Dice Marguerite Yourcenar “Quizás lo que haga la voluptuosidad tan temible sea que nos enseña que tenemos un cuerpo. Antes, sólo nos servía para vivir. Después, sentimos que aquel cuerpo tiene su existencia particular, sus sueños, su voluntad y que, hasta la muerte, tendremos que contar con él, cederle, transigir o luchar. Sentimos (creemos sentir) que nuestra alma sólo es su mejor sueño”.

Esa voluptuosidad muestra un exceso que es amo y señor en nuestro cuerpo. Querer dominar ese cuerpo es un sueño que muere por su propia imposibilidad. Tememos ese exceso voluptuoso que remite a un goce desconocido y sobre cuya base armamos nuestro ser, nuestros mundos imaginarios y simbólicos.

También todos los discursos políticos tienen en su base un goce, una voluptuosidad que a veces es hasta perceptible, no disimulable por el político, quizás imposible de disimular. Pero aunque esté bien disimulado es lo candente del discurso, de cualquier discurso. Quizás hasta el más inocente parlamento es político, en la más sincera y amorosa conversación hay una política, una intención de convencer, de dominio, un goce encerrado, ardiente, voluptuoso.

 

*Psicoanalista. Coordina Psicología Rosario12. [email protected]