Si Dante Spinetta se adeudaba un disco como Mesa dulce, su último trabajo de estudio debía tener una presentación en vivo a la altura de su chapa consagratoria. Tras ponerlo a prueba ante la elite de la música urbana y de la industria discográfica local en el ocaso de 2022, en una factoría devenida en polo cultural, el músico estrenó formalmente su séptimo álbum solista en la noche del viernes en el Teatro Opera. Mientras que en el show de noviembre el neón estallaba, en esta ocasión apeló a una estética más sobria. Aunque sin correrse del imaginario funk y R&B que dio vida a su flamante repertorio.
Al mejor estilo de deidades de la música afroestadounidense como Isaac Hayes, Prince y D’Angelo, Dante apareció en escena ataviado por el animal print. En tanto que esa banda tremenda que lo respaldó, y que ya había salido previamente a hacerle el aguante, se imbuyó en las togas ceremoniales y en el tono religioso que otorga el púrpura principesco. Si bien el artista propuso una celebración aferrada a la impronta de Mesa dulce, no otorgó concesiones. Después de abrir el recital con el lujurioso “Rebelión”, funk que da la bienvenida a su nuevo álbum, le fue bajando un cambio a la intensidad del festejo.
Sin soltarle la mano al groove, se subió al R&B en “El lado oscuro del corazón”, incluido en su reciente álbum. Para luego ponerse en modo Seal con “Cruzaremos”. Seguidamente, desenfundó el minimalista “La Movie”, donde voz y ritmo establecen una dialéctica. Un rato antes, el vástago del Flaco se descolgó la guitarra, pieza clave para abrazar esta etapa. Y es que puso esa alquimia tan propia que creó con el instrumento al servicio de la música urbana. Eso no sólo lo acercó al equilibrio artístico, sino que lo reposicionó en la escena. “Las guitarras verdes son dragones”, dijo en alusión a su viola.
Justo en ese instante irrumpió en el escenario su primer invitado, amén de artista con cualidades musicales y estéticas afines a las suyas: Ca7riel. Juntos hicieron el tema que los reunió en Mesa dulce, “Gambito”, R&B de matiz oscuro y misterioso que invita a entregarse al delirio. Y eso fue lo que hizo el público no sólo en ese pasaje, sino también a lo largo de las dos horas de show. La fidelidad parroquial fue tal que los fans, más porque la situación lo pedía que por deseo propio, se sentaron únicamente en el tramo acústico de la performance.
Pero para eso había que esperar un rato, porque antes el ex Kuryaki consumó un popurrí de su álbum El apagón (2007). En su introducción, advirtió: “Esto arrancó hace mucho con este disco”. De ahí eligió “Besos y joyas”, “Es la mía” y “Olvídalo”, donde su hija Vida suplió las partes de Julieta Venegas. Luego de regresar a Mesa dulce de la mano del notablemente princero “Deja boo”, al que le secundó el funk espeso “Humo digital” (del disco Niguiri sessions, editado en 2020), la banda salió de escena y Dante se quedó solo. Esta vez con la guitarra acústica en mano.
Tributó a su madre con “Primer amor”, y evocó al dúo que creó con Emmanuel Horvilleur mediante “El árbol bajo el agua”. La primera canción tenía gusto a Ivan Lins y la segunda a Maxwell, mientras que “Soltar” se revolcó en la dulzura de Stevie Wonder. Si previamente había dicho “en esta sala es legal bailar hasta desmayarse”, más tarde afirmó que no él no está molesto con su pasado. Lo que dio pie a una terna de temazos de Illya Kuryaki. El trip arrancó con una gran revisión de “Jugo”, en el que las melodías escalaban, escoltada por “Latin geisha” y “Funky futurista”.
En medio de uno y otro set conceptual, Dante tocó
“Ridículos”, “Vida” y “Supremacía”. Y dio la noticia de que el 14 de diciembre actuará
en la vereda de enfrente: el Teatro Gran Rex. Con la euforia a flor de piel, y
una banda inspirada tanto arriba como debajo de ese andamio de dos cuerpos
(soportó a caños, percusión, teclado, batería, bajo, guitarra y el vozarrón de la
corista Caterinah) llegó la despedida. Arrancó con el himno “Coolo”, siguió con
la camaradería del rapero Trueno en “Sudaka”, remontó en “Mostro” y remató con
“Funk Warrior”. Fiel reflejo de que la honestidad tiene revancha.