Para los que no sospechan aún el planeta que se nos ofrece, acaba de salir el “último” tema de los Beatles, producido por Paul McCartney y la Inteligencia Artificial. ¿Qué mal habría en extraer la voz y volver a la vida a partir de una vieja grabación a John Lennon a 43 años de su muerte y terminar una canción que ya tenían avanzada?
El mismo Paul que ha hecho la experiencia lo cuenta como “un poco aterradora pero emocionante” y agrega que “tendremos que ver adónde nos lleva”, aceptando que no hay razón humana que planifique el rumbo de la humanidad sino un enjambre de ingenieros y megasupercorporaciones avisándonos que han conseguido algo tan poderoso como la bomba atómica, tan aterrorizante como una pandemia y tan emocionante como escuchar nuevamente la voz de uno de los artistas más importantes del siglo XX.
Poderoso, aterrorizante, emocionante, eso es nuestro recién nacido siglo XXI, todos y todas nos apuramos a buscar nuevas reglas a poco de comenzado el juego pues reconocemos que cambiará nuevamente la faz de la tierra. Algunos y algunas sostienen que, a pesar de la incertidumbre, no hay que asustarse porque la historia humana está repleta de cambios tecno-científicos que han producido cambios subjetivos, económicos, sociales, políticos. Otros sostienen que estos cambios son diferentes, que producirán un tiempo que no saben cómo nombrar pero sintetizan como poshumanidad.
La academia de Grabación que otorgan los Grammy ha variado sus reglas de juego sosteniendo que sólo “los creadores humanos” podrán ganar este galardón y agregó que no está prohibido la utilización de I.A. con la condición de que “un creador humano sea responsable de una contribución 'significativa' a la música y a la letra”.
Hoy sabemos que la producción musical y los músicos por su repercusión son y han sido el laboratorio, la punta de lanza de estos cambios significativos de las cibertecnologías en un tiempo cortísimo. Ya veremos cómo la academia hará para determinar a qué considerar una parte significativa humana y cómo lograrán sino con el uso de inteligencia artificial determinar la parte que le corresponde a uno y a otro. Ya nadie duda de que pronto en nuestro planeta una parte será humana y la otra artificial.
¿Por qué se habla tanto de las I.As.? ¿Conviene hacer foco en este nuevo hito de las cibertecnologías teniendo otros como los celulares inteligentes, las múltiples pantallas, el tiempo real, la identidad virtual, las redes sociales? ¿No se trataría de un hito más, algo que venía destacándose desde los mismos comienzos de esta “revolución” que se destaca también por la peor distribución de la riqueza que la humanidad de todos los tiempos? El agregado de lo “nuevo” es significativo y no es sólo su poder de aprendizaje, su capacidad performativa sino su posibilidad de recrear discursos hegemónicos. Si la semiótica ha sido una disciplina emergente con el siglo XX, la inteligencia artificial constituye una nueva semiótica que está modelizando la “parte humana”. Hablar con una máquina y sentir que nos escucha, nos ayuda, nos facilita la tarea no es cosa del futuro.
Lo considera McCartney y nos presenta la nueva canción de los Beatles; a diferencia de la “vieja” tecnología, las I.As. conllevan poder de resucitación, de pegar lo vivo con lo muerto, lo humano con lo no humano. Ese “pegoteo” será moneda corriente en poco tiempo, no se trata de la vieja confrontación entre integrados y apocalípticos sino de la enorme fascinación de volver a escuchar lo que quedó en el tintero, lo que alguien alguna vez hubiera querido hacer y no llegó a producir, más allá de su vida y de su cuerpo. Pero también en ese pegoteo entre la frustración (vida) humana y las enormes posibilidades de no ser nosotros quienes ponemos ni la voz ni el esfuerzo en forma significativa, estas noticias nos desorientan acerca del rumbo del planeta en el que viviremos. Sospechamos que quienes lo piensan incluyen a pocos, más allá de la vida y de la muerte. Y no tienen pensada la inclusión de la mayoría, que no tienen vida ni aquí ni en el más allá.
Martín Smud es psicoanalista y escritor.