A fines de febrero faltaban todavía dos meses para el estreno de El amor después del amor, e Iván Hochman (el actor que haría de Fito Páez, el protagónico) no tenía todavía en claro la explosión que iba a tener la serie de Netflix. Pero el pintor Ariel Mlynarzewicz, amigo suyo y de su familia, vio la posta y le dio una sugerencia en una cena: "Va a ser un éxito, así que lo que tenés que hacer es protagonizar al mismo tiempo un unipersonal en el que actúes un montón, toques el piano, cantes, despliegues en escena todos tus conocimientos y, así, puedas separarte del personaje para no quedar pegado a la serie".

"¡La idea me parecía genial!", reconoce Ivo, quien además de actor es dramaturgo, docente, escritor, músico, clown, acróbata y acaba de recibirse de Licenciado en Artes de la Escritura en la UNA, entre otros etcéteras a sus 29 años. "Pero faltaba muy poco para la salida de El amor después del amor y mis procesos creativos para poner en escena una obra son muy largos: la escribo durante años y la ensayo durante meses."

En esa polea de alientos y recomendaciones ajenas se suma otro gran amigo, Tomás Masariche, compinche suyo en experiencias teatrales, y quien le tira una superadora: "No podíamos ponernos a escribir un texto de cero, así que me cuenta que el año pasado había leído uno que le había gustado mucho, de Emilio Hernández Martín, un dramaturgo mexicano. No tenía nada que ver con nada, pero empezamos a ensayarla y la cosa fue tomando forma".

Yo también me llamo Hokusai es una reinterpretación muy libre que Hochman y Masariche hicieron sobre ese libro de Hernández Martín y pusieron en escena los miércoles de junio, con tanto éxito que continuará en cartel durante julio, los martes a las 20 en el Teatro El Picadero (Pasaje Santos Discépolo 1857, entre Callao y Corrientes).

Esta readaptación en tiempo récord (que incluye dos funciones en el Teatro Lavardén de Rosario el jueves 6 y el viernes 7 de julio, ambas a las 21) se vuelve también una especie de autobiografía de Ivo en vivo. Un unipersonal muy sui generis, en el sentido de que a su vez admite de manera eventual un segundo rol (el del propio Tomás) y hasta la participación del público en una experiencia casi inmersiva.

"Fue un tiempo de montaje y ensayo muy atípico en mi carrera, porque ensayamos dos meses, de lunes a viernes, a veces algún sábado, y montamos un texto ya escrito pero intervenido con mi historia y mi relato con la serie de Fito, y con la misma experiencia de ir montando la obra", cuenta Hochman. "Entonces eso hizo muy vivo el proceso, muy revolucionario, en el sentido de que pasaban muchas cosas de manera vertiginosa. La serie me empujó a hacerlo de ese modo, sino hubiese sido imposible, y agradezco que así haya sucedido porque aprendí mucho. Además me permitió tener la cabeza en algo creativo mientras el estreno me demandaba muchas entrevistas para difundir la serie."

  • ¿Cómo es trabajar un guión ajeno y adaptarlo a tu propia vida en esos tiempos?
  • La obra original tiene veintiún escenas, pero nos quedamos con ocho. El resto es invención mía y de Tomi, porque la idea era agregar muchas cuestiones personales, de mi vínculo con la serie, la posibilidad de la masividad, el reconocimiento repentino y la fama. Que me paren en la calle y me digan "¿Vos sos Tipo Fáez?", algo que tomo con gracia pero de lo que quisiera separarme... Por eso es que le cambio las letras. Hay preguntas, miedos. Y cosas que fueron apareciendo: por ejemplo, Tomi quería que yo hiciera de ola y yo me negaba porque me sentía un pelotudo, jaja. Entonces, en vez de pelearnos y discutirlo, decidimos incluir esa tensión en el guión, de manera que también aparece su voz como director en el escenario, lo cual va transformado la escena.

  • Dijiste varias veces que te gustan las obras que proponen experiencias, ¿cómo surgió esto de hacer intervenir al público? El efecto es positivo e inolvidable...
  • Nunca lo había hecho, pero surge de una necesidad concreta: encaro la obra como unipersonal, pero el guión original tiene diálogos muy potentes, para los que es necesario que haya dos personajes o actores. ¿Cómo ejecutarlo? En una parte grabo a mi interlocutor en conversación y me responden los audios. En otra hago los dos personajes, con distintos efectos de sonido. Y luego está la parte que incluye al público y es muy especial, porque siempre aparece algo distinto. Nunca se sabe qué va a pasar, entonces hay que estar atento. Y en eso reside la parte experimental, algo que no te lo ofrece ni el cine ni ninguna otra expresión artística. Algo irrepetible e inenarrable, que no se puede explicar fuera de la sala: solo lo pueden ver las doscientas personas que van a la obra. Se da un hecho de ritual de ceremonia, y también algo casi secreto que atrae mucho y me parece muy especial.

Ivo ensayó dos meses a diario para la obra, y escribió de cero varias de sus escenas | Foto: Cecilia Salas

► El escenario de la docencia

Polímata y multiformado, Ivo Hochman despliega en Yo también me llamo Hokusai todo su bagaje cultural. Así, sorprende ya desde el primer minuto sentado al piano, algo que inevitablemente lo vinculará con Fito Páez. Y que establece la primera tensión con algo sencillo, obvio pero poderoso: Iván es músico y toca ese instrumento antes de haber conocido la obra del rosarino.

"Me formé en un montón de disciplinas que considero también herramientas concretas. Tocar un instrumento, hacer de clown, saber de danza o maquillaje y tener ciertos elementos del humor los considero constitutivos de una forma de crear y de ser que me permiten animarme a manejar al público y a tomar la cuarta pared. Aunque no es algo que me propuse, simplemente es algo que ya soy."

Todo comenzó en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático, luego en un taller de cine contemporáneo, y siguió más adelante en la carrera de Artes de la Escritura de la Universidad Nacional de Artes, la UNA, donde acaba de recibirse. "Todos lugares de educación pública", subraya con orgullo Ivo.

  • También sos profe y, en cierto punto, dar clases significa también montar una escena y un relato. ¿La docencia te dio instrumentos para la actuación?
  • Por supuesto. Fue mi trabajo principal y mi fuente de ingresos durante los últimos diez años. Mi viejo fue docente toda su vida, también. Comencé en los veranos, en la colonia Zumerland, donde yo mismo estuve, y después en el colegio Pestalozzi, donde me formé. Después empecé a trabajar como profesor de teatro: tenía más de trescientos alumnos por año, fue intenso. Luego abrí mis propios talleres de teatro. Siempre estuve vinculado a la enseñanza y a compartir saberes y espacios de formación. Es un trabajo muy demandante emocionalmente, de mucha exposición, riesgo y vínculo con individualidades y sensibilidades. En ese sentido, creo que no puede ser solo una fuente de trabajo y de ingresos, sino también una vocación: tiene que ser un deseo porque hay muchas sensibilidades y vidas y cabezas puestas en juego. Hay que ser muy responsable con eso. Di clases para niñes y les he visto transformarse rotundamente durante mis clases, arriesgarse para jugar y crear personajes, compartir sus miedos y pensamientos. Es un espacio hermoso.

Por qué te vas y el drama de alquilar

La última Feria del Libro coincidió con el prime time del estallido popular de la serie El amor después del amor. Entonces, fue una gran oportunidad para seguir difundiendo Por qué te vas, el primer libro de Iván Hochman, en un formato que obviamente garpó mucho: la firma de ejemplares, propuesta que generó una larga cola sobre el pabellón central del edificio de La Rural.

La novela fue publicada por la editorial Milena Caserola y narra un drama de Ivo y de gran parte de la juventud argentina actual: las dificultades para encontrar dónde mudarse después de vivir con los padres. "Hice un taller de escritura mientras laburaba, estudiaba y empezaba a construir el deseo de irme a vivir solo. Buscaba departamentos y les preguntaba a amigos, así comencé a escuchar otras experiencias y de eso armé una especie de bitácora colectiva sobre el asunto", explica.

"Me encontré con que ese tema, que para mí era tan personal e íntimo, tocaba un montón de historias ajenas que también eran de alguna forma propias, porque había un montón de gente que quería mudarse sola y no podía", sigue Ivo. "Sabemos que está cada vez más difícil alquilar en Buenos Aires, entonces el libro acompaña mucho esa experiencia, ya sea porque quieras mudarte, lo estés haciendo o ya lo hayas hecho. En ese sentido es un libro bastante compañero, y me lo hicieron saber, por ejemplo, pibes y pibas que vinieron a la firma de ejemplares en la Feria."

  • ¿Qué vino primero en tu vida, entonces? ¿La actuación o la escritura?
  • ¡La escritura! Cuando tenía seis años me compraron el primer libro de Harry Potter y empecé a leer. Primero me lo leyeron mis padres, la segunda vez lo hice solo y ahí empecé a tener pesadillas con Voldemort, jaja. Después lo volví a leer ocho veces más, y no dejé de leer más. Empecé a ir a talleres de escritura. Ahí hay algo del juego que también tienen la actuación, por cierto. Cuando me dediqué a la actuación no pensé que iba a estudiar escritura, hasta que me anoté en la carrera de escritura de arte y ahí se produjo un reencuentro muy fuerte y rico que derivó en la novela.
  • ¿Tu próximo plan sería otra novela?
  • ¡Estoy terminándola! Pero la serie también me acercó mucho al mundo audiovisual y me gustaría incursionar más en la dirección de cine. Estoy escribiendo una película, un largometraje que me gustaría eventualmente hacer. Y además con un grupo de cinco guionistas estamos con un proyecto de una miniserie de ocho capítulos basada en una novela argentina que todavía no puedo contar cuál es, pero que es, para mí, de las mejores de Argentina. Estamos buscando una productora que se haga cargo del proyecto, así que ojalá encontremos algo pronto por ahí. Y un sueño más lejano y loco es en algún momento tener una banda de rock.
Inspirado por Harry Potter a los 6 años, Ivo se volcó a la escritura y a la cultura | Foto: Cecilia Salas


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