Queridos deudores, oras y oros; hermanos que deben estar unidos así en la pobreza como en la clase media:

Nuevamente, y esto ya es casi una costumbre, debo pedirles disculpas. En este caso, porque en mi columna del sábado pasado no hice alusión alguna a la fórmula de la Unión por la Patria.

Podría excusarme sosteniendo –y es verdad– que, al momento de escribir esa columna, la fórmula todavía no era de público (ni de mi) conocimiento, pero no lo haré, porque si hiciere tal cosa, estaría faltando a la verdad, cosa a la que no estoy dispuesto. Y no estoy diciendo que yo ya sabía la fórmula, para nada, sino que, de haberla sabido, tampoco hubiera hecho comentario alguno, simplemente porque no hubiera sabido qué escribir. Y, además, no me hubiera arriesgado, porque si me animaba a jugarme por un binomio posible, capaz que a los 19 minutos era otro y ¡chau nota!

Así de difícil es la cosa: la semana pasada yo creí que la fórmula era “Wado-Manzur”, durante varias horas. Pero también mencionaron “Wado-Malena Galmarini”, “Manzur-Máximo K”, “Massa-Wado” (que no era una buena idea, ya que la derecha hubiera hecho bromas con "más aguado"); “Axel-Rossi” (para atrapar, entre otros, a los fans de Guns and Roses, aprovechando la similitud de la fórmula con el nombre del líder de la banda); “Mariano Recalde-Moreno” (para atraer a los seguidores de la Primera Junta de gobierno patrio); “Grabois-Ricardo Alfonsín” (¡no me digan que no hubiera sido tremenda sorpresa!); “Cafiero (nieto)-De la Sota (hija)” (para rememorar la fórmula del peronismo renovador que perdió contra Menem en el 88); “Scioli-Isabel” (ya dije que era todo muy loco); “Francisco- Grabois” (muchos creen que es más fácil que la gente vote al Papa que al ministro de Economía), o, finalmente, “Cristina-Quiensea” (porque estando Cristina a la cabeza, poco importaba quién la secundase).

Como os dais cuenta, queride lectori, hubiera sido imposible. Y no es que esta semana sea más fácil, pero es inevitable. Y al igual que los políticos, yo también tengo responsabilidades de las que hacerme cargo. Y lo hago.

He de confesar que la decisión, y lo repentina que fue, no dejaron de sorprenderme. Mientras estaba tratando de reponerme de la idea de unas PASO penosas, apareció el mensaje de luz y esperanza: “¡Tenemos lista de unidad!”. Luego aparecieron los nombres, y la luz, no digo que se apagó, pero, por cierto, aumentó su tarifa de golpe.

No pude dejar de exteriorizar mi estupor, y lancé por las redes un pequeño texto (luego de acordarlo con Ale Sanz) que decía: “Traté de darle un beso a la realidad para ver si se convertía en príncipe, pero no…, ¡seguía sapo, nomás!”. No sé por qué razón esta pequeña frase me significó recibir muchas respuestas, y todas agradecidas. Pareciera que era una percepción compartida. Con Daniel Paz hicimos también un chiste, que apareció en este mismo diario, donde un personaje, militante peronista, exclama: “¡Cómo creció la rama perpleja del Movimiento!”.

Durante el pasado fin de semana participé en diversos encuentros con gente muy querida, donde hubo circulación de café, fideos, mate, guiso de lentejas, empanadas de carne, juego de scrabble, picada y, por supuesto discusión política. Todos y todas compartían mi desorientación, y no era un acto solidario de “hacerme la pata”, sino porque estaban tan estupefactes como yo. Se decía que la fórmula era producto de una genial jugada política; que era el resultado de una estrategia digna de un campeón de ajedrez; que era el resultado de una negociación estrepitosa, donde todos habían cedido algo y algunos habían cedido todo; que era una imposición de la Embajada de Estados Unidos; que era una forma de ganarle a la derecha con la “no tan derecha”; que era para captar “votos moderados” (¿existe tal cosa?); que era para que los votos “no fuguen”; que simplemente era la resignación popular; que era una sorpresa cuyo resultado veríamos en el segundo semestre; que el candidato iba a ser Messi pero al final se fue a Miami; que pasaron cosas; que había una oferta increíble en el supermercado y nos la íbamos a perder por seguir discutiendo al pepe; que patatín, que patatán y que patatón.

Pero entre explicación griega y respuesta fenicia, entre elucubración antropológica y libro byunchulhanesco (cada semana aparece otro), entre perspectiva de número y poderes residuales, fueron surgiendo los chistes, los absurdos, la ironía. Y ahí fue donde supe cuál era mi lugar. Dónde quiero estar. Dónde pretendo seguir estando. En este lugar. Descubriendo absurdos y –¿qué remedio nos queda?– conviviendo con ellos.

Y ­­­el lunes empezaron a hablar en todos los medios los diversos tiranosaurius rex disfrazados de opositores modernos, criticando la fórmula del peronismo, ya que les resulta imposible hablar de las propias. ¡Fue mágico! Como suele hacer la derecha (no sé si decirle gracias; mejor, no), me indicaron (sin quererlo) con claridad, por quién voy a votar.

Sugiero acompañar esta columna con el video “la cha-carera” de Rudy-Sanz.