Patricia Merkin tenía 60 años cuando falleció en el 2020. Remontarnos 20 años atrás es colocarse en los inicios de su legado histórico. En los 2000, cuando esta oriunda de Bahía Blanca y traductora de inglés, decidió instalarse en el barrio porteño de San Telmo y emprender uno de sus tantos viajes a Europa, más precisamente a Londres, para visitar el periódico callejero TheBiggIssue, creado en 1991. 

El motivo de su visita era descubrir el propósito social de la revista. La misma consistía en brindarle un ingreso digno a las personas en situación de calle a través de la redacción y venta del periódico, y así ayudarlos a reintegrarse en la sociedad. Esto resultó una revelación para Merkin, que retornó de ese viaje con una convicción: replicar la misma iniciativa de TheBiggIssue, pero en Buenos Aires.

En Argentina, desde el arribo a la democracia en 1983 hasta el año 2018 -según la Encuesta Permanente de Hogares- la tasa de desempleo e informalidad alcanzó su pico máximo en el año 2001, trepando al 18% y 38% respectivamente. Ese mismo año, y como respuesta a la recesión socioeconómica, Merkin fundó en un piso grande de un edificio que se ubica sobre Avenida San Juan y que mira de un lado Puerto Madero y del otro a San Telmo, la sala de redacción de la revista callejera ONG Hecho Club Social.

El periódico que se instauró con el lema: “Hecho es periodismo, arte y cultura para el cambio social”. Un lema grabado a fuego, que acompañó por esos tiempos a la distribución de 10 mil ejemplares mensuales por todo CABA, donde el 70 por ciento del dinero recaudado era destinado -y lo sigue siendo- a redactores y vendedores de la revista, y el 30 por ciento restante al gasto de mantenimiento de la organización, que incluye la adquisición de alimentos para atender la demanda de comida de los trabajadores de la economía popular callejera, que se acercan diariamente a la ONG: artesanos, churreros, pochocleros, cartoneros, entre otros.

Sin embargo, a esta actividad periodística, le siguió una visión, que luego se transformó en una nueva necesidad cultural: un taller de fútbol. Todo empezó en el año 2002, en áreas informales de Capital Federal -en plazas o en una cancha dentro de la facultad de ingeniera de la UBA-, para luego formalizarse y asentarse en el polideportivo Martín Fierro, sobre calle Oruro, en el barrio de Balvanera. En esos encuentros iniciales, se sumaron 50 personas en situación de calle, de 18 años para adelante, gracias al boca a boca generado por los cooperadores del periódico. Allí los esperaba Sergio Rotman.

Sergio tiene 57 años. Se graduó en la UBA como Licenciado en Administración Pública y Contador Público. En el año 2001, halló en Hecho Club Social una beta laboral como tesorero, gestionando las finanzas del periódico. Por ese entonces, también se desempeñaba como entrenador de Hockey de la categoría B de Quilmes. “Era director técnico de hockey, pero soy hombre de fútbol”, subraya Rotman. Esta frase se materializó en el 2002. Cuando Patricia Merkin le propuso ser el coordinador del taller de fútbol. De esta manera, su función se modificó dentro de Hecho Club Social, rol que cumple hasta la actualidad. 

Lo hace abriendo un espacio para que las personas sin hogar cuenten sus historias de vida, provocando un interrogante que expone una problemática que es de ayer y de hoy: cómo las personas terminan en la calle. Para responder a esta pregunta, Rotman repasa las historias de vida que escuchó, y expone las conflictividades sociales que se expresaron: el desempleo o el ascenso del empleo con precariedad laboral dificulta la sustentabilidad habitacional y, por consecuencia, el éxodo de las personas a la calle.

“Es un encadenamiento. Algunos no tienen trabajo y otros sí lo tienen, pero con un salario por debajo de la inflación. Por lo tanto, no logran cubrir todos los gastos y pasan a vivir sin un techo”, sostiene.

El recorrido que realizan las personas sin vivienda hacia el taller de fútbol es lineal: de la calle al taller y del taller a la calle. Algunos no abandonan y siguen yendo, pero otros tantos desertan por las problemáticas sociales que atraviesan. Problemáticas emparentadas con el hambre, el bajo estado de ánimo, las adicciones y la ruptura de los lazos familiares. "Esta situación -revela Rotman- provoca trabas para que aquellos que viven en un entorno callejero logren asentarse en un espacio social nuevo".

