Ya es moneda corriente enterarse que tal y cual obra de arte han sido “reinterpretadas” por programas de Inteligencia Artificial (IA) que -por pedido o comando de terrícolas- ofrecen reversiones de cuadros más y menos famosos con algún giro peculiar. Sucede con tanta frecuencia, de hecho, que actualmente generadores de imágenes como DALL-E y MidJourney reciben duras críticas de artistas (humanos) de distintas partes del mundo que entienden que sus derechos están siendo vulnerados por el creciente, imparable avance de una tecnología que, a su consideración, parasita sus laburos. Aún más: en algunos casos están recurriendo a la Justicia para que determine si existe afano de propiedad intelectual, si hay plagio.
Frente a este panorama, resulta cuanto menos curioso que sea la Secretaría de Turismo de una ciudad europea la que aproveche la mentada herramienta virtual para un propósito que, a priori, puede sonar contradictorio: con imágenes generadas por IA, las autoridades vienesas buscan incentivar que más personas visiten museos como el Palacio Belvedere o el Museo de Historia del Arte de Viena. Es decir, para que el público vea cuadros que antaño pintaron personas de carne y hueso, a la vieja usanza. ¿Y cómo han llevado a cabo esta idea? Pidiéndole a una IA que reversione célebres piezas como La Torre de Babel (1563), de Brueguel el Viejo, poniendo como protagonistas a… gatitos.
Adorables mininos resultan los aliados ideales para esta llamativa campaña de la Secretaría de Turismo, que propone al público “descubrir el arte que hace posible el arte de la IA”, sembrando la intriga entre aficionadas y aficionados a felinos -que son legión, como bien se sabe-. A modo de bonus track, además de estas obras virales generadas con programas, sumaron un video donde especialistas en Historia del Arte reflexionan el significado de ciertos intrincados detalles de la reinterpretación de las pinturas con micifuces, con un punto de humor delirante. “Por un lado representan el desenfreno, pero a la vez están castrados y viven en nuestros apartamentos. Entre ambos fenómenos, el equilibrio: la suavidad y la dulzura, y un salvajismo indómito. ¿No son ambas fuerzas impulsoras de la creatividad y el arte? ¡Qué estupenda metáfora!”, ofrecen sobre El Beso de Klimt donde, en vez de humanos, hay -¡claro que sí!- gatitos.