El 12 de febrero de 1914 se inauguró en el Cerro de la Gloria un monumento que representa a San Martín, los soldados que con él pelearon y retazos de la época de emancipación. La obra, que pesa 14 toneladas en total y mide 16 metros, fue realizada por el escultor uruguayo Juan Manuel Ferrari. El Gobierno Nacional destinó fondos para realizar un monumento que representase al ejército de la Independencia, con motivo de los 100 años de la Revolución de Mayo. Más específicamente, el autor eligió dicha fecha de inauguración porque ese día se había dado la llamada batalla de Chacabuco, una de las más importantes para la liberación. Fue en 1888 que se aprobó la creación de un monumento que cumpla ese objetivo, a través de la ley 2270; años más tarde la provincia hizo su propia ley y concretaron así el proyecto.
No hace falta haber ido a Mendoza para reconocer esta imponente obra; tal vez recuerden con nostalgia, o no, al billete de 5 pesos…allí estaba representada la obra detrás del Libertador de América.
El monumento fue realizado con un gran aprovechamiento de rocas en su base; Ferrari hizo trasladar piedras de la mismísima Cordillera de los Andes. Tiene múltiples esculturas incrustadas; cada una muestra la complejidad de la hazaña libertadora y los múltiples actores que la hicieron posible. En el lado que está representado el ejército en plena guerra, con los granaderos a caballo, si se presta tan solo un poco de atención se ven rostros, que lejos de caer en las caracterizaciones fenotípicas de la ciencia positivista -fiel amiga del racismo estructural-, son rostros que podemos reconocer parecidos a nosotras y nosotros, afrodescendientes.
Parece ser que hay cosas que tienen que ser dichas repetidas veces…y es que quienes liberaron estas tierras del colonialismo español fueron también africanos/as que fueron traídos/as a la fuerza a este lado del mundo y sus descendientes. Por ello son héroes, y es emblemático que estén allí en la cima del Cerro de la Gloria inmortalizados junto a San Martín. Pero así como no fueron libres de elegir el destino de sus vidas, tampoco pudieron elegir el modo de enfrentar a la muerte. Y es que fue bajo la falsa promesa de libertad que lucharon en las guerras de la Independencia, cuando el destino más evidente era morir en batalla, ya que además pelearon en los primeros frentes. Falsas promesas, ganando tiempo para hacerse concreta la finalización de la esclavitud recien en 1853 a través de la Constitución Nacional.
Las palabras de San Martín en su proclama de 1820 hablan casi por sí solas:
"Los ricos y los terratenientes se niegan a luchar, no quieren mandar a sus hijos a la batalla, me dicen que enviaran tres sirvientes por cada hijo para no tener que pagar las multas, dicen que a ellos no les importa seguir siendo colonia. Sus hijos quedan en sus casas gordos y cómodos, un día se sabrá que esta Patria fue liberada por los pobres, y los hijos de los pobres, nuestros indios y los negros, que ya no volverán a ser esclavos."
Este monumento cuenta así una historia, la Historia, no dejando afuera a ningún personaje. En la Argentina, lugar en el que a quienes poco incomoda el racismo les gusta utilizar el eufemismo de “crisol de razas”, todavía se enseña una historia intencionalmente parcial. De poderse, a San Martín habría que contarle que aún no se sabe, en cada rincón del país, quiénes liberaron realmente esta Patria.