Sergio Rotman entrena a los chicos en situación de calle.

“Se presentan cuatro dificultades: desnutrición, exceso de drogas y alcohol, depresión y familias desmembradas. Esto es un gran inconveniente porque son cuestiones que condicionan a la persona a no seguirle el hilo a nuestro proyecto. La tristeza, la no alimentación, el consumo de drogas y alcohol, y la no contención del hogar, te lleva a un pozo negro que es difícil salir de ahí”, sostiene.

Dentro de este contexto, surge la misión social del taller. Rotman aclara que la misma contiene una doble propuesta. Por un lado, que las personas sin hogar consigan ocupar la esfera pública. “Buscamos que los más postergados no vean lo público como algo vedado. Que lo vean como un lugar al que pueden acceder y compartir. Que se sientan parte de la sociedad”, enfatiza. Y, por otro lado, usar al deporte como excusa para ofrecerles un lugar de motivación personal y colectiva.

“Vemos que el fútbol genera ilusión en ellos. No les importa el clima. Participan igual. Hablan sobre sus vidas, demuestran emociones como la risa. Que aparezcan estas emociones, luego de llegar con el ánimo por el piso, nos da un parámetro de lo que genera este deporte”, dice el coordinador de Hecho Club Social, que al mismo tiempo destaca que ese entusiasmo funciona como disparador para modificar los hábitos sociales de las personas en situación de calle. “Los chicos tienen una mayor intención de controlar sus adicciones para poder jugar. Toman el mate cocido con pan, que le preparamos, para practicar sin el estómago vacío. Ahí notamos un cambio en su forma de proceder ante la vida”, reconoce.

El entusiasmo, a través del fútbol, es el comienzo. El ascenso social que alcanzan aquellos que vivían sin un hogar, la conclusión positiva. La historia de Leonardo Díaz lo evidencia. Su relación con el taller inicia en el año 2001. Leonardo vivía y dormía en la calle. Y cuando encontraba un techo lo conseguía en el mismo lugar donde entrenaba Hecho Club Social: el Polideportivo Martín Fierro. Es en esa coincidencia urbana, donde descubrió el taller y empezó a formar parte. Sin embargo, al poco tiempo, por desinterés, se apartó. Luego, en el año 2007, recibió la invitación de Sergio Rotman para que regrese al taller, ya que uno de los equipos les faltaba un jugador para completar la alineación. 

Al ingresar, Leonardo tenía problemas de adicción. "Volví a Hecho Club Social en un estado caótico de pasta base", recuerda. Su consumo se mantuvo hasta el año 2014. Año donde se produjo un quiebre en su vida: decidió dejar de consumir, siendo constante hasta la actualidad. Así, el fútbol se convirtió en una bisagra para Leonardo. Un antes y un después. No sólo para superar su problema de adicción, sino también para mejorar su vínculo educativo y maternal.

“El fútbol me ayudó a retomar mi vida. A no querer volver a ese pasado traicionero. Hoy en día hago un curso de instalación y reparación de aires acondicionados Split. Pero mi mayor placer es ver la sonrisa de mi mamá, que por tanto tiempo, llena de lágrimas, me decía que no vuelva a la calle", relata.

Este caso marca lo que Hecho Club Social llama caso de éxito. “Para obtener casos de éxito, hay que hacer esfuerzos”, sentencia Rotman. Noción de esfuerzo que se repite como un mantra en el taller de fútbol y da paso al siguiente capítulo, donde se pone en manifiesto la manera en que un acontecimiento deportivo condiciona a una organización como Hecho Club Social a modificar su manera de trabajar, y, por ende, a mejorar la calidad de vida de las personas en situación de calle.


Los inicios del Homeless World Cup 


Patricia Merkin era una viajera frecuente. Era su sello característico. Lo fue cuando viajó a Londres y conoció el trabajo social del periódico TheBiggIssue. Y también cuando decidió ir, en el año 2001, a Ciudad del Cabo, la capital legislativa de Sudáfrica. Lo hizo para formar parte de la conferencia internacional que realiza la red de publicaciones de la calle anualmente. En ese lugar, dirigentes de los periódicos callejeros de todo el mundo -entre ellos Merkin- comenzaban a pergeñar un evento a gran escala denominado Homeless World Cup, un Mundial de fútbol que se llevó a cabo por primera vez en Austria, en el año 2003, donde las revistas callejeras de cada país organizan su seleccionado nacional masculino y femenino para las personas sin hogar.

