Corrían los primeros días de Junio de 1971. Richard Nixon tenía serias dudas no solo por el éxito de la guerra en Vietnam sino sobre el estado general de la economía estadounidense. Para contar con más elementos de análisis pide que citen a Jean B Say (1767-1832). El francés es uno de los pilares del pensamiento clásico del liberalismo económico. Continuando con los aportes de Adam Smith y David Ricardo, sostiene Say que la “La Oferta crea su Propia Demanda”. También ordena convocar a John Maynard Keynes (1883-1946) economista británico considerado el más brillante del siglo XX. Y a Karl Marx (1818-1883), el crítico más profundo de los clásicos, a los que al mismo tiempo considera “dos gigantes”.
Nixon los recibe en un amplio salón y allí comienza el debate.
Say rompe el silencio. “Mire, Presidente, la venta, es decir la oferta de productos, es sucedida automáticamente por una compra, o sea por una demanda. Si impedimos la acción del Estado, estaremos imposibilitando las crisis económicas. Ya no habrá desempleo, porque todos los productos encontraran compradores".
Toma la palabra Marx. "Usted sabe que yo he militado parte de mi vida para derrumbar al sistema capitalista, así que valoro que quiera saber mi opinión. Disiento con el amigo Say. El poder de compra se genera en la producción, los salarios, las ganancias, las rentas. Los trabajadores compran una parte equivalente a sus salarios. Ahora si por la razón que fuera el capitalista en vez de comprar decide atesorar, entra en crisis la idea de Say de que la oferta genera su propia demanda."
“Excelentísimo señor Presidente --dice Keynes-- no pienso debatir con quienes quieren destruir al capitalismo. No todo el volumen de producción puede ser vendido ya que hay decisiones de los agentes económicos que tienden a romper la igualdad de oferta y demanda. Es decir que si la oferta crease su propia demanda no existiría el desempleo y tendríamos plena ocupación. La crisis del 29 me exime de mayores explicaciones."
Nixon, ya solo en el Salón Oval, reflexiona sobre aquéllo de que “la oferta genera su propia demanda”. Piensa que ha encontrado una solución a otro tema que quiere convertir en bandera: las drogas. Y el 17 de Junio de 1971, en conferencia de prensa, Nixon lanza su “Guerra al Narcotráfico”. Así surge el llamado paradigma “prohibicionista”, que se impone hasta hoy a nivel mundial en la temática. Nixon pensaba que con más represión aumentarían los decomisos, disminuiría la oferta, aumentaría el precio y caería la demanda.
Pero el mercado operó de otra manera. Por ejemplo la producción de cocaína se realiza en países con bajísimos niveles salariales y de industrialización. Y sin embargo, aun con paupérrimos salarios el precio que recibe el productor es muy superior al que recibiría produciendo productos alternativos. El precio minorista de venta de café es 4 veces el costo de producción. El de la cocaína, 100. Difícil pensar que ante semejante diferencial de rentabilidad sea posible reducir la oferta.
En cuanto a la demanda, según informa en marzo de 2023 la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODOC), se dispara y se diversifica gracias a los Estados Unidos y Europa, dos regiones con niveles salariales muy por encima de los salarios y los costos de producción donde se produce la "oferta". Aun con un hipotético aumento de los precios la demanda no sufrirá mayores modificaciones. ¿Por qué? Centralmente porque como dijimos los altos salarios permiten absorber “eventuales” aumentos de precios. En segundo lugar como asevera Koop (2010) (“Un Análisis Económico del Trafico de Drogas y Las Políticas Publicas”) por su patrón de consumo (desproporcionadamente alto al respecto a los “ocasionales” o “experimentales”) los “consumidores problemáticos” sostienen la demanda aun con aumentos de precios.
El consumo no retrocedió, pese a millonarios gastos en la destrucción de cultivos y persecución de organizaciones criminales. Las mejores tecnologías y el incremento de inversiones de capital, han logrado elevar los rindes.
