Siempre ha habido una enorme resistencia a la reforma fiscal en Brasil. Basta recordar que los gobiernos de Olivio Dutra en Rio Grande do Sul y de Luiza Erundina, Marta Suplicy y Fernando Haddad en São Paulo intentaron realizar reformas tributarias pero fueron derrotados.
Al hablar de reforma tributaria, el punto de partida debería ser la injusta política tributaria existente, que hace que los pobres paguen proporcionalmente más impuestos que los ricos. Un objetivo central de las propuestas de reforma tributaria del pasado fue, por tanto, revertir esta situación, que siempre significó aumentar los impuestos que pagan los ricos y disminuir los que pagan los pobres.
En la misma afirmación, tan reiterada por Lula da Silva (foto), de que es necesario poner a los pobres en el presupuesto y a los ricos en el impuesto a la renta, hay una crítica implícita a la política tributaria existente.
Consenso
Hoy parece haber un consenso general a favor de la reforma tributaria. Pero, ¿a qué precio se logra este consenso?
El tema volvió, pero con la desaparición total de la necesidad de superar el carácter injusto de la tributación actual. Hay quien dice que el proyecto de reforma que se presentará satisfaría a todos. De ser así, no alteraría en nada el sistema injusto existente actualmente. No se metería con nada ni haría cambios administrativos.
Una reforma tributaria justa sería aquella guiada por la regla de "quien más gana, más paga”. Es decir, revertiría el sistema existente, aumentando la tributación de los más ricos y disminuyendo la de los más pobres. Cuando Lula habla de incluir a los pobres en el presupuesto y a los ricos en el impuesto a la renta, también se refiere a eso.
Pero los consensos sobre la necesidad de una reforma tributaria suelen basarse en las aseveraciones de que habría anarquía tributaria, que habría que simplificar el proceso recaudatorio. ¿Sueles decir que pagas muchos impuestos? Todo el mundo suele hacer esa afirmación. Como si todos pagarámos de más. Como si no hubiera una gran evasión por parte de los ricos. Como si no existieran los paraísos fiscales, a los que apelan las grandes empresas, para no pagar impuestos en el país.
Pagar menos
Lo que unificaría a ricos y pobres sería el deseo de pagar menos impuestos. Hay una demanda de mayores acciones del Estado, pero se quieren reducir los ingresos estatales. La visión de las élites es la del Estado mínimo. Exigir más exenciones y pagar menos impuestos.
Como es característico del neoliberalismo, se degrada la imagen del Estado, que recaudaría demasiado, que gastaría demasiado y mal, que gravaría demasiado, que gastaría demasiado en pagar a los funcionarios. Una reforma tributaria guiada por estos puntos de vista empeoraría aún más el sistema tributario, en el que los pobres pagan relativamente más que los ricos.
De ninguna manera corregiría el ya injusto sistema fiscal existente. Los ricos pagarían aún menos, mientras que los pobres seguirían pagando injustamente por servicios precarios.
Menos recursos
La reforma tributaria es el próximo tema clave en la agenda del Congreso brasileño. La composición mayoritariamente conservadora del Parlamento hace pensar que se promoverá una reforma conservadora, con perjuicio fiscal y con menos recursos para que el Estado lleve a cabo políticas sociales.
O sea, una reforma tributaria que promueva el Estado mínimo y la centralidad del mercado. Lo que debilita, en lugar de fortalecer, al Estado. En el que los ricos pagarán menos impuestos y no sufrirán políticas de lucha contra la evasión fiscal y los paraísos fiscales.
En definitiva, dado el clima creado por los medios, sería una contrarreforma fiscal, a contrapelo de la difícil reconstrucción de la democracia en Brasil.