Al concluir su estadía en Ciudad del Cabo, Merkin volvió a Buenos Aires y su primera acción fue dirigirse al polideportivo Martín Fierro con una proposición en mano: que la Argentina participe de la primera edición de dicho Mundial. Según Rotman, esta idea fue considerada -en una primera instancia- una quimera por los escasos recursos económicos y futbolísticos que administraba el taller de fútbol.

“Lo que Patricia nos trasladaba para nosotros era algo impensado. Hasta imposible de materializar. Necesitábamos dinero y elementos de entrenamiento para poder viajar, entrenar y competir. Y no lo teníamos”, sostiene. Además, en paralelo había un obstáculo: tramitar y validar los papeles, documentos y antecedentes penales de las personas en situación de calle. “No teníamos pasaportes para los chicos. Lo intentamos, pero cada solicitud de pasaporte que ingresaba venía con observaciones sobre causas, que habían expirado, pero que no estaban cerradas en la justicia. Aún estaban abiertas. Entonces teníamos que ir al juzgado de feria, que, por procedimiento, tenían que pedir los expedientes. Era todo muy complicado”, explica Rotman.

Esta situación derivó a que el seleccionado argentino no participe del Homeless World Cup de 2003. Sin embargo, a este inconveniente, le floreció una contraposición: las pretensiones continuas de las personas sin hogar para asistir al campeonato mundial. “El no ir en 2003, llevó a los chicos a preguntarnos: “¿Por qué no estamos ahí?”. Una pregunta de exigencia. Inclusive nos mandaban mensajes por las redes. Esto nos movilizó. Empezamos a generar estrategias para poder ir al Homeless. Le dijimos que lo íbamos hacer”, expresa Rotman, asegurando que esas exigencias fueron el motor que inspiraron a Hecho Club Social a realizar una promesa: ir al próximo Mundial.

Así llegó el año 2004. La primera presencia de la Argentina en un Homeless World Cup. En Gotemburgo, Suecia. Hecho que despertó una necesidad desconocida en la ONG: desplegar una serie de medidas que no sólo faciliten la participación mundialista de la Argentina, sino que mejoren la realidad social y el rendimiento futbolístico de las personas en situación de calle que componen el equipo argentino.

La primera medida fue de reconocimiento social, que tuvo su iniciativa en la divulgación del acontecimiento deportivo a través de los medios de comunicación. Por efecto dominó, se captó la atención de una agencia de viajes que permitió el traslado de la delegación argentina al Mundial de Suecia 2004. “Decidimos planificar una conferencia de prensa en un local de Recoleta para darnos a conocer. Estaban todos los medios: Telenoche, Nuevediario, Telefé y América Noticias, y la TV Pública. Nos hicieron notas de Fox Sports y Canal 26. Justo nos vio Erpa Viajes, se interesó y nos bancaron con los pasajes y con plazos muy extensos para saldar el pago”, expresa Rotman, quien puntualiza que este hecho rompió con la pared de lo que parecía utópico y originó la segunda medida que afirmó la permanencia de la Argentina en los posteriores mundiales, al tejer redes de cooperación con organizaciones, bajo la forma de clubes sociales y sponsors, que contrajeron beneficios económicos.

“Como te dije, ir al Mundial para nosotros era algo imposible. Cuando lo logramos, vimos de lo que éramos capaces. En los próximos mundiales, conseguimos la solidaridad de los socios del Club Barracas de Lamadrid que ha sido de un gran apoyo. Con ellos reunimos dinero a través de rifas. Redoblamos esfuerzos para obtener sponsors privados que invirtieron, y aún lo siguen haciendo, para que podamos hacer los viajes”, dice con optimismo.

La conformación de las dos primeras medidas se ejecutó dentro del encono porteño. Esto impulsó a Hecho Club Social a ir más allá con la tercera medida y a generar un proyecto nacional, con la intención de cautivar y atraer a personas en situación de calle del interior del país, para que también tengan la oportunidad de representar al seleccionado argentino en el Homeless World Cup. “No queremos que todo sea focalizado en Buenos Aires. Por ejemplo: logramos hacer la ruta que conecta Buenos Aires a Jujuy y le dimos la chance a chicos de barrios carenciados de La Puna para que se sumen al Mundial. Para eso contratamos a Flecha Bus que siempre nos da una gran mano cuando activamos este proyecto”, remarca Rotman, que esclarece que esta decisión de incluir a cada vez más personas sin hogar, para que formen parte de la experiencia social del Homeless World Cup, tiene una motivación de fondo: escuchar y visibilizar los distintos relatos de exclusión que existen en el resto del mundo.

