A pocos días de cumplir 450 años, la provincia de Córdoba todavía se mueve al ritmo de las agitadas horas que significaron la elección para gobernador. Escandaloso escrutinio provisorio mediante, se aguarda que el próximo miércoles, un día antes del aniversario de la fundación, el 6 de julio, la salpicada justicia electoral provincial oficializará la victoria de Martín Llaryora.
Confirmada la continuidad del oficialismo en El Panal por otros cuatro años, totalizando 28, la atención se centra en el plano nacional y municipal. Paradójicamente, el plano provincial quedará relegado por unas semanas, ya que el calendario marca los comicios municipales y las PASO.
Martín y Juan, juntos a la par
El viernes por la tarde-noche, el hotel Quorum, en la zona norte de la ciudad, volvió a recibir a la plana mayor de Hacemos Unidos por Córdoba. La “excusa” fue el lanzamiento oficial de Daniel Passerini como candidato a intendente de la ciudad. No obstante, el plato fuerte fue Llaryora. En poco más de media hora, y en un tono elevado en el que no faltaron algunas “palabrotas” y menciones a “estos chicos que quieren la intendencia”, el gobernador electo ganó centralidad y se sacó las ganas de discursear que le quedaron atragantadas el domingo por la noche. Pareció el punto de partida de la construcción del llaryorismo.
Sin embargo, entre eso que no termina de nacer están las PASO del 13 de agosto. Y en ellas, el intendente/gobernador electo jugará para Juan Schiaretti. Sin dudas. Así lo explicó en los medios nacionales. “Yo estoy de acuerdo con el frente de frentes, que es lo mismo que pudimos hacer en Córdoba”, lanzó, cuadrándose detrás de la candidatura del cordobés a la presidencia. De hecho, en el raid mediático, el sanfrancisqueño habló de temas nacionales con términos propios de Schiaretti: “grieta”, “retenciones 0”, “plan productivo”, “acuerdos nacionales”. Llamativo. O no tanto, porque se trató de una devolución de gentilezas.
Y si bien lo exiguo del resultado provincial dejó algunas lastimaduras en la relación entre ambos, la galvanización es total.
¿Sergio Massa? ¿Horacio Rodríguez Larreta? “Estamos con Juan. Es nuestro candidato”, retrucaron desde el entorno de Llaryora.
Acomodar los melones
La ajustada diferencia, no mayor a tres puntos, en el tramo de gobernador y vice, deja igual cantidad de dudas que certezas de cara a la segunda época del oficialismo cordobés. Ni hablar en el tramo legislativo, donde la disputa es voto a voto, decantando hacia Juntos por el Cambio, que tendría uno o dos legisladores más en la Unicameral. Rosca en puerta. Spoiler alert: a seguir el recuento esta semana.
Esa diferencia dejaría a la oposición en las puertas del quórum propio. Algo que podría darse teniendo en cuenta las afinidades existentes con Encuentro Vecinal y, más al extremo, con los libertarios. Del otro lado del espectro está el FIT-U y Creo, la expresión del kirchnerismo local que parece encaminarse a recuperar una banca.
De cualquier manera, el nuevo dibujo legislativo mostrará a los bloques mayoritarios con necesidad de negociar para afuera. Pero también para adentro. Ambos espacios contienen a una pléyade de expresiones políticas en algunos casos divergentes. Incluso, no faltarán ocasiones en las que los dos frentes votarán en conjunto. El Partido Cordobés en su salsa.
Episodio II, en marcha
Los comicios municipales del 23 de julio son otra parada brava. El viceintendente Passerini, quien en la fórmula va a acompañado por al exdiputado del PRO, Javier Pretto, enfrentará a Rodrigo de Loredo (Juntos por el Cambio).
Tras la derrota de Juez, el parlamentario radical, que aparece arriba en las preferencias, quedó posicionando como la referencia de Juntos de cara a los próximos años.
Desde hace un mes, el extitular de Arsat y parte integrante del grupo de legisladores que le responden a Martín Lousteau, confirmó que irá por segunda vez en busca de la intendencia. Estratégicamente, busca apartarse del barro que significan las explosivas declaraciones de Juez. Sin embargo, esta semana dijo que “todos sabemos que hay periodistas pagos”, sin dar nombres ni pruebas.
El barro de la campaña que embarra a todos.