Las cámaras de televisión ya los estaban esperando. "¿Qué haces, papá?", lo saluda Daniel Scioli a Sergio Massa, que acababa de bajar de su oficina en el Palacio de Hacienda para recibirlo en la puerta, antes de fundirse en un abrazo. Era la escenificación del proceso de recomposición interna que Massa viene encabezando desde el cierre de listas, desesperado por terminar de una vez con las acusaciones cruzadas entre el kirchnerismo y albertismo por la fallida postulación de Scioli. Era, además, un gesto unidad por partida doble: la rivalidad entre el tigrense y el exmotonauta no comenzó con la guerra por las PASO y la declinación de la candidatura de Scioli en pos de la de Massa, sino que data desde 2013, cuando el segundo había roto con el kirchnerismo para armar el Frente Renovador. Diez años después, sin embargo, el tigrense encabeza la fórmula de unidad del peronismo y le repite a los propios: "Termínenla con las internas".
Todo había estado cuidadosamente planeado. El día anterior, Cristina Fernández de Kirchner había anunciado que Scioli y Massa se reunirían el jueves a través de un tuit. "Me pone muy contenta", había asegurado la vice, luego de reunirse con el ex candidato presidencial en su despacho en el Senado. El objetivo fue limar las asperezas que se produjeron cuando Scioli jugó a competir en las PASO pese a la resistencia de La Cámpora y el massismo. Anticipando la presencia de fotógrafos y periodistas, el ministro de Economía fue a recibir personalmente al embajador en Brasil en la entrada del edificio, ofreciéndole un abrazo que funcionaba como espejo de otro abrazo, muy diferente, de hace un año atrás: el abrazo que Massa le dio a Scioli antes de dejarlo solo para que anunciara su renuncia como ministro de Producción, cargo que había sido absorbido por el tigrense cuando asumió al frente de Economía.
El encuentro duró poco más de una hora y, según dejaron trascender en el entorno de ambos, versó sobre asuntos bilaterales entre Argentina y Brasil, como la financiación para las exportaciones de energía eléctrica, la construcción del gasoducto Néstor Kirchner, y el mecanismo de financiación para la exportación de bienes brasileños. Lo relevante, sin embargo, era la foto política. Scioli había quedado en el centro de la pelea encarnizada entre el cristinismo y albertismo por el cierre de listas. Y es que desde el lunes que el entorno de la vicepresidenta venía acusando al presidente de haberle "robado" a Scioli lugares en las listas en pos de beneficiar a Victoria Tolosa Paz y Santiago Cafiero.
Según explican quienes participaron de la negociación por el lado de la vice, CFK y Máximo Kirchner le habían ofrecido a Alberto Fernández tres cargos: el primer y quinto lugar en la lista de Diputados nacionales, pensando que Scioli encabezaría la lista ya que Eduardo "Wado" de Pedro --el otro que había tenido que resignar su candidatura-- encabezaría la lista de Senadores, y el Parlasur. Finalmente, Victoria Tolosa Paz se quedó con el segundo lugar y Santiago Cafiero con el quinto. En el albertismo niegan tajantemente que haya habido una "traición" a Scioli y tuvo que salir el propio Juan Manuel Olmos --que fue quien ofició de interlocutor de las tres patas de la coalición la noche del viernes que se definió la fórmula de unidad-- a aclarar que "nadie le había robado nada a nadie". Scioli, mientras tanto, mantiene un severo hermetismo, aunque le ha transmitido a varios dirigentes el enojo que todavía tiene con el Presidente. "En los cierres de listas nunca quedan todos conformes", deslizó la portavoz presidencial Gabriela Cerruti, buscando calmar las aguas en la última conferencia de prensa.
El tiroteo interno, sin embargo, terminó entorpeciendo el inicio de la campaña, por lo que Massa está desde hace un par de días intercediendo para que ambos sectores bajen las armas. La reunión de gabinete del miércoles sirvió como escenario para bajar línea: "Unidad y gestión", les remarcó a les funcionaries que estaban presentes. Horas antes, a su vez, había llamado personalmente a Tolosa Paz y Cafiero para trasmitirles que no quería que dejaran su lugar en la boleta. Esto se debía a que, en el último para de días, algunes dirigentes cristinistas, como Teresa García, les habían reclamado que cedieran sus lugares porque "no lo merecían". "Necesitamos a todos", explicaban desde el massismo.
Massa insiste a sus colaboradores que la "coralidad" de la unidad --que incluye, a gobernadores, sindicatos, dirigentes y empresarios-- viene "bien" y que hay que aprovechar para contrastarla con la interna descarnada que vive Juntos por el Cambio en estos días. El objetivo es confrontar la nueva unidad de UP con los palazos con los que se están tirando Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. Las primeras encuestas que comenzaron a circular después de que se confirmara la fórmula Massa-Rossi tienen entusiasmados a más de un dirigente y las utilizan como argumento para insistir en la importancia de una pacificación interna. Un informe de la consultora Proyecciones, por ejemplo, muestra un escenario de PASO en la que Massa saca el 30 por ciento, Juan Grabois el 2,5 por ciento, Patricia Bullrich el 20,6, Javier Milei el 18,8 y, más alejado, Horacio Rodríguez Larreta con el 14,1.
"Hasta ahora estuvimos todos enfrascados en cómo se iba a conformar el equipo, ahora empieza el partido. Y todo el mundo va a hinchar por ganar", explica, casi zen, un funcionario nacional.