“En el mundial notamos que las marginalidades son distintas en cada país. Tuvimos casos de chicos de Indonesia, portadores de sida, que eran apartados de la sociedad, porque nadie quería acercarse a ellos. O afganos que vivían en Europa, que no podían trabajar por ser inmigrantes ilegales. Eso nos saca de la burbuja y nos permite ver otras realidades ajenas”, indica.

Ya adentrándonos en la cuarta medida, se pone bajo la luz una forma de actuar de Rotman: conquistar cada vez más el espacio público, con el fin de ofrecer mejores herramientas de entrenamiento, y de esta manera, potenciar la destreza técnica de las personas sin vivienda que conforman el equipo argentino y que compiten por el Homeless World Cup.

“El mundial nos obligaba a tener un lugar donde entrenar. Nosotros somos itinerantes. Al principio entrenábamos en el polideportivo Martín Fierro. Pero estuvimos en Quilmes, Barracas o San Cristóbal. Consideramos que es un privilegio que los chicos tengan estos lugares, junto con su indumentaria, su bolso y lo más importante: cancha, arcos y pelotas. Pulimos detalles como el control o el pase. El juego en sí”, señala Rotman. Acto seguido, el director de Hecho Club Social cita: “No sólo intentamos crecer desde el costado futbolístico”. Lo aclara, porque también se busca promover mejores condiciones de existencia para las personas en situación de calle a través de bienes higiénicos, como la ducha. “Miramos la calidad deportiva. Pero para nosotros es más placentero ver cuando ellos llegan al vestuario con su shampoo y se van a bañar. Ver a esas personas que antes no se bañaban, que ahora sí lo hagan, es algo reparador”, reflexiona.

Colocándonos en retrospectiva, desde el año 2004, las medidas de Hecho Club Social se ejecutaron por 15 años ininterrumpidos. Hasta que llegó el 2020. Y con él, la emergencia sanitaria provocada por el Covid. Lo que derivó a la suspensión del Homeless World Cup. 


Post Covid: Homeless World Cup 2023


Sacramento, Estados Unidos. Fecha de inauguración: 8 de julio. Fecha de clausura: 15 de julio. En esa sede y entre ese lapso de fechas, se volverá a jugar el Mundial para las personas sin hogar tras dos años de pausa por Covid. Con la singularidad de que es la primera vez que se disputa en tierras neoyorquinas. Lo hará adaptando el nuevo formato del Mundial de la FIFA de Estados Unidos, México y Canadá 2026: 48 equipos de ocho grupos de seis selecciones. 

Asimismo, este torneo presentará dos particularidades. La primera es de índole reglamentario: los partidos son de 3 vs 3 y de dos tiempos de 7 minutos cada uno. La segunda subvierte la idea resultadista del deporte, ya que los últimos tres del grupo clasifican para jugar por copas alternativas, sin ser eliminados. “Este espíritu del campeonato”, como indica Rotman, incita a cumplir con los dos principales principios del Homeless World Cup. Uno de ellos, el juego limpio.

“El Mundial para nosotros es un paso más para el desarrollo de las personas. Recuerdo que en Polonia 2013, nuestro equipo femenino jugaba contra EEUU. Cobraron un penal irreal a favor nuestro. La capitana me miró y con la mirada supo qué debía hacer: cederle la pelota a la arquera rival. Este nuevo formato ayudará al Fair Play”, sostiene el coordinador de Hecho Club Social. El otro principio es forjar camaradería desde el intercambio cultural. “La idea es respaldar cada vez más la amistad y sus puentes. Se me viene a la mente una, entre un peruano, un hindú y un sudafricano. Ellos nos decían que vivir en la calle los había unido en corazón, sin importar los impedimentos idiomáticos. A eso aspiramos”, resalta Rotman.

Los chicos en el Club Unión y Juventud de Beccar.

