“Bailan y cantan, tocan la batería y la guitarra. Pero no les gustan nuestras bandas, se las bancan un ratito y después las quieren sacar”, se ríe Tom Quintans, a través de la cámara de su celular. El líder de Bestia Bebé contesta la llamada apurado desde el estudio donde está por terminar el quinto disco de su banda, justo en el pequeño espacio libre que le queda entre llevar y buscar a sus hijos a un jardín de infantes del barrio de Boedo, su barrio de siempre. A Tom Quintans y Luli Zamtlejfer –ex bajista de Las Ligas Menores, otra banda fundacional de la misma escena– que son pareja hace años y que compartieron música, giras conjuntas, discos y el advenimiento de lo que se conoció como el sonido indie local de la segunda década de este siglo, no hace mucho les cambió la vida para siempre: en el mundo se desató una pandemia, los conciertos y las giras se acabaron y ellos fueron padres de gemelos: auténticos gemelos pandemials. En ese nuevo limbo en el que se convirtió la vida, como casi siempre, la constante y la solución fueron las canciones, y Luli, que ya había dejado Las Ligas Menores, se concentró en su proyecto solista. Pero Tom –un extremo laboral de la música con espíritu conjunto, que ha tocado en bandas desde los 15 años sin un segundo de pausa– indefectiblemente empezó a preguntarse qué era lo siguiente en medio de un aislamiento tan extremo. “En las maquetas que grabé con el celular se escuchan los nenes, los perros, toda una mezcla de cosas, la radiografía de ese momento”, cuenta él, que para ese entonces además de liderar Bestia Bebé, era la batería de Santiago Motorizado, tocaba con su hermano y su primo en Super 1 Mundial y también acompañaba a Luli en su proyecto solista Tigre Ulli.
Aprovechando la soledad y el recogimiento, lo que hizo Tom fue entonces volver a las bases. Eso sí, las bases pueden resultar como mínimo imprevisibles cuando uno enumera su derrotero musical: educado sentimentalmente como metalero de tomo y lomo, de la corriente de Ricardo Iorio, forjado en la batería con Go Neko! –banda donde empezó a tocar en la adolescencia–, acaso una versión criolla del sonido krautrock que hizo a su alrededor un culto a principio de los dos mil, y devenido en un héroe cancionero de Laptra, el sello independiente liderado por bandas como El Mató a un Policía Motorizado que tanto moldearon un sonido y una sensibilidad. Pero en ese momento, Tom Quintans, quizás motivado por ver a sus hijos crecer, recordó su propia infancia y también a su propio padre, y así, en ese retorno al núcleo, naturalmente nació El golpe dorado, su primer disco como solista. El disco es un conjunto de covers de canciones de los años 50’y 60’, atravesado por los sonidos del country sureño, del blues y los albores del rock & roll, con artistas que él creció escuchando en compilados que coleccionaba su papá. “Empecé en realidad como para hacer algo en la pandemia. Me puse a traducir canciones, que es algo que me gusta hacer hace bastante. Y me copé escuchando a estos artistas yanquis, investigando más allá de los compilados que ponía mi viejo que me gustaban mucho y me fanaticé un poco. Empecé a buscar las canciones que más creía que podía cantar”, cuenta Tom.
Lo que nació como un proyecto pandémico, para mantenerse activo y convertir esos días adentro un poco más luminosos, se transformó naturalmente en un disco más serio y cohesionado. Grabado por su hermano Pipe Quintans (batería de 107 Faunos) en Resto del Mundo, el estudio con base en la casa familiar de los hermanos en Boedo, y mezclado por Manza Esain, El golpe dorado, acaba de estrenar en medio de las ocupaciones de Bestia Bebé. Es un disco de doce canciones donde se asoman versiones de The Everly Brothers, Baker Knight, The Cascades o Tom T. Hall, pero además, y quizás es lo más curioso e inusual, hay tres temas compuestos por Tom especialmente para el disco que se amalgaman naturalmente en el repertorio, algo de lo que está particularmente orgulloso. A modo de desafío, intentó imitar las voces de esos héroes de antaño pero en clave local, bien argentina, compuestas desde cero, aunque siempre conservando las letras ruteras, melancólicas, bucólicas de esos trabajadores que recorrían las carreteras de su país con el corazón roto. En el disco, Memphis se transforma en Corrientes con total naturalidad, y la tristeza ensoñada de los trenes del sur de Estados Unidos son novísimos carros de subte porteños con la misma desazón. Ahí está el “Velero Juan B” de los Beach Boys, o el soleado “Qué genial este mundo va a ser” de Sam Cooke, con un imaginario propio y reconocible a pesar de ser revisión de otra cosa: acaso la verdadera artesanía de un cover. “A mi siempre me gustó tocar covers en vivo pero no me gusta cantar en inglés, me suena un poco falso, entonces no queda otra que traducir la letra al español. Pero la idea siempre ha sido llevar eso a una cosa argentina, hablar de cosas que muestren que yo soy de acá, tomar esas situaciones y llevarlas a mi realidad”, dice Tom, cuyas versiones de canciones como “El amor ya va a llegar” de Daniel Johnston, “Ya lo escuchaste” de Luna o “El Amor es un Lasershot” de Arctic Monkeys, ya eran usuales en su repertorio.
“Me gustó hacer este disco pero mi prioridad es Bestia Bebé y todo depende del tiempo que me deje”, dice Tom, entusiasmado. Lo cuenta porque por estos días Bestia Bebé está dando los últimos toques al nuevo disco, aún sin título, que los tiene ocupados y que se espera salga a fin de año. Además, son tiempos de festejos porque la banda cumple diez años de su primer disco homónimo, uno de tapa bien reconocible que muestra a un equipo de fútbol barrial de desadaptados. Si hablamos de volver a las bases, entonces: los anteriores discos de Bestia Bebé sobrevolaron canciones sobre perdedores que deambulaban por Buenos Aires o emulaban películas de acción apócrifas, pero el hilo conductor del nuevo disco promete ser cierta sensibilidad retomada del mismísimo heavy metal de sus adolescencias, reconociendo que en el revival, cuando hay potencia y sentimiento, siempre puede haber descubrimiento y novedad. “Me gusta el nuevo disco, poder seguir haciendo lo que hago y sentir que nunca me estoy repitiendo”.
El golpe dorado de Tom Quintans se presenta el sábado en Congo, Honduras 5329. A las 23.30.