la narrativa del “nadie se salva solo” –que afloró durante la pandemia, pero que al final del día no transformó este mundo en un lugar más amable– se hubiese colado en la producción de este álbum: hay colaboraciones con Buscabulla, Javiera Mena, Julieta Venegas y Christina Rosenvinge. Sobre esto Anwandter dice: “Quise colaborar con mucha gente porque durante muchos años tenía que hacer mucho yo, simplemente por venir de Chile, de una industria musical inexistente. Por eso yo toco hartos instrumentos y produzco y mezclo y hago los videoclips. No porque sea un obsesivo compulsivo, sino porque no tenía presupuesto”.

El músico salió a buscar asociaciones también para los videoclips del disco. El de “Maricoteca” fue dirigido junto a la artista argentina Josefina Alen. Luego, el de “Qué piensas hacer sin mi amor”, quedó bajo la dirección de JJ Stratford y, finalmente, el de “Precipicio” tuvo a Will Colacito al frente.

¿Cómo fue que elegiste las colaboraciones que elegiste para las canciones?

-Cuando estaba más avanzado mi disco me di cuenta de que tenía un cúmulo de canciones bailables, llenas de instrumentos y ahí me dieron ganas de que el aspecto vocal del disco sea más colectivo también. Además, no quería voces de hombres en el álbum y de ahí las colaboraciones con diferentes artistas.

¿Cómo surgió el vínculo con Buscabulla siendo que el dúo no es tan conocido en el cono sur?

-A los chicos de Buscabulla los conozco hace muchos años. Fue una amistad musical primero, de hecho generalmente trabajo más por amistad que por asociaciones comerciales. Me gusta mucho lo que hacen, lo encuentro muy especial, tienen un sonido súper único. Raquel, la vocalista, es una especie de Diosa y tiene una voz increíble.

También aparecen Javiera Mena y Julieta Venegas, a quien le produjiste el disco.

-Sólo con Julieta pudimos grabar juntos, mientras producía Tu historia. Mi disco estaba como por la mitad en ese entonces. El de Julieta me lo tomé con una responsabilidad extra como productor porque no quería que sonara como un disco mío. Me dije: “Tiene que sonar como un disco de Julieta”. Ella tiene una identidad muy fuerte y me interesaba mucho no suplantarla, sino entrar juntos en territorios que quizás ella no había entrado antes.

Y para el arte de tapa llamaste al diseñador portugués Braulio Amado.

-Sí. Él ya conocía mi música, había escuchado mi disco anterior y fue muy fácil trabajar con él. Es muy talentoso y a mí me gustaba lo que él hacía. De hecho esta tapa es lo primero que me mostró. Es que lo encuentro muy genio. El punto de trabajar con colaboradores es aceptar las ideas de ellos y no que hagan las ideas de uno, que ejecuten lo que uno piensa. Un par de veces Braulio hizo algunas cosas que yo dije “mmm no sé”. Entonces, le pedía que me diera un día. Y a la media hora ya me gustaba.

¿Cuál es tu canción favorita del disco y por qué?

 

-Hay dos que se me ocurren, para ser honesto. Me gusta mucho “Tienes una idea muy antigua del amor” porque siento que, quizás una parte de esa canción, es lo mejor que he hecho en mi vida musicalmente. La otra es “Vamos de nuevo” porque se parece bastante al tipo de música que me gusta, que por ahí no se había visto reflejado tanto en mi trabajo, en mis discos anteriores. Es medio como Steely Dan, en mi mente. Soy muy fan de Steely Dan, que es un poco “rock de papá”. Siento que esa canción es bien así, bien “rock de papá”. Una amiga mía de Argentina me dijo “mmm ese solo de guitarra, creo que deberías sacarlo”. Y yo le dije no. Sabía que era medio ridículo ¡pero lo disfruto mucho! ¿Y qué cosa es más importante que eso, que disfrutar uno mismo?