Estos valores que intenta transmitir el Homeless World Cup, se entrecruzan con la preparación competitiva de las selecciones que pretenden llegar al campeonato mundial en las mejores condiciones deportivas. Para ello, el equipo argentino se entrena en San Telmo. En el club Unión y Juventud de Beccar. Apodado “El Repollero”. Ahí se encuentra Rotman, en la típica cancha de baldosa de Papi Fútbol, con su silbato y formando una ronda. Los futbolistas están siendo notificados sobre quiénes serán los seleccionados para viajar a Sacramento. Proceso de selección, que según cuenta el director de Hecho Club Social, es usado como instrumento para persuadir a las personas a que hallen una salida de la calle. “Ir al Homeless es una recompensa. Hay que ganárselo. Ese premio lo utilizamos para que los chicos tengan una motivación y cambien sus vidas. Si consiguen ese cambio serán retribuidos con ir al Mundial. Eso los invita a dar su mejor versión”, revela.

La ronda está conformada por nueve jugadores. De los nueve, ocho fueron seleccionados. Rotman brinda cada uno de sus nombres y comenta que solamente se los identifique con sus nombres de pila: Juan Ignacio, Braulio, Jonathan.L, Jonathan.M, Jonathan.E, Matías, Leandro, Alejandro y Alan. 

Este último se acerca. Su rostro tiene una historia. Tiene 26 años y proviene de Villa La Cava. Las problemáticas sociales son diversas, según Alan. “En La Cava es más fácil entrar en la droga que terminar el colegio. Hay mucha delincuencia. Constantemente hay inundaciones en el barrio”, comenta. Esta situación, hizo que Alan se embarcara a encontrar una salida, que consiguió en el año 2015, cuando conoció el taller de fútbol. Allí, encontró en el deporte un refugio como hecho lúdico y como trampolín para acercarse al sector laboral.

"El taller me permitió ver otro panorama: divertirme con la pelota y por lo menos alejarme de esos lugares en los que no quería estar, consiguiendo un trabajo como pizzero en una pizzería, donde recibo unas changas”, cuenta Alan, añadiendo que el tiempo laboral y educativo dificulta, no sólo en él, sino también en el grupo, el respeto por el horario y los días de entrenamiento programados por el taller de fútbol, y por consiguiente, a la preparación como equipo para disputar el Homeless World Cup. “Trabajo no muy lejos de casa, pero me lleva todo el día. Es estar de las cuatro de la tarde a las doce de la noche. No puedo ir a entrenar siempre a la canchita de San Telmo. Le pasa a los demás. Cada pibe tiene su trabajo o estudio y se nos complica juntarnos todos”, reconoce, al mismo tiempo que declara que a esta dificultad le encuentran una solución: ocupar otros lugares públicos para entrenar, en pos de su disponibilidad. “Le encontramos la vuelta. Algunos alquilamos canchas, otros lo hacen por su cuenta o en algún lugar al aire libre para llegar lo mejor posible. Al campeonato lo queremos ganar”.

El Homeless World Cup trae aparejado la doble cara de la moneda. Por un lado, está la ambición por competir, los valores como el juego limpio o la unión que suscita la amistad. Pero como dice Rotman, cuando culmina el torneo, florece el otro lado de la moneda, donde las personas sin hogar retornan a Buenos Aires y el conflicto de cómo reacomodarse en la sociedad emerge.

“Volvemos a Ezeiza y a los chicos les queda un vacío luego de lo vivido en el Mundial. Quedan desamparados. Algunos terminan volviendo a la calle. Otros ingresan al marco laboral y no lo conservan por no tener un buen ingreso. O ingresan al sector educativo, pero no logran continuidad. Nosotros como taller hemos vuelto a rescatar a chicos de la calle, pero hay otros que no”, manifiesta.

Dentro de este marco, Rotman subraya la necesidad de una mayor intervención estatal y empresarial para que las personas en situación de calle no se pierdan en el camino. “Requerimos más apoyo del Estado y de las empresas para que los chicos tengan empleos sustanciales y un seguimiento educativo para que puedan conservar su posición en las escuelas”, sostiene con convicción.

La historia de Hecho Club Social es una lucha que tiene su leitmotiv: no desatender las problemáticas de los sectores más desfavorecidos e involucrarse con su contexto social. “Nuestro horizonte es transformar la vida ciudadana de los que más lo necesitan”, concluye el coordinador de la ONG Hecho Club Social, un proyecto que hace del deporte una herramienta de superación para las personas sin hogar.