Desde posiciones conservadoras libertarias se ha sostenido, públicamente, que las infancias y juventudes debían informarse mirando pornografía y han explicitado su oposición a la ESI -Educación Sexual Integral-, lo cual ha generado una fuerte polémica y un amplio rechazo por parte de diversos sectores sociales, políticos y educativos.
Estas declaraciones son irresponsables, desinformadas y peligrosas por varias razones.
En primer lugar confunde la pornografía con la educación sexual. La pornografía es una industria que produce y comercializa contenidos audiovisuales de carácter erótico o explícitamente sexual, dirigidos a un público adulto y con fines de entretenimiento o estimulación. No es una fuente válida ni adecuada de educación sexual para los niños y adolescentes, ya que presenta una visión distorsionada, estereotipada y mercantilizada de la sexualidad, que no refleja la diversidad, la complejidad y la realidad de las experiencias sexuales humanas. Puede generar falsas expectativas, confusiones, frustraciones, presiones, violencias y riesgos para el desarrollo psicosexual de los menores, así como para sus relaciones afectivas y sexuales futuras.
Por el contrario, la educación sexual es un proceso pedagógico que busca brindar a las personas información científica, objetiva y adecuada a su edad sobre los aspectos biológicos, psicológicos, sociales y culturales de la sexualidad humana, con el fin de promover su salud, sus derechos y su bienestar.
En segundo lugar desconoce el valor y la importancia de la Educación Sexual Integral (ESI) que se implementa en las escuelas desde el año 2006 por ley nacional. La ESI no es un adoctrinamiento ni una imposición ideológica, como pretenden hacer creer algunos sectores conservadores y religiosos. La ESI es un derecho humano reconocido por diversos tratados internacionales y por la Constitución Nacional. La ESI busca garantizar que todos los niños, niñas y adolescentes accedan a una educación sexual integral que les permita conocer su cuerpo, sus derechos, la igualdad de género, la diversidad sexual, el respeto y el cuidado mutuo, el placer y el amor.
La ESI tiene múltiples beneficios para la salud integral de los niños y adolescentes: previene los embarazos no planificados, las infecciones de transmisión sexual, el VIH/SIDA, el abuso sexual infantil, el bullying homofóbico y transfóbico, la violencia de género y las prácticas sexuales riesgosas o no consentidas. La ESI también contribuye al desarrollo personal, social y ciudadano de los niños y adolescentes: favorece su autoestima, su autonomía, su identidad, su expresión, su creatividad, su pensamiento crítico, su convivencia democrática y su participación activa en la sociedad.
Por todo ello, es necesario defender el derecho a una Educación Sexual Integral para todos los niños y adolescentes del país y rechazar las declaraciones de la extrema derecha. La educación sexual no se aprende con la pornografía ni se niega con la ignorancia. La educación sexual se aprende con la escuela, con la familia, con los profesionales de la salud y con las organizaciones sociales que trabajan por una sexualidad sana, libre y responsable para todos y todas.