Desde Mar del Plata

“Mami, ¿cómo hicieron la nube?”, pregunta un niño con el asombro entre los labios y las manos extendidas como queriendo tocar el techo del hall de entrada del museo MAR (Museo de Arte Contemporáneo de la Provincia de Buenos Aires). Esa nube gigantesca de botellas de agua mineral es la instalación Un año de aire, de Esteban Álvarez, que forma parte de EXTRA/ordinario, la exposición de apertura de la cuarta edición de la Bienalsur, que reúne el trabajo de 20 artistas de Argentina, Colombia, Uruguay, Brasil, Turquía y Francia, entre los que se destacan las obras de los argentinos Gaspar Libendinsky, Mariana Telleria, Delia Cancela, Amadeo Azar, Leonardo Damonte, Mimi Laquidara, Nicolás Bacal, Irina Kirchuk y Eugenia Calvo; la francoargentina Marie Orensanz; la brasileña Regina Silveira; los uruguayos Pedro Tyler y Marco Maggi; la colombiana Olga Huyke; el francés Pierre Ardouvin y el turco Ali Kazma. La muestra es una invitación a volver a mirar los objetos de la vida cotidiana para intentar descubrir el itinerario poético que depara la vida inesperada de escobillones, sopapas, botellas, vasos, banquitos, plumeros o reposeras.

En la explanada del museo, a metros del Lobo Marino de Alfajores, una instalación de Marta Minujín, el grupo Lamba con sus sones africanos le da la bienvenida a los artistas, a las autoridades de la Bienalsur y al público. La actriz Victoria Onetto, Subsecretaria de Políticas Culturales de la Provincia de Buenos Aires, se anima a bailar y va formando una ronda junto con Ezequiel Pérez Sáenz, director del museo MAR; Aníbal Jozami y Diana Wechsler, el director general y la directora artística de la Bienalsur, que se extenderá hasta diciembre en más de 70 ciudades y 27 países de los cinco continentes con muestras y acciones centradas en la problemática del medio ambiente, la perspectiva de género, la construcción de relatos, las fake news y la democracia. 

Florencia Battiti y Fernando Farina, los curadores de la exposición, la definen como “una muestra amable” que tiene diferentes niveles de lectura y significación. Algunos visitantes eligen recostarse en las reposeras de Delia Cancela, hechas con madera y una tela verde que tiene estampados gatos negros. En Arrecife, el artista y arquitecto Gaspar Libedinsky convierte las cerdas de los escobillones en corales. “Es un paisaje que tiene cierta sensibilidad, una mancha que se va extendiendo hacia la ventana y hacia el mar. Es un arrecife específico, pero también efímero, no generamos recursos ni residuos”, cuenta Libedinsky y revela que la materia prima fue prestada por la marca de escobillones Xper y que al finalizar la muestra el arrecife será convertido en escobillones que regresarán al mercado.

Arrecife, de Gaspar Libedinsky.

Aníbal Jozami, director general de Bienalsur, empezó a pensar junto a Diana Wechsler la posibilidad de crear una bienal internacional de arte contemporáneo que fuera distinta, que no tuviera que ver con intereses comerciales y que reflejara por igual el arte del Sur y el arte del Norte. “Nos dijeron que era imposible, pero resolvimos que teníamos que poder hacerlo”, subraya Jozami durante la inauguración de esta cuarta edición “mucho más amplia, más intensa y totalizadora” y añade que esta bienal se hace desde una universidad pública (Universidad Nacional de Tres de Febrero) que "alguna inescrupulosa e ignorante trató de criticar”, desliza Jozami un cuestionamiento hacia la precandidata de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich. Wechsler agrega: “Nos gusta decir que somos un proyecto indisciplinado, pero indisciplina no quiere decir hacer un capricho; indisciplina quiere decir pensar con lo que hay y más allá de lo que hay, pensar fuera de la caja; pensar cómo superar los escollos, cómo encontrar otras maneras de transitar el mundo distintas de las carreteras que siempre se transitan”.

En Intenciones Muralistas, una instalación de veinte dibujos de la artista rosarina Mimi Laquidara, aparecen los objetos que ella recolectó en mercados y tiendas mexicanas como un chile serrano, un vaso descartable con guarda precolombina, Sal Solar, Velas Luz eterna, una botella de Red Cola, Aceite 1, 2, 3, Jabón en polvo Roma y una caja de fósforos Maya, entre otros. Todos los dibujos fueron realizados en el marco de una residencia de dos años en Ciudad de México. “Me interesa la ambigüedad que se produce entre objetos que son cotidianos y, por lo mismo, con el paso del tiempo se van volviendo anónimos”, confiesa Laquidara. “Para mi estos dibujos están más cercanos a la operación del ready-made. El dibujo pone en evidencia el acto de mirar, previamente el objeto a dibujar, y el acto de volver a mirar una vez finalizado. Entonces cuando uno mira, por ejemplo, el dibujo de la valija, no ve solo una valija, ve una valija que fue mirada. De esta manera, estos dibujos son también punto de partida hacia otro lugar”.

La artista colombiana Olga Huyke afirma que sus proyectos se han centrado en el tiempo como objeto de estudio y que ha buscado replantear las ideas preconcebidas, “esa visión homogénea del tiempo, nuestra percepción lineal y los convencionalismos alrededor de este concepto que ha limitado lo que entendemos por realidad”, como se puede apreciar en Taxonomía de una línea, una sobria instalación hecha con mecanismos de relojes desarmados. “Haber entendido el tiempo como una ilusión me llevó a aproximarme al reloj como un objeto de manufactura humana que contenía en sí mismo la intención de medir y controlar”, comenta la artista colombiana a Página/12. “Nos acercamos al tiempo como un concepto que no alcanzamos a comprender por completo, pero que permea en cada parte de nuestra existencia. Mi primer ejercicio fue desbaratar un reloj, tratar de entender su mecanismo, conocer los nombres de las piezas y las herramientas que usan los relojeros para trabajar este objeto. Me preguntaba ¿Qué mide exactamente un reloj? ¿Cómo puede condicionarnos esta perspectiva lineal al asumirla como verdad absoluta? Entonces, decidí ser tal vez un poco literal y presentarle al otro directamente esta ficción lineal. Una obra compuesta por decenas de piezas de relojes que en conjunto forman una línea que no es completamente recta y tiene sus propias pulsaciones, pausas y ritmos”.

La velocidad de las cosas, la instalación del artista y músico Nicolás Bacal, despliega una constelación de 52 banquitos de madera que llevan incrustrados un bidón, una aspiradora, un balde o una reposera con los que se propone “un ejercicio de metáforas para pensar cómo se conectan los objetos hogareños con lo celestial”. En una de las paredes de la sala se pueden observar una serie de imágenes realizadas con reglas de madera por el artista uruguayo Pedro Tyler. Son las caras de varios escritores suicidas, entre los que están Alejandra Pizarnik, Reinaldo Arenas, Horacio Quiroga y Stefan Sweig. En uno de los cuadros aparece inscripta la frase: “Escribir es borrar”, que pertenece a Gilles Deleuze, filósofo que también se suicidó. En EXTRA/ordinario hay mundos de sutiles filamentos al alcance de las pupilas.