La hipótesis de Nixon sobre los precios resultó equivocada. Sarmiento Palacios (La Economía del Narcotráfico), Koop, Tom Wainwright (“Narconomics, Como Administrar un Cartel de Drogas”) llegan a similares conclusiones: el precio no solo no aumento sino que se ha estabilizado con tendencia a caer. Complementariamente Garat-Budasoff-Galimdo ( Cocaína Universal”) nos indican que la pureza de la cocaína que está llegando a Europa, alcanza un nivel de pureza altísima. Tal afirmación nos permite suponer “un mayor corte” que abonaría la idea de una baja en el precio.
El fracaso de la famosa Guerra al Narcotráfico es mundial.
¿Y en la Argentina? Según Mariana Souto Zabaleta y Paula Delfino (“La Idea de una Argentina sin Narcotráfico en un Mundo Libre de Drogas”) es un país de tránsito pero también de consumo. Sin embargo, y al revés de lo que pregonan las candidatas y candidatos del PRO, aquí no existen ni probablemente existirían “carteles”, básicamente porque tales organizaciones como las colombianas y mejicanas dependen de una demanda que la apalanca. En la Argentina falta escala. El tráfico y la comercialización están organizados por clanes familiares de entre 35 a 40 integrantes, mayoritariamente con anclaje territorial, que rara vez se expanden a más de una provincia. Tal como escribió Marcelo Saín en "Ciudad de pobres corazones. Estado, crimen y violencia narco en Rosario", sus principales clientes (aunque no únicos) son los sectores medios y altos. Rosario es una clara señal de un mercado criminal descontrolado, con altísimos niveles de violencia y muerte. Tiene una tasa de 22 homicidios cada 100.00 habitantes, contra 4,6 a nivel nacional.
Patricia Bullrich se jacta de que va a dar una lucha sin cuartel contra el narcotráfico profundizando lo hecho en su gestión como Ministra de Seguridad. Veamos antecedentes. Si relacionamos cantidad de procedimientos con cantidad de detenidos, nos encontramos que en la gestión Bullrich tenemos 1,4 individuos detenidos por procedimiento. Es decir, no hay persecución de organizaciones criminales complejas. Si a estos conceptos le sumamos la cantidad de sustancia secuestrada por procedimiento, los valores de forma inocultable nos hablan de consumo personal. En síntesis: dispendio de recursos y magros resultados.
Horacio Rodríguez Larreta, en un spot de campaña, nos dice: “Decidimos meter en cana a las 3 bandas narco que había en la Ciudad”. ¿Bajó el consumo? De ninguna forma. Las bandas se reciclaron y aumentaron su nivel de violencia. Si bien la ciudad de Buenos Aires tiene uno de los índices de homicidios dolosos más bajos del país, ojo cuando agudizamos la mirada. Ariel Larroude escribe en su informe “Dejar Matar Dejar Morir” recogiendo los datos del Ministerio de Justicia y Seguridad del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que el 72 por ciento de los homicidios dolosos cometidos en los barrios vulnerables guardan relación con disputas por mercados ilegales.
Como ayer María Eugenia Vidal decía que el narcotráfico se eliminaba derribando bunkers, hoy los precandidatos del PRO repiten la fórmula.
¿Y si en vez de repetir fracasos emprendemos una política que golpee a los eslabones superiores de los clanes, reducimos su rentabilidad, dañamos su capacidad de corrupción y articulamos en forma inteligente las distintas agencias del Estado? ¿Si coordinamos la AFIP, el BCRA, la IGJ, el Registro Nacional de Buques, el Registro Nacional de Aeronaves, la Superintendencia de Seguros? ¿Si en vez de lamentarnos desarrollamos políticas que fortalezcan la Dirección Nacional de Inteligencia Criminal? ¿Si entendemos que los “clanes” tienen enclave territorial y la inteligencia criminal debe estudiar la violencia del narcomenudeo? Y muy por sobre todo, ¿si emprendemos una vigorosa y sostenida campaña pública, en todos los niveles educativos, que tengan como eje la salud y por ende la reducción de la demanda?
Amigas, amigos la política Nixon– Say ha fracasado. Dicen que Albert Einstein dijo: “Si siempre hacemos las mismas cosas los resultados serán los mismos". Yo prefiero hacerle caso a Einstein, ¿Ustedes prefieren a Bullrich y a Larreta?