En su propuesta, la obra ofrece un grupo familiar dividido en capas: aire, suelo, subsuelo. Entre las tres instancias, préstamos y contradicciones, con artistas sobrevolando o haciendo pie según el caso. El lenguaje es el del circo, con la acrobacia y el teatro como herramientas expresivas. Luego del estreno de ayer, Familia Asbesto tiene hoy una nueva función, a las 20 en Aire Espacio Cultural (San Martín 1926).

Con dirección de Ana Osella y participación en escena de Damián Ventos, Clarisa Infante, Ignacio Cejas, Guillermo Acosta y Agustina Medina, Familia Asbesto sabe hacer de su título un comentario irónico, habida cuenta de cómo el asbesto -utilizado en la construcción de casas- deviene tóxico. “Con el elenco de Aire Espacio Cultural venimos trabajando hace diez años en diferentes propuestas, así que ya hay un primer paso importante, y es la confianza. Generalmente propongo una idea, quien está en escena trata de ir adivinando, y quien dirige trata de comunicar su imagen interna. Quisimos crear algo que fuera fácil en su montaje –veníamos de trabajar con siete trapecios bajos, y fue una odisea–, y el disparador fue la idea de familia. ¿Qué hacemos con la familia?”, explica Ana Osella a Rosario/12.

“A partir de ahí, entramos en el campo de la poética, un poco planteado desde el lugar de todo lo que está por debajo de las alfombras familiares, los roles que se encarnan al vivir bajo un mismo techo, y los espacios de intimidad que pueden permitir que aparezca un deseo u otra cosa. Por eso le pusimos Familia Asbesto, por ese material que se usó durante mucho tiempo para construir pero que con el paso de los años se volvió tóxico; algo que a veces sucede con los patrones sociales”, continúa la directora.

-¿Cómo se desarrolla el trabajo?, ¿el texto está dado por vos?

-En general, viene más del lado de la dirección; y en este caso trabajé con un asistente, Ariel Markow. Pero en cuanto a lo dramatúrgico, somos muchas Anas adentro de mi cabeza, en diálogo (risas). Con el elenco se trata de ir construyendo y encarnando esas ideas. A través de las propuestas de movimiento, de acción y de interacción, vemos qué es orgánico en el elenco y desde ahí voy eligiendo y construyendo.

-En el diálogo con las y los intérpretes aparece entonces la forma poética.

-Claro. A la poética la defino como la forma que tiene cada persona de interpretar el mundo, o de poner en relación las cosas del mundo. Es un poco la metodología de Pina Bausch. ¿Qué es el amor?, cada cual baila su versión y así se genera el material. Ese material es el que va dando sentido a la imagen interna de quien está dirigiendo. Desde ahí tomamos, elegimos, y también contagiamos cosas que no son propias, que yo no creé pero que se contagian dentro del elenco y terminan siendo de todos.

-Dadas las características y con el circo como lenguaje, ¿interviene también el diálogo?

-Lo que me interesa es cómo el circo, como herramienta escénica, puede ser un lenguaje como lo son el teatro o la danza. Es un poco llevarle esa pregunta al circo. En este caso, sí hay texto. Fue una inquietud que trajo el elenco, querían trabajar desde un texto y decirlo, para montar un personaje en relación a eso. Quedaron fragmentos poéticos y surgieron improvisaciones; algunos de estos fragmentos son del libro Desmorir, de Anne Boyer, que nada tiene que ver con el tema, es una crítica al sistema médico hegemónico capitalista, donde a partir de su experiencia con una enfermedad, ella entra en unas reflexiones maravillosas y profundas. Son poéticas no por cómo están dichas, sino por cómo su cuerpo está atravesando una experiencia y dándole sentido a eso.

-¿El humor está presente?

-Podemos pensar que sí, porque hay algo grotesco en los personajes y sus contradicciones, que son la cuna del grotesco. Hay bastante humor ácido también, y hay un campo que es el de la emoción. Pero no marcaría lo que el espectador tiene que sentir, para mí la propuesta es que desde el momento en que hay personas en escena, hay una llama encendida y algo se está cocinando, sin ser determinista en los sentires o conductista sobre lo que quiero que el público sienta. Sí le insisto mucho al elenco que la escena tiene que ser una ofrenda, un regalo a ese tiempo que el otro puso a disposición, para completar un hecho escénico. Lo tomamos con ese carácter ritual.

-Ya que se trata de historias familiares, ¿hubo una confluencia entre lo tuyo propio y lo relativo a los integrantes del elenco?

-Yo no entré en sus historias familiares ni en los métodos teatrales que buscan la historia propia, pero igual hay algo de lo no dicho que se comparte, y esa no verbalidad, para mí, es la posibilidad de comunicar, es lo mágico y más primitivo que tenemos, y ocurre cuando empezamos el desarrollo y el cuerpo está encendido y atento a lo que hace. Me aboqué bastante a mis propias ideas de la familia y a mi propia experiencia (risas). No generé una discusión o una puesta en común, pero sí hay algo del orden de las dinámicas que claramente se va apropiando.

-Y que sea el público quien complete.

-Lo que significa ponerlo a trabajar, y en el mejor sentido. Tampoco se trata de entrar en una complejidad tan difícil, sino que es un poco “elige tu propia aventura”: ¿qué parte de lo visto te provoca resonancia?

Familia Asbesto completa su equipo de trabajo con Claudio Lo Giudice en dirección musical, vestuario de Paula Alloco, y diseño de Luciano Fretes. El espectáculo cuenta con el apoyo del Instituto Nacional del Teatro, y la función de hoy es con entrada a la gorra.