El “miedo a que gane Cristina” se convirtió en un lugar común de los corrillos del mercado financiero en las últimas semanas, para explicar una trepada del dólar que lo llevó de poco más de 15 pesos hasta un escalón superior a los 18 en las jornadas previas a estas elecciones primarias. Detrás de este argumento, quedaban ocultas las razones de fondo que provocaron la inestabilidad cambiaria, primero, y una tendencia generalizada después, a la dolarización de cartera (el cambio de activos nominados en pesos por dólares billete o por otros activos financieros en el exterior). Y la razón de fondo es que los principales agentes económicos, los que “mueven” el mercado, perciben un escenario de riesgo en el que las autoridades del gobierno están perdiendo la capacidad de manejo, principalmente el Banco Central. Por eso se pasan al dólar, y seguirán haciéndolo, previsiblemente, en tanto que continúen observando esa debilidad del lado de las autoridades. No es “el miedo a Cristina” lo que los mueve a comportarse así. En todo caso, si hay descontento en la población, es porque “las cosas no van bien” para un gobierno que, encima, no encuentra ni parece buscar alternativas.
En Argentina, para las grandes empresas, particularmente las que tienen negocios mundializados, y para los bancos e inversores financieros en general (que por su propia naturaleza se mueven en operaciones transfronterizas), el dólar siempre es un buen refugio en situación de incertidumbre. Es, en general, la actitud de estos capitales lo que inicia una presión sobre el mercado cambiario que termina en una pulseada por devaluar. Los operadores “chicos”, los minoristas, los siguen, los imitan, reforzando las presiones sobre el mercado cambiario.
Ante el surgimiento de esta presión, el Banco Central dejó primero subir el dólar (durante junio y julio) y luego, en las últimas dos semanas, abrió la billetera desprendiéndose de nada menos que 1490 millones de dólares en cinco jornadas (y suma 1838 millones desde el 3 de agosto). La audaz jugada pareciera haber tenido como objetivo llegar a las PASO con un dólar atado a los 18 pesos. El problema, para esa lógica, es que las motivaciones para dolarizar cartera no desaparecieron este domingo y siguen totalmente vigentes.
¿Qué hará el Banco Central a partir de hoy? Los especialistas en la materia, algunos con experiencia en la gestión pública (ligados al anterior gobierno), otros siendo consultores o analistas del sector financiero (ligado por tanto a los intereses de bancos e inversores), coinciden en sus advertencias: la autoridad monetaria está muy limitada en su posible accionar. Por un lado, repetir la práctica de inundar el mercado con dólares de las reservas, vendiendo de 200 a 300 millones por día es altamente peligrosa, como mínimo. Otros directamente la califican de “suicida”. “Si el Banco Central sigue vendiendo volúmenes tan grandes y no consigue bajar el precio de la divisa, como le pasó la semana anterior, pierde credibilidad, lo cual alienta a los especuladores a seguir comprando dólares para ganar la pulseada”, sostienen los más moderados. “Es una jugada de corto alcance, el Banco Central no tiene cómo sostenerla mucho tiempo porque las reservas operativas (disponibles) son muy bajas”, indican los más pesimistas. Esto refiere a que sólo una proporción menor de las reservas (no superaría el 20 por ciento) está constituido por recursos líquidos disponibles. Esto es, dólares que se puedan ofrecer en el mercado. De esa parte, el Banco Central ya “quemó” 1838 millones en diez días.
Además, las autoridades del Banco Central (Federico Sturzenegger y su segundo, Lucas Llach) cargan desde la semana pasada con un reproche más del mercado sobre su gestión. Dichas autoridades, contradiciendo lo que opinaban hasta el 30 de julio, cuando el Banco Central no intervenía en el mercado para dejar que la cotización del dólar se fijará “libremente”, ahora justifican diciendo que es lo que hace cualquier banco central, intervenir para buscar un equilibrio. El tema es que nunca en su historia este Banco Central había tenido que vender casi 1500 millones de dólares de sus reservas en una sola semana, ni siquiera en la previa a elecciones mucho más calientes que las actuales (de medio término en 2009, inmediatamente después de la crisis financiera de Estados Unidos; de medio término en 2013, con corrida cambiaria en el país; y las presidenciales de 2011 y 2015, esta última también enfrentando una corrida y la promesa de la oposición de un generoso premio cambiario, devaluación mediante, a quien especulara en contra del gobierno, su política y su moneda).
Por delante y en lo inmediato, el Banco Central tiene el desafío del vencimiento de las Lebac. Mañana, martes, se presentarán los bancos y fondos de inversión con títulos que vencen ese mismo día, cobrarán la tasa de interés de algo más de dos por ciento mensual pactada al comprarlas, y pretenderán una tasa altamente remunerativa para renovar el crédito. Es decir, comprar nuevas Lebac con lo que reciban por las que vencen (capital más intereses).
¿Cuál debería ser la tasa que ofrezca el Central para que los inversores no prefieran cobrar e irse a comprar dólares?
Hay varios factores en juego. El principal es la expectativa de cuál va a ser el valor del dólar en 35 días (19 de septiembre, próxima licitación de Lebac) o en 63 días (17 de octubre, segunda licitación, justo antes de las elecciones legislativas). Si el dólar que se espera a 35 días es menor a 18,50 pesos (al público, o 18,20 en su precio mayorista), o a 63 días menor a 18,80 (18,55 el mayorista), puede ser que la opción elegida sea quedarse en Lebac incluso si se repiten las tasas de julio. Pero si se estima que el dólar suba por arriba de esos valores, entonces preferirían cobrar sus pesos y pasarlos a divisas, a menos que le ofrezcan una tasa más atractiva. El gobierno confía en que prevalezca la opinión de que “el dólar ya subió demasiado, no se puede esperar que suba tanto”. Para los analistas, en cambio, es evidente que la dolarización de carteras no se detuvo y, además, los dos primeros vencimientos, 35 y 63 días (que absorben más del 80 por ciento de las colocaciones en Lebac), caen dentro del período “entre elecciones”, con lo cual la incertidumbre sobre el momento político que prevaleció en las actuales, lejos de despejarse puede expandirse.
El otro factor es cuánto puede ofrecer el Banco Central como aumento de tasas. “Tiene muy poco límite para moverse; el proceso de dolarización tiene una fuerza enorme, es un escenario de muy alto riesgo por las condiciones políticas pero también por la impericia de las autoridades del Central, sobre los que muchos especialistas de diverso origen están advirtiendo, y todos comentan en voz baja; y tampoco puede subir mucho la tasa porque es reconocer que la política de buscar un equilibrio gradualmente voló por el aire”, señaló una de las fuentes